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cfk y el futuro

El fin justifica los miedos

Cristina adivina un futuro difícil y busca torcer ese horóscopo. La búsqueda de un enemigo que no llegue a las urnas.

Cristina habló para los propios más que para los ajenos. Lo hizo como jefa del kirchnerismo más que como presidenta.
| DyN.

Hizo lo que aconsejan los manuales, pero a su modo. Con el resultado de las PASO en la mano, Cristina habló para los propios más que para los ajenos. Lo hizo como jefa del kirchnerismo más que como presidenta. Entiende que la situación lo impone y que estas primarias, una suerte de PlayStation del juego democrático, son para los políticos y no para los votantes. Los resultados no modifican la realidad de hoy, pero sus efectos sobre la política pueden ser determinantes para el escenario de aquí a 2015. Cristina adivina un futuro difícil y busca torcer ese horóscopo.

Por eso, hacia adentro, el objetivo fue mostrar voz de mando y que el mensaje funcione como reto e incentivo. Ya el domingo a la noche les dirigió frases a los que se durmieron en los laureles y a los dirigentes que no tomaron nota de que el 54% de 2011 había envejecido. Los retó y los dejó en deuda: salió a levantarles la moral a los incondicionales –para que redoblen los esfuerzos y no den por perdido octubre– y, de paso, que se enteren los intendentes y gobernadores que imagina más volátiles. El objetivo de corto plazo es evitar una derrota mayor en la votación legislativa “en serio”, la que define la composición del Congreso, y para eso hay que mantener la intensidad y evitar que alguna dirigencia proclive a cruzar de vereda se apure a hacerlo o le suba el precio a su lealtad.

Lo hizo más por reacción que por acción. Después de la presentación en Tecnópolis, a parte de la tropa le quedó la sensación de que no eligió las mejores formas.

Aun a los acostumbrados a decodificar y entender lo gestual como mensaje, no los convence la Cristina que se sale de libreto. Les preocupa que aquellas frases para zafar en el boca de urna de Menem y Rodriguéz Saá con el “ganamos en Perico” o las “mesas de Necochea” ganadoras se parezcan tanto a las del triunfo en la Antártida o el voto qom que mencionó la Presidenta después del tiempo suficiente para otro tipo de conclusiones.

Muchos señalan en voz baja lo que no se animan a decir en público y en lo que coinciden con la mayoría de los votantes de a pie, que suelen mirar la política con ojos menos sofisticados. Quedó en evidencia en la campaña: el elenco oficial tiene cada vez más figuras para esconder que para mostrar. Los votantes, con derecho, hubieran preferido en la jefa del kirchnerismo un tono menos confrontativo, una duchita al menos de humildad genuina. A unos y otros les quedó la sensación de una Presidenta desbocada, que dejó confusión y fastidio.

Hacia afuera, el dato principal del que tomó nota Cristina es la aparición de la oposición. El kirchnerismo siempre elige a sus adversarios, antes de ser elegido por ellos. Siempre eligió con quién confrontar, y prefiere las pujas inmensurables.

Cristina reedita lo que ya le dio resultados: que sus opositores no sean políticos. En ese sentido, apunta la frase maradoniana sobre los suplentes. Como un “vos sos de la B”, que intenta instalar en la sociedad, seguramente en vano. Busca sacar de la cancha a los candidatos, los únicos con los que, como mostraron las PASO, corre el riesgo de perder. Contra el resto no hay votos para contar, no hay resultado. Hay relato y no estadística.

Las PASO vieron la luz durante su gobierno y debutaron después de las legislativas de 2009. No escapa que, de haber existido como elección previa en aquel momento, nadie se hubiera sorprendido (y hasta alguien imagina que evitado) con la derrota que el dream team de Néstor, Scioli y Nacha Guevara, entre otros cracks, sufrió frente al módico “alicate” televisivo del debutante De Narváez.

Entonces, que el enemigo sean los fondos buitres, el tribunal de Ghana, la aristocracia o Magnetto, antes que avivar “giles” de la política que después te hacen contra y encima te ganan. A lo sumo, elegir de rival a Macri, quien se queda sólo con el voto porteño, un distrito que se sabe perdido de antemano.

Pensando en el largo plazo, a los “titulares”, como los llamó Cristina, también les mostró los dientes. A banqueros, industriales, gremialistas y sectores a los que apuntó no los usó solamente como cortina de humo o para convertir a los políticos en actores de reparto.

Imagina que en el mar de ese futuro no van a escasear los tiburones y teme que una mínima herida, una huella de sangre tras las primarias, pueda envalentonar a muchos de los que tienen cuentas pendientes y quieran cobrar la factura antes de tiempo. Busca evitar que el tránsito de aquí a 2015 sea una carrera de obstáculos, que el viento de cola se convierta en tormenta de frente y quedar sola y debilitada en medio de esas tempestades cosechadas.

Lo hace a su modo. Alguna bibliografía política dirá que cuando se pierde la capacidad de construir poder, conviene mantener intacto el poder de daño.