¿Vale más una escritura que una fotografía? Sin duda, en cualquier parte. Aunque, en el periodismo y en la política, los testimonios de una instantánea o una pose preparada suelen cotizar mejor que la rúbrica de un escribano. Disponen de una superior eficacia expansiva. Son, claro, características propias de profesiones en las que el humo, el escenario, cierta cultura televisiva, la ornamentación en suma, provocan más interés que el hecho mismo a convalidar. Del mismo modo que la mafia de los recolectores de basura siempre es peor que la de los médicos, cuando una –es obvio– puede ser más gravosa que la otra para la sociedad. Tanta disquisición doméstica sirve para introducir una fotografía en ciernes, quizá para después del Mundial de Fútbol, en la que por lo menos habrán de aparecer, juntos, la totalidad de los peronistas insignes que se oponen al matrimonio Kirchner. Léase Eduardo Duhalde, Francisco de Narváez, Felipe Solá, los hermanos Rodríguez Saá, Carlos Reutemann, Juan Carlos Romero, Ramón Puerta, otros ex gobernadores y dirigentes conspicuos, posibles firmantes en apariencia de una serie de medidas mínimas para distintas áreas, cuyo contenido –seguramente con generalizaciones obvias, tipo “insertar a la Argentina en el mundo”– exhibirán una contracara notable a los Kunkel, las Hebe de Bonafini, Guillermo Moreno, los Pérsico, los Aníbal Fernández, ese ejército itinerante que suele defender sin reparos al oficialismo.
Para el Gobierno, habrá de tratarse otra vez del regreso del “tren fantasma”, Sobre esa vuelta al horrible pasado de la futura fotografía, según el gusto de los K, habrá de concentrarse la respuesta electoral, más a cuestionar el tamaño, el color y los integrantes de la foto que del documento. Mientras, los otros, habrán de exhibirse como impulsores de cierta unidad de pensamiento, eludiendo por un rato los personalismos, intentando ofrecer un ejemplo de concordia partidaria que reclaman las encuestas. Asumirán estos peronistas objetores un cuerpo y rol del cual se desentiende cierta Argentina colonizada, la que define el vacío con la siguiente frase: “Enfrente no hay nada”. Piensan, claro, que el último triunfo de De Narváez en Buenos Aires se construyó no sólo con sus recorridas bonaerenses y participaciones en el programa de Tinelli, sino también en otra fotografía olvidada, la que lo integró con Mauricio Macri y Solá, revelación –nunca mejor el término– de que el aspirante millonario constituía una sociedad anónima, que no estaba solo y cuyo capital, como suele suponerse, era superior –por el humo– del que consignaba un análisis inicial. De ahí que en política y periodismo las fotografías pueden valer más que las escrituras.
Tal vez Macri podría sumarse a ese criterio unificado del peronismo federal o disidente con relación a medidas específicas. No parece la fecha ni la oportunidad el fin del Mundial; quizás aguarde otros tiempos, aunque va en la misma línea. Las medidas a enunciar no son los ambiciosos consensos, se trata de una categoría más terrenal, efectiva y cotidiana. Ya en Diputados, con el resto de la oposición inclusive, estos peronistas se manifiestan por iniciativas convergentes. Por ejemplo, en tres proyectos: l) Consejo de la Magistratura (sumar dos nuevos miembros), 2) revisión más exigente y cuestionadora de la forma en que la Anses gasta los recursos de los jubilados y 3) una modificación al Indec con cambio de tutela (al jefe de Gabinete), quizá de metodología (evitar que se anulen las mediciones provinciales como pretende Kirchner, molesta por mediciones que afean sus propias estadísticas) y hasta con la restitución del personal que en su momento expulsó Guillermo Moreno. Tal vez estas ideas choquen y se neutralicen en el Senado, pero harán la prueba luego de sortear Diputados.
Néstor demostró que no esperará al Mundial ni a las fotografías, ya inició su campaña y opera en distintos frentes. Le fue bien con la Justicia y Telecom, pero no prosperan algunos compradores afines: se deslizó al barranco Ernesto Gutiérrez –a quien el intendente de Quilmes le produce un film testimonial en su contra por un episodio sangriento del pasado–, al parecer por no disponer de los fondos necesarios para la oferta, y Cristina, a su vez, le impidió a Hugo Bossio que le facilitara capitales de la Anses. También, en la última semana, habría fracasado el intento de Raúl Monetta y Matías Garfunkel en Italia para incorporarse en otra oferta: vetados por Telefónica y sin los avales que exigía el comprador, regresaron al país con cierto disgusto. Lo de Garfunkel también tropieza en picada y hacia el fondo: ha hecho gastos millonarios en los últimos tiempos y parecería que su envergadura económica no es suficiente para una operación como la de Telecom. Nadie sabe tampoco si, en ese frustrado viaje a Italia, aportó la asistencia personal de Jorge “Corcho” Rodríguez, aquel novio de Susana Giménez devenido hoy empresario en ascenso, al que más de uno –quizá equivocadamente– le otorga complementación al negocio por su influencia en ciertos círculos oficiales.
Más entusiasta, sin embargo, se lo advierte con su ofensiva a Clarín, grupo al que ahora parece vaciar del uso de la sigla AEA que contenía a las empresas más importantes del país: logró que varias renunciaran a su afiliación, abandonaran en suma a Héctor Magnetto, y otras ni siquiera concurren a las reuniones (construcción, por lo menos). Ayer hubo asperezas en un encuentro informal y, para el lunes, se imagina cierta tensión y conflicto en una cumbre de la organización. Es que muchos integrantes dependen del Estado (como los dimitentes Arcor, Petrobras, Gas Ban, Loma Negra, TBA), otros temen represalias por prohibiciones a la importación (Arcor) y, la mayoría, en última instancia es sensible –en materia de precios– a los llamados telefónicos de Moreno: no quieren escucharlo con exigencias del otro lado de la línea. De promisorio futuro para AEA, por lo tanto, ni hablar.
Para Clarín tampoco serían buenas noticias una amenaza judicial que se instrumenta contra un socio de Héctor Magnetto, semejante a la que pesa y se revuelve contra una familia de un diario tradicional. No son las únicas estelares, ya que en el mismo nivel se reporta otra contra Francisco de Narváez, quien estaba feliz porque lo apartaron de la causa de la efedrina y, ahora, debe responder por otra. ¿Se puede pensar que la política está detrás de estas situaciones? Mauricio Macri asegura que sí. Cuestiones, claro, que una mente simple no puede entender, aunque sí es claro el lapidario informe del GAFI sobre el lavado de dinero en la Argentina: es probable que, en poco tiempo, el Gobierno le eche la culpa a los bancos. Aunque no demasiado para que no se alteren los volátiles mercados. Entre tanto, la campaña presidencial continúa.