Las intenciones del gobierno de Obama no son tan inocentes. Más allá de querer apoyar ciertos cambios dentro del mapa político de la región, busca dejar un legado en el cual EE.UU. recupera su capacidad de influencia en América Latina, limitando el accionar de potencias extranjeras y apoyando a gobiernos que evitan sostener una retórica antinorteamericana explícita. En este esfuerzo y en el contexto de crecientes crisis en Venezuela, Brasil y otros países, EE.UU. va a requerir socios en la región que jugarán un rol central en desactivar conflictos, contribuir a la paz y la estabilidad, y fortalecer los mecanismos regionales y hemisféricos de integración y cooperación, por lo cual Argentina y Cuba tendrán un rol decisivo.
La normalización de relaciones con Cuba anunciada el 17 de diciembre de 2014 fue el primer paso en un claro giro de la política exterior norteamericana hacia América Latina, que después del 11 de septiembre de 2001 se había desentendido con la región facilitando el rápido crecimiento de gobiernos de izquierda que embanderaban un discurso antiimperialista, promovían iniciativas integracionistas que excluían a EE.UU. y le abrieron las puertas a la inserción de
Rusia y China.
A diferencia de la complicada visita de Bush a Argentina en 2005, marcada por protestas, la muerte del ALCA y el auge de una ola de retórica antinorteamericana en la región, Obama llega a una Argentina que busca relacionarse con EE.UU., mientras que el chavismo y el PT se contraen en la escena internacional creando un vacío en el liderazgo regional, abriendo espacios para el surgimiento de nuevos protagonistas.
Cuba y Argentina, comparten varias características a pesar de sus diferencias ideológicas. Ambos gozan de un servicio exterior profesional y experimentado, así como mantienen un perfil alto en varios espacios multilaterales. También, apelan a diferentes sectores de la gama ideológica latinoamericana, aunque en su accionar internacional parece predominar el pragmatismo por encima de la retórica. En cuanto a diferencias, Cuba suma a su favor, la legitimidad otorgada por años de apoyo unánime de la región para su reintegración hemisférica, mientras que el gobierno argentino recién cumple cien días de prometedora gestión.
Las visitas a La Habana y Buenos Aires no sólo representan un cambio en la dinámica regional, sino los primeros pasos en la consolidación de una relación estratégica con estos dos países, apostando al pragmatismo, al multilateralismo y la pluralidad ideológica.
*Analista internacional.