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PANORAMA económico

El país elige si le da una oportunidad más al peso

El destino de la moneda es el eje de la diferencia entre los dos modelos en pugna.

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Sepa el pueblo votar. | Pablo Temes

El país define hoy si le da una oportunidad más al peso argentino (quizá la última); o si, definitivamente, comienza un proceso de dolarización de su economía. La primera alternativa es la que propone Sergio Massa. La segunda es, junto con la demolición del Banco Central de la República Argentina (BCRA), una de las dos ideas fuerza que Javier Milei considera irreductibles para salir de la crisis. El candidato de Unión por la Patria (UxP) asegura que aún es posible rescatar y fortalecer la moneda doméstica, sobre la base de lograr superávits gemelos ya en 2024. El líder de La Libertad Avanza (LLA) considera que el peso ya es historia y que en un proceso no mayor de dos años la divisa norteamericana (o cualquier otra que los residentes elijan) será la que regule las transacciones comerciales, cambiarias y financieras del país.

Cerca de Massa, nadie menciona que se esté hablando de la prueba final para la supervivencia del peso. Ni mucho menos. Pero toda la economía reconoce que la propuesta de Milei de terminar con la moneda soberana llegó lo suficientemente lejos (nada menos a un balotaje presidencial con resultado imprevisible) como para considerar que un nuevo fracaso en los intentos de equilibrar las variables macroeconómicas y restablecer algo de credibilidad en el agonizante (desde hace décadas) peso argentino provocaría la avanzada final de la infantería de finalización definitiva de la moneda doméstica.

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Existen dos máximas en la economía que en la realidad argentina de este domingo de elecciones se consideran como pocas veces en la democracia moderna. Esa recuperada en 1983 y que está cumpliendo 40 años. La primera, vinculada a las ciencias sociales, define que la economía sigue a la política y no al revés. Esto quiere decir que primero debe definirse una situación de poder y quedar en claro quién lo detenta y quién puede ejecutar decisiones que se transformen en realidades, para luego pensar que esa persona (o grupo de personas) puede imponer reformas económicas que cambien una situación. Más si se trata de un momento de severa crisis, como la actual. La segunda máxima es exclusiva de la economía, y menciona que ningún plan económico puede tener éxito si no detenta un insumo fundamental e imprescindible. No es la soja. No es el petróleo. Ni siquiera tener dólares. Es la confianza. Sin confianza, y mucha, ninguna medida puede tener éxito. Es la unión de ambas máximas de lo que debe disponer el próximo presidente en el capítulo, junto con la inflación, para solucionar el problema básico para reconstruir la economía del país: no tener moneda.

Un poco de teoría. Para que el dinero legal de un país cumpla sus funciones y sea aceptado por los operadores financieros y cambiarios de un país, debe cumplir tres funciones básicas. Hay muchas explicaciones teóricas y exposiciones sobre filosofía económica que explican las condiciones pétreas que una moneda debe detentar, sí o sí, para ser aceptada por el público. Tomamos la que se publica en el manual de educación financiera del español Banco Bilbao Vizcaya Argentaria (BBVA), que menciona las tres funciones básicas que debe cumplir el dinero.

  • Medio de cambio, porque es intercambiable por otros bienes y servicios. Esta función es la principal y anula el trueque.
  • Unidad de cuenta, porque determina el precio de cualquier bien en función de una cantidad de dinero.
  • Depósito de valor, debido a que podemos ahorrar dinero para conservar riqueza.

La condicionalidad de las tres funciones es que se deben dar todas a la vez. Si una no se encuentra en una moneda de un Estado, no ofrecerá luego la función global que el dinero debe ofrecer al público. En la situación actual de la Argentina, la conclusión es simple. En principio, y de una manera polémica y discutible, el peso cumple las primeras dos funciones. Es medio de cambio y trueque, porque aún se utiliza para intercambiar bienes y servicios, pero de manera limitada. Por ejemplo, en el caso de bienes inmuebles y algunos muebles, no se aceptan pesos y se exigen dólares. En cuanto a la unidad de cuenta, también es una realidad polémica. Si bien los precios de la economía están determinados en moneda doméstica, aparecen las mismas excepciones que en la condición de medio de cambio: inmuebles, bienes de lujo y con valor agregado y, lo peor, insumos para producir son especificados en dólares. Incluso en momentos de tensiones cambiarias y explosiones inflacionarias, la condición de unidad de cuenta se suspende hasta que “aparezcan nuevos precios”. Se discuten entonces las dos primeras condiciones.

Pero lo que no admite polémica es la tercera. El peso dejó de ser unidad de valor hace años. ¿Desde cuándo? Quizás haya que remontarse a mediados de 2006, cuando comenzó a descontrolarse el equilibrio de precios en el país. Pero lo cierto es que hoy el peso es una moneda rechazada. Muy. Casi al extremo de no considerarla válida para sostenerla en un bolsillo más allá de un par de días. O se gasta o se transforma en divisas.

Es esta realidad la que lleva a la opción de hierro que deben definir los votantes este domingo. Hoy el peso argentino no cumple sus funciones. Entonces, ¿se le acepta una oportunidad más o se le da su adiós definitivo?