Es difícil sustraerse al mundialismo aunque uno lo intente, así que me dejo arrastrar hacia esa nadería acompañado del manual de comunicación (imagino que con el asesoramiento de las más importantes lingüistas, expertas en ideología lingüística en la prensa, y agudas analistas de la complicada articulación entre discurso y discriminación) elaborado por esa institución eminentísima que es el INADI.
Las personas de bien esperamos la intervención de oficio del Instituto en relación con la difusión en la televisión satelital del nuevo remix del clásico “Escuchen, corran la bola” que avanza sobre territorios inexplorados todavía, como la asignación de identidades sexuales en relación con un vínculo que podría pensarse en un más allá de los trascendentales: ¿que un hombre “heterosexual” se involucre eróticamente con una “mujer trans” lo convierte en “puto” (entrecomillo los nombres, porque son designantes siempre provisorios, sujetos a revisión constante)?
Como no sabía quién era Kylian Mbappe, lo guglié. Y llegué a un archivo PNG donde aparece en cueros junto con nuestro Messi y con Neymar en un vestuario del PSG.
Esa foto de inmediato me remitió a la frase que ya está en el imaginario colectivo para justificar lo que hoy pudiera suceder durante el partido contra México: “es que los jugadores argentinos son chiquitos”.
“¿Subalimentados?”, uno pregunta. No, son chiquitos. Messi parece, efectivamente, un souvenir de bolsillo al lado de los otros dos (que, sin embargo, no son europeos). Espero el pronunciamiento del Inadi sobre este confuso lazo entre resultados deportivos, razas y clases.