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El viento de cola de Macri

La historia tiene sus ciclos y los presidentes encarnan el clima de época. La gran mayoría de los gobiernos de la región siguen una tendencia que comparten con sus vecinos porque las condiciones de posibilidad los hicieron presidentes y no al revés.

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DAVOS: Macri, protagonista del nuevo ciclo. | cedoc

Poco antes de las elecciones de octubre de 2015, Lula hace el último viaje a la Argentina con Cristina presidenta. Antes de regresar a Brasil, le pide a Scioli que vaya a verlo al hotel Alvear. Scioli sube a su habitación, lo recibe Lula en bata, recién salido de la ducha, y le dice: “Daniel, usted tiene que ganar esta elección, porque si usted no gana, en toda Latinoamérica habrá un giro a la derecha”. Y así fue.

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En Santo Domingo comenzó todo para Latinoamérica. Allí llegó por primera vez Colón al continente y allí se inició la ola de democracias que en los años 80 extirparon las dictaduras militares de América Latina: primero Santo Domingo, después Ecuador, luego Argentina, más tarde Brasil. Antes de los años 80, solo cuatro de los 21 países latinoamericanos eran democracias: México, Venezuela, Colombia y Costa Rica. A cuarenta años de la definitiva instalación de la democracia en la región, el International Institute for Democracy and Electoral Assistance organizó en Santo Domingo un foro para debatir sobre el superaño electoral de 2018, cuando habrá seis elecciones presidenciales, y tres de ellas en países que se ubican entre las cuatro mayores economías latinoamericanas: Colombia el 27 de mayo, México el 1º de julio y Brasil el 7 de octubre. Solo cada 12 años coinciden elecciones presidenciales en Brasil y México, los dos países más grandes, uno con períodos de cuatro años y el otro de seis.

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Se reunieron en Santo Domingo cuatro ex presidentes: Ernesto Samper, de Colombia, y actual secretario de Unasur; Carlos Mesa, de Bolivia, predecesor de Evo Morales; Vinicio Cerezo, de Guatemala, y Leonel Fernández, de República Dominicana; la actual vicepresidenta de este país, Margarita Cedeño; ministros como el actual de Justicia de Brasil, Torquato Jardim (quien anticipó la condena de Lula); jueces, entre ellos el del fuero electoral de México, José Vargas Valdés; senadores, diputados, delegados de Cepal, OIT, académicos y periodistas. Fuimos 44 personas para debatir horizontalmente y exponer cada uno en diferentes paneles. A mí me tocó, junto con el ex presidente boliviano Carlos Mesa, quien fue periodista, el panel “Impacto de las redes sociales y la posverdad en la democracia”.

En un contexto donde dos libros casi homónimos –How Democracies Die, de los profesores de Harvard Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, y How Democracies End, del profesor de la Universidad de Cambridge David Runciman– reflejan regresiones democráticas en la periferia de Europa y en Asia, refiriéndose a Latinoamérica Ernesto Samper citó a Churchill al decir: “Soy optimista porque es más útil”.

Pero su optimismo no se apoyó solo en el voluntarismo porque, por primera vez después de una década, desde la crisis de Lehman Brothers en 2008, crecen simultáneamente los tres grandes bloques económicos del mundo, Estados Unidos, Europa y Asia, al mismo tiempo que el precio de las materias primas mantiene su tendencia al alza: 13% en 2017 sobre 2016.

Esto significa el fin de tres años seguidos de recesión en Latinoamérica, donde la economía del subcontinente en su conjunto cayó 0,4% en 2015, 0,9% en 2016 y 1,1% en 2017, mientras que para 2018 se prevé un crecimiento de 2,2%. Y la caída ya venía de antes porque, después de tener entre 2009 y 2011 el ciclo latinoamericano de mayor crecimiento económico de su historia, interrumpido en 2009 por la crisis de Lehman Brothers, la economía de la región rebotó creciendo en 2010 el 6%, en 2011 el 4,3%, en 2012 el 3,1%, en 2013 el 2,5%, y ya en 2014 solo 0,7%, anticipando la caída del producto bruto que se venía.

Y la política, por lo menos la de corto plazo, depende de la economía. Mientras las economías crecen, los oficialismos cosechan aplausos. En los 90 el crecimiento que trajeron los gobiernos pro mercado con sus privatizaciones no solo aumentó el producto bruto latinoamericano 3,2% de promedio anual, sino que creó un clima de satisfacción social a una mayoría, lo que generó el triunfo electoral del oficialismo en toda la región y la modificación de las constituciones de Perú, Argentina y Brasil, permitiendo por primera vez reelecciones: Fujimori, Menem y Fernando Henrique Cardoso. Este último fue el único estadista porque no quiso volver a forzar la Constitución para intentar un tercer mandato, lo que sí hizo Fujimori e intentó frustradamente Menem, y ambos terminaron enfrentando la cárcel.

El agotamiento del modelo económico neoliberal produjo “la media década perdida” entre 1998 y 2003, que desembocó en la mayor parte de Latinoamérica en un giro a la izquierda, que nuevamente, gracias al crecimiento económico del ciclo de las materias primas altas, hizo que ganaran las elecciones los oficialismos en toda Latinoamérica. Hasta que los precios altos bajaron y la rueda de la historia volvió a girar hacia gobiernos de centroderecha en la mayor parte de la región: Macri en Argentina, Piñera en Chile y Kuczynski en Perú, como temía Lula en su último encuentro con aquel Scioli candidato presidencial.

Macri no es solo Macri. Como tantas veces se insistió en estas columnas, la historia tiene sus ciclos y los presidentes encarnan el clima de época. La gran mayoría de los gobiernos de la región siguen una tendencia que comparten con sus vecinos porque las condiciones de posibilidad los hicieron presidentes y no al revés. El aumento del precio del petróleo que preocupa a Federico Sturzenegger porque aumenta la inflación (ver mañana el reportaje largo al presidente del Banco Central) al mismo tiempo es una señal positiva para la economía de todos los países emergentes. El problema de Latinoamérica es que su suerte sigue dependiendo de la ruleta de los precios de las materias primas. Hoy ya no hay, como hasta hace cuarenta años, una vía violenta de acceso al poder, ya sea a través de guerrillas o de golpes militares, pero los países de la región pasaron de crecer en promedio un 5,5% hace cinco años a menos del 1,1% en 2016 con los precios de las materias primas en baja. Entre 2004 y 2014, 60 millones de latinoamericanos salieron de la pobreza. Pero entre 2015 y 2017, 18 millones de ellos volvieron a caer en ella. En 2018, una parte podrá volver a ser clase media.

La mejor noticia para Macri es este viento de cola que soplaría en toda la región. El foro de Santo Domingo confirmó una conclusión obvia: la economía determina la política. Gorbachov quiso reformar la Unión Soviética con libertades políticas, mientras que Deng Xiaoping, con libertades económicas. La comparación de la China y la Rusia actuales es el mejor ejemplo de qué es causa y qué consecuencia. Macri debe tenerlo siempre presente. Extractivismo es igual a dependencia.

Dependencia de la ruleta de la fortuna.