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¿El sol sale para todos?

 eclipse solar anular 20210610
eclipse solar anular | shutterstock

Agradezco a quien corresponda el haberme otorgado el espacio de estas líneas para manifestar mi luminoso desconcierto. Tantas páginas escritas sobre mi rival del cielo, la del merodeo nocturno, seductora, cambiante, la Luna, que aúna lo lleno con lo nuevo. Nunca comprendí por qué se la llama Nueva cuando nadie la ve. Desprovista de luz, sigue siendo nombrada, como si mi ausencia la colmase. Tantos visajes manifiesta en el calendario lunar: Cuarto Creciente, Llena, Cuarto Menguante, Nueva… Mientras que el sol es solamente sol. Incluso me acusan de hiriente, fomentador de espejismos, causante de orzuelos y herpes, absurdo culpable de un crimen en una de las mejores novelas francesas del siglo XX. “Fue el sol”, dijo Meursault, cuando tuvo que justificar sus cinco balazos. 

En estos días de privilegiada tibieza otoñal, pocos festejan mi presencia. ¿Tan gastada anda la contemplación que ni el cielo observan? ¿Era necesario un dios para que irguiesen sus miradas? ¿O es que las personas andan cabizbajas por menguantes, sin calendarios que les pronostiquen plenitud? Para aquellos que me tienen sin metáforas –a diferencia de la mencionada, favorita de los poetas, a quien el mismísimo Borges le dedico un libro–, les acerco mi patrono de la literatura italiana, Lampedusa, que así me describe: “El sol, disipado ya su seño de carnicero, se conformaba con ser un risueño, aunque brutal, dispensador de energía, y también un mago que engarzaba saltarines diamantes en cada minúsculo rizo del mar.” 

Aprovechen que ando tibio por los cielos, mi energía risueña quizá los libre del triste deambular.