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Carrió resucitada: Blancanieves con más de siete enanos para voltear

El despertar sulfúrico de Blancanieves que volvió del sueño con su flechazo moralizador. Se calzó las zapatillas del bowling y empezó a arrojar los bolos.

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Elisa Carrió. | Pablo Temes

Se despertó por un beso del Príncipe Azul: solo así se entiende la aparición rediviva de Elisa Carrió, pletórica por el sueño transcurrido y más interesada, en su bowling personal, por derribar a los palotes o pinos de su propio frente que a los del gobierno de los Fernández. Loable la energía de Blancanieves con más de siete enanos para voltear. Voraz, la resucitada también apuntó contra los socios del massismo, propios y ajenos, también a empresarios aprovechadores.

Pero su bombardeo interno hará explosión en la próxima reunión de las facciones opositoras ya que se suspendió el encuentro de la semana que viene, donde se esperaba que de entre todos los agredidos alguien le replicara con contundencia o le amagara el cachetazo que tanto demanda. Comentario machirulo, claro, de cualquier embadurnado, léase Ritondo, Monzó o Frigerio. Aunque variantes del género femenino, como María Eugenia Vidal o Margarita Stolbizer, quizás piensan lo mismo. Sin embargo, no suelen contestar en el Pro con el escándalo habitual del peronismo: allí las mujeres suelen resolver esos conflictos con una virulencia superior al de los cuentos infantiles, quizás más sinceras en sus malos modales.

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Por ejemplo, Graciela Camaño le sacudiría una bofetada como hizo con Carlos Kunkel o Malena Galmarini le diría “pedazo de forra”, como le espetó en público a Daniel Scioli (aunque también ella evitó el debate a pesar de que la asociaron con el señor Cloro y su fortuna). En general, damas de armas tomar, como aquella Juanita Larrauri que aun con 70 años llevaba una navaja por si había nubarrones.

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Elisa Carrió.

Curioso que una vengativa como Cristina Fernández de Kirchner haya mordido su lengua y atado sus manos ante una Carrió que, al margen de sus exabruptos internos, ha sido quien más daño jurídico y mediático le ha propinado en los últimos 20 años. Aunque disponga de un respetable número de votos, la viuda no puede salir a la calle ni asistir a un restaurante, menos a un espectáculo. Le debe esa inhibición callejera a la Blancanieves del otro relato, quien fue su partenaire en algún momento de la política, cuando compartían bancas en el Congreso.

El actual alegato del fiscal Luciani contra la corrupción del gobierno de Cristina se basa, como se sabe, en numerosas denuncias que inicio Carrió contra los Kirchner asistida por otras mujeres, como la santacruceña Mariana Zuvic y la emprendedora abogada Silvina Martínez. Con la difusión del fiscal, volvió Blancanieves del sueño —un regreso a los medios, en rigor— por el rastreo que se han hecho de sus viejas investigaciones y, descontando que se la va a reconocer como autora intelectual de los delitos denunciados, la emprendió con ese rédito de fama en la interna de Juntos por el Cambio, en particular dentro del Pro.

Una campaña para denigrar, apartar y hundir a determinadas figuras jurando que lo hace por decencia y garantizando la unidad partidaria. Dos fundamentos flojos de papeles. Parte de esa justificación a sus últimos actos se pondrán en juego en el próximo cónclave: hay mucha gente ofendida dispuesta a no convivir más con ella. O por lo menos, no soportar más el “tembladeral” que Carrió se ufana de haber producido.

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Más de uno había pronosticado la furia desatada: ella coleccionaba disgustos porque presuntamente Horacio Rodríguez Larreta no había cumplido con un compromiso de forzar la renuncia de un diputado en ejercicio para que lo reemplazara su favorito Fernando Sánchez, quien era suplente como legislador. Si había acumulado rabia, hay un dato imprescindible en esta nueva suerte de represalia pública que le impuso a varias figuras del Pro. Se relacionan con el futuro: el año próximo vencen los mandatos de una docena de legisladores propios y, de acuerdo a los nuevos posicionamientos —y a que Blancanieves permanecía en el limbo —, la Coalición Cívica no puede renovar ni la mitad de sus representados. Entonces, como fórmula de negociación más que por un inesperado ataque de probidad, Carrió se calzó las zapatillas del bowling y empezó a arrojar los bolos. Está en su naturaleza. No podía pasar catatónica tanto tiempo sin acusar a nadie de delincuente, una práctica que en la interna parece extorsiva.

Larga lista de sospechosos mencionó en una sola emisión televisiva, muchos de Capital y provincia, justamente donde le vencen los mandatos propios sin capacidad de renovación. Así, en la embriaguez de la transparencia, se despachó contra Cristian Ritondo, aspirante a gobernador, Emilio Monzó (quien la considera “una solista del siglo pasado”), Rogelio Frigerio (al que le imputó hasta amoríos), Alejandro Massot, también a radicales como Gerardo Morales o Facundo Manes, y al ladero de Patricia Bullrich, Gerardo Millman. Dardos cargados de veneno con la imputación de delincuentes que también atravesó la corteza de María Eugenia Vidal. Pensar que antes eran amigas.

El flechazo moralizador se apoya en una versión que nadie reputa de antojadiza. Como en todo el frente opositor se habló de una visible crisis institucional, con renuncia incluida del Presidente y sucesores femeninos, se barajaron nombres para enfrentar la eventual situación y a quien podría elegir la Asamblea Legislativa. Según mentas, Mauricio Macri deslizó que la Vidal podría ser una candidata potable y unificadora para esa oportunidad de irregular tránsito constitucional. Ese rumor motivó el mal humor de Carrió, se convulsionó para defender y sostener a Alberto Fernández, más que los propios amigos del mandatario. Justo surge el nombre Vidal cuando Carrió se imagina, para el 2023, compañera de fórmula de Macri. Al menos, es lo que ha confesado en su propia gratificación. Y, en consecuencia, Vidal pasó de ingenua muchacha de barrio a la reina del mal, la mítica Atalía, cuyo recuerdo siempre se lo reservaba para otra dama.

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Macri y Carrió.

En principio, el ingeniero boquense guardó silencio sobre la flamante aparición de Carrió, como si consintiera sus expresiones, al revés de Larreta y Patricia Bullrich, quienes hicieron un reproche módico. La jefa del Pro se relame: muchos la habían igualado en intolerancia a Carrió, pero después de este despertar sulfúrico de Blancanieves entiende que ha salido beneficiada con la calificación de “una persona más estable”.

Macri, al parecer, evitaba responder porque tal vez piense en una trampa: sabe que ella descargó fuego contra varios empresarios, entre ellos Nicolás Caputo, quien fuera el hermano del alma del ex Presidente. No vaya a ser que lo vaya a involucrar. Aparte, como los planteos de Carrió son contra Massa como “amoral príncipe de la política que cautiva dirigentes opositores”, a él le encanta cualquier denuesto contra el nuevo ministro de Economía: al margen de que lo considera un potencial candidato oficialista —al menos, sabe que ingresó al gobierno con ese propósito—, el ex titular de la Cámara de Diputados encabeza con holgura su hilera de los más odiados.

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A pesar de no figurar en el listado de delincuentes, uno de los incómodos por la denuncia es Diego Santilli, otro aspirante a la gobernación, quien no desea ser encolumnado como corrupto y, mucho menos, lo sospechen como un colaborador de Carrió para esos menesteres. O que se propaguen versiones de que ella está agradecida porque le vendió un centenar de vestidos de su nuevo negocio de ropa para un propósito solidario del Colo. Una tonta versión, al parecer. Pero ese tipo de incomodidades también afecta a Rodríguez Larreta, ya que a él le atribuyen haber mejorado la zona de confort de la Carrió en su vivienda de la provincia de Buenos Aires como también albergar en varios entes reguladores a militantes del espacio de Blancanieves.

Esforzado trabajador de la política, el alcalde le ha bolsiqueado dos allegados a su competidora Bullrich: uno, Omar de Marchi, convertido ahora en armador de la selección larretista y, el otro, Waldo Wolff, quien de arquero pasó a ser centroforward —se gana más fama y dinero— gracias a las habilidades como DT y manager de Jorge Macri. Aun con esos gestos le cuesta dormir tranquilo al jefe de gobierno que se derrite por la Presidencia: el silencio de Carrió es como el de la dinamita y Macri, diciendo poco y nada, recorriendo barrios en la provincia de Buenos Aires, se le ha acercado peligrosamente en las encuestas. La última habla de que solo dos puntos los separan.