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Pueblo

El ciudadano desconocido

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25 de mayo. “El pueblo quiere saber de qué se trata”, dice la historia. | cedoc

Con el 25 de mayo de 1810 aprendemos en la historia escolar la frase: “El pueblo quiere saber de qué se trata”. Reunidos en la plaza, bajo los paraguas de las luego célebres pinturas, se dará a luz al “ciudadano desconocido”.

En la Catedral reposan los restos del llamado “soldado desconocido”. En este combatiente quedan representados todos aquellos/as que han luchado, desde el anonimato, en las diferentes gestas libertadoras emprendidas por nuestro pueblo.

Hemos recorrido plazas, museos, templos y no hemos podido hallar ni una placa, ni un monumento o algo concreto que recuerde al “ciudadano desconocido”.

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El ciudadano desconocido estuvo ahí en 1810, aguardando una revolución de la que se consideraba parte. Se lo pudo ver, con rostro femenino, en Vilcapugio y Ayohuma. Marchó durante el Éxodo Jujeño, cruzó los Andes. Declaró la Independencia en Tucumán; estuvo del lado de los federales con un hermano unitario. Juró la Constitución. Inmigró desde muchos países. Trabajó en las cosechas, pudo votar y llegó a la universidad. Sufrió dictaduras y pudo volver a votar, ahora también como mujer. Trabajó en las fábricas y se movilizó a la Plaza de Mayo. Alternó muchos golpes militares con poca democracia. Lo hicieron desaparecer; peleó en las Malvinas; y pudo volver a votar, y votó otra vez y varias más.

Nuestros años de historia fueron hechos, sobre todo, por esos ciudadanos desconocidos.

El ciudadano tuvo todos los trabajos y oficios. Tuvo esperanzas y fracasos. Creyó, miró para otro lado, se comprometió, festejó, protestó, lloró, amó, despidió afectos, aprendió.

“En el gobierno democrático, cada ciudadano es un funcionario público: la diferencia solo está en el tiempo y modo de ejercitar esa especie de magistratura que le dan las leyes, (...).”

Esta frase no fue dicha por un politólogo, sino por Monteagudo en 1811.

En los últimos años, por distintas razones, ha disminuido la participación ciudadana. No percibimos que la poca participación termina enquistando a personas mediocres, cuando no inescrupulosas, en el poder.

Sin ciudadano no puede hablarse de democracia. Cuando uno se asume como ciudadano es parte del Estado. Un ciudadano informado, instruido, responsable, comprometido y solidario participa en la cosa pública y actúa como salvaguarda ante los que se saltean el sistema.

Puede parecer que involucrarse en los partidos políticos, los sindicatos, las iglesias, las asociaciones vecinales, las OSC o del tercer sector, sea anacrónico, pero no tenemos que confundir crisis de representación con herramientas válidas para modificar las cosas.

La población, en su decepción hacia la política, no cree que su voz vaya a ser escuchada, o bien, que sus ideas sean tenidas en cuenta.

Producto de nuestro pasado reciente, lleno de desencuentros, los argentinos nos inclinamos a pensar que la construcción del bien común puede ser ejecutada de la mejor manera si un poder (el Ejecutivo) prevalece sobre los otros, y no con el equilibrio propio del sistema republicano.

Las instituciones se han creado, por acuerdos, para permitirnos convivir. Cuando se dañan, se perjudica la posibilidad de integrarnos con los demás.

Hablamos del ciudadano desconocido, entre tanta desesperanza, tal vez sea oportuno revivir las palabras del primer número de la Gazeta de Buenos-Ayres, allá en 1810, cuando todo estaba por hacerse:

“El pueblo tiene derecho a saber la conducta de sus representantes... El pueblo no debe contentarse con que sus jefes obren bien, debe aspirar a que nunca puedan obrar mal. Para logro de tan justos deseos ha resuelto la Junta que salga a la luz un nuevo periódico semanal con el título de Gazeta de Buenos-Ayres”.

Cuando el pueblo quiere saber de qué se trata nace la participación ciudadana. Nuestro país vive de marchas y contramarchas, afirmaciones y contradicciones, escándalos, corridas y heroísmos. Nos rodean incertidumbres y certezas, mentiras, ocultamientos, sinceridad y valentía.

En medio de estos claroscuros lo que no debemos dejar de intentar, una y otra vez, es saber de qué se trata.

* Convencional Nacional UCR.