La noticia no pudo llegar en mejor momento. Un amigo que se llama Manuel vive en un apartado villorio de la España profunda, donde sostiene un emprendimiento de quesos y embutidos de oveja. Digo mal: vivía. Se ha pasado la mayor parte de 2022 habitando diferentes apartamentos del barrio de Palermo (que ha adoptado como nuevo pueblo propio) por razones del corazón.
Ha viajado ya tres veces (se queda tres meses en Buenos Aires y vuelve un mes a su aldea). Como es consciente de las dificultades cambiarias que implica vivir en nuestra patria, lo ha probado todo. Primero venía cargado de euros hasta el límite admisible por las autoridades aduaneras. Al principio, alguno de sus amigos de la red de charcutería de la que participa le cambiaba dinero. O mejor: aceptaba sus divisas y a cambio de eso le prestaba una tarjeta de débito (¿quién no tiene una cuenta en desuso?) cargada de pesos.
Como el asunto podía despertar las alarmas de las autoridad fiscal, me contó que sus amigos comenzaron a retacearle esa ayuda imprescindible para sostener sus amores.
Ha viajado ya tres veces (se queda tres meses en Buenos Aires y vuelve un mes a su aldea)
Alguien le recomendó un nuevo método: transferir dinero a Buenos Aires desde su cuenta europea mediante Western Union que, aparentemente, liquida las divisas a un tipo de cambio conveniente para los extranjeros. Quedaba en pie el intríngulis de cómo resolver el delicado asunto del transporte de todos esos fajos de billetes de 1.000 o 500 (alguna vez parece que le dieron incluso toneladas de papeles de 200).
Como yo tengo un apego a la legalidad absoluto, traté de conseguirle una de esas cuentas bimonetarias para extranjeros, pero en el Banco Nación (la única entidad que la implementó) no hallé modo de contratarla (al menos a través de internet, y no me iba a hacer una cola por una historia amorosa ajena).
De modo que todas recibimos con la algarabía del caso la buena nueva: ahora los Manueles del mundo podrán venir a visitar a sus novias y usar sus habituales medios de pago con un tipo de cambio mucho más parecido al real: el dólar Manolo, lo llamamos, que se suma a la ya larga lista de oficiales: el dólar Coldplay, el dólar Qatar, el dólar Netflix. Nos falta el dólar Conicet, para poder asistir a congresos.