Desde hace unos años se pusieron de moda - primero como un excentricismo del lejano Japón y luego como una realidad cada vez más concreta a nuestro alrededor - los mini departamentos. Estos espacios de entre diez y quince metros cuadrados, se volvieron simpáticos y atractivos, no solamente por los altísimos precios de los alquileres en las grandes ciudades que muchas veces se vuelven inaccesibles para los jóvenes profesionales, sino también por sus curiosos muebles multifunción: cama, sillón, armario; o guardarropa, mesa, escritorio.
Hasta hace unos años, el teléfono y la computadora eran un bien familiar, y no una necesidad personal. Usualmente se encontraban en la sala de un hogar, y su uso se dividía - incómodamente - entre los habitantes de la casa. Hoy damos por descontado que cada uno de los miembros de una familia debería tener su propio teléfono, e incluso su propia computadora.
Los mini departamentos, las computadoras personales y los teléfonos como una extensión de nuestra mano, no solo responden a necesidades del mercado en el siglo XXI, sino que fundamentalmente son una expresión del surgimiento de una nueva forma de individualismo en nuestro tiempo.
Como dice la investigadora Paula Sibilia en su libro titulado “El Show del Yo”, el 2006, la Revista Time eligió a “Usted!” como la personalidad del año. Sí. Usted, yo. Nosotros. Vos. El ser humano de pie. De hecho, un espejo brillaba en la icónica tapa de la revista, para que los lectores puedan apreciarse. Es curioso que, el lugar que alguna vez ocuparon el George Bush, Barack Obama o Martin Luther King, pasó a estar ocupado por todos nosotros.
Sibilia habla de una incitación permanente de la individualidad que termina derivando en un “yo hipertrofiado”. Las tecnologías emergentes permiten expandir las fronteras físicas de la individualidad. Yo puedo ser mi propio fotógrafo, editor, representante y docente. Puedo crear mis propios contenidos y difundirlos, produciendo un reallity show de mi propia vida. Así, la pantalla de nuestros teléfonos se convierte en una ventana al mundo en donde todos somos al mismo tiempo consumidores y productores de contenido personalizado. Donde todos vivimos experiencias tailor made, a medida, porque somos seres únicos e irrepetibles. Como probablemente ya se habrán dado cuenta los usuarios de Netflix, hasta la imagen de portada de una serie o película está adaptada a nuestros gustos particulares.
En ese contexto de personalización e individualidad, la vida en comunidad indefectiblemente sufre modificaciones. Las relaciones de pareja y de amistad, se ven afectadas, así como también la participación política, la vida familiar o los encuentros religiosos. Las consecuencias sociales de esto están muy bien retratadas en La era del vacío de Gilles Lipovetsky. El ensayista francés resume el espíritu individualista de nuestro tiempo como la tendencia a vivir por uno mismo sin preocuparse por la historia, las tradiciones y la cultura.
Pero no deberíamos necesariamente tener una mirada pesimista del futuro de la sociedad. Sencillamente estamos experimentando una modificación en las relaciones sociales tal como las conocemos, que evidentemente chocan con las percepciones que tenemos sobre lo que debería ser. Y esto es lógico. Nuestra sociedad fue construida para contextos muy diferentes, donde las instituciones intermedias (familia, iglesias, clubes), tenían un rol fundamental.
Las redes sociales hoy en día ocupan un rol importante en la sociedad. Si bien es cierto que pueden fomentar el aislamiento individualista, también pueden contribuir a nuevos tipos de relacionamiento social donde la tecnología es un aliado fundamental. En definitiva, la tecnología no es buena ni mala en sí misma, sino que su impacto en la sociedad depende de cómo se utiliza.
¿Qué rol ocupan las redes sociales hoy? ¿Avanzamos hacia un aislacionismo individualista? ¿O hacia nuevos tipos de relacionamiento social donde la tecnología es un aliado fundamental?
*Autor y divulgador. Especialista en tecnologías emergentes.