A Macri le gusta denunciar el mesianismo a través del ejercicio de un personalismo extremo, lo cual permite evidenciar que la política no puede realmente ser analizada sobre la base del desarrollo de auto descripciones, sino en relación a un esfuerzo de registro de los rastros reales y efectivos que arrojan sus protagonistas mientras intentan proceder a realizar simulaciones de lo que no son. Para gran parte de JxC se ha convertido en un fetiche recurrente traer para sí ideas conceptuales como la república, el populismo o la libertad, para hacer de todas ellas un paquete de lo que estaría faltando en sus rivales, y por lo tanto, de lo que sobraría en ellos mismos. Ese partido sería democrático, permitiría la libertad entre sus integrantes y no tendría líderes más que en un contexto de equipos de trabajo y de discusión colectiva.
Pero Macri anuncia lo que no hará mientras está solo en un video, solo y tranquilo; no lo acompaña nadie del aparente equipo que entre todos ellos existiría y su relato es el del proceso reflexivo de alguien que en la soledad de sus viajes habría llegado a una decisión personal sobre la cual se permitiría adornar cómo contarla, cuándo y a quién. Como un mesías que puede ver el futuro, el líder transmite lo que estaría por pasar en la república, abriendo con su gesto el camino hacia la tierra prometida.
Su anuncio puede ofrecer interesantes reminiscencias con la Cristina Kirchner de 2019, que también como una mesías –en ese caso una muy mala, según sus rivales– habría logrado construir una jugada mágica hacia el futuro electoral colocando a su impensado verdugo en una fórmula electoral imbatible para los amantes de la libertad. Ella también usó las redes sociales para lanzar la sorpresa. Y aunque en un formato no idéntico, dejaba como ofrecimiento una paso al costado del proceso de manejo de ese próximo gobierno. El shock fue abrumador y probablemente no permitió que en ese proceso nadie pudiera recuperarse. Macri busca también ahora su propio shock.
La política argentina se ha sobrecargado de una tensión fundamental sobre la base del reemplazo de la política en sí misma por un sostenimiento del protagonismo cruzado entre las fuerzas en conflicto. Demasiada gente en el kirchnerismo y en JxC sobrevive a través de la promesa a sus respectivos públicos de que en la misión próxima se podrá proceder a eliminar definitivamente a sus rivales, haciendo que el eje central de sus esfuerzos sea la batalla y no un proceso de síntesis o de acuerdos en relación a la complejidad y variedad que Argentina, como cualquier país, ofrece.
La pregunta sobre el video de renuncia de Macri puede adaptarse sobre la base de una interrogación alternativa: ¿es un discurso contra el conflicto que mira al futuro o es en realidad la política del pasado y el presente por medios aparentemente alternativos? Es la segunda opción.
La figura amenazante de Javier Milei no puede explicarse sin ser incluida en esta dinámica que ya se vivencia como interminable. Su presencia es la de otro mesías, ya que es solo él y su potencia, su bronca y sus conocimientos de economía, lo que permite imaginar un destino alternativo en una comunidad decepcionada que ya no logra ver su futuro, porque la política le ofrece, incluso los republicanos, una batalla que se extiende en el presente. Milei no es la derecha, aunque su discurso pueda ser descripto de esa manera, sino la rabia del desengaño y la frustración. Sobre esa plataforma de lanzamiento, el cielo es solo su límite.
Milei se beneficia además de un proceso de invidencia en el que quedan atrapados estos mismos en tensión. Para La Cámpora y los fanáticos y fanáticas de JxC todo podría únicamente ser detallado sobre la base de sus mundos opuestos, de modo que todo lo que no sea ellos mismos, requeriría de ser localizado en aquellos moldes que utilizan una y otra vez.
Si Milei se expresa con pensamientos conservadores, sería automáticamente un equivalente funcional de JxC y su electorado. Pero si la hipótesis de Milei se permite alternativa se podría trabajar sobre la revisión de evidencia de su ya efectivo episodio electoral en el que el mismo Milei en 2021, en la Ciudad de Buenos Aires, se mostró peligroso y arrebatador no solo de votos de JxC, sino del FdT. Como sobreviven creyendo que todo es esa batalla final por la derrota del maldito oponente, nadie logra ver y entender lo que realmente sucede con Milei. Ciegos entre ellos, juegan al riesgo de su desaparición simultánea.
La insistencia en los conflictos internos dentro del peronismo y de JxC actúan como una duplicación de la ceguera incluso hacia dentro de esos espacios, algo por lo que Milei no tiene por ahora necesidad de transitar. JxC dispone al público su litigio como si la elección ya estuviera ganada, transformando su dinámica partidaria (si es que tiene alguna) en un conflicto similar a lo que podría encontrarse entre un gobierno y una oposición, buscando ganar una interna como si ese mismo resultado fuera el ticket definitivo hacia la presidencia. En ese acto caníbal ponen en riesgo las sensaciones de agotamiento de su posible público, que no hace otra cosa que verlos como parte de un sistema político repetitivo. La falta de creatividad es uno de estos síntomas.
La Cámpora hace de cuenta que está en 1974 preguntando por qué está el gobierno popular lleno de gorilas y casi a punto de pasar a la clandestinidad. Y algunas facciones de JxC creen interesante colocar carteles en las autopistas asegurando de que es momento de “poner orden” como si se tratara de dar fin al experimento de Isabel Perón. Algo poco original se reproduce mientras Milei se aleja como aquello únicamente diverso.
Alberto y su regreso a la indecisión
Macri no es ninguna excepción a esta oferta operativa. Siguió los días posteriores a su anuncio interviniendo de manera directa en la elección del candidato a Jefe de Gobierno porteño y asegurando que su apoyo sería solo a quien asegurara los cambios reales, es decir los que él considera reales, y no los que el partido acordaría como necesarios producto de alguna evaluación coordinada entre los equipos técnicos propios del espacio.
Como un árbitro, como quien ve lo verdadero, como el líder que decide los “sies” y los “noes”, sigue su camino personal, y que todos aplauden como un supuesto gesto de grandeza y de dominación de su conflictivo ego, pero buscando ser lo que tiene de a montones la política local, en el que los liderazgos se tratan como la manera de decidir los accesos a los puestos relevantes en cada caso que toque ser gobierno u oposición.
Milei no es una sorpresa, es una producción de la democracia local que encuentra en él la manera de reproducir la confianza en que la política, aunque de manera enmascarada, pueda seguir produciendo gobiernos que tomen decisiones. El mercado no puede decidir eliminar el Banco Central ni tampoco hacer diluir la moneda local para pasar a tener solo dólares como referencia única.
Si él lograra ganar, lo haría porque sería capaz, por lo menos en la fantasía de los votantes, de decidir sin problemas y convertir a través de él al Estado en una herramienta de transformación, justo e igual que sueñan los kirchneristas. Milei no lo sabe, pero él en realidad es la continuación de la casta, por otros medios.
*Sociólogo.