Entre los ataques venenosos que está recibiendo últimamente el sistema educativo nacional, cuenta sin dudas el del asfixiamiento financiero. Es, entre todos los hostigamientos al uso, el de daño más inmediato. Pero empiezan a advertirse también, y no deja de ser preocupante, otros signos de un perjuicio avieso asestado a la dinámica misma de la enseñanza y el aprendizaje: el de infundir en los estudiantes un miedo visceral al pensamiento.
Antes hubo, no digo que no, un problema de otra índole, que parece haber consistido en cierta cristalización abstracta del así llamado “pensamiento crítico”, una precipitación por ansiedad a la formulación de “ideas propias”, sin antes detenerse en la tarea de discernir cuáles son las ideas ajenas, en qué consisten, qué presuponen, a qué responden, en qué derivan, qué premisas y argumentos las sostienen, en qué puntos y con qué objeciones es posible ponerlas en crisis.
Cierto apuro hacia el “yo pienso” parece haber debilitado, o abreviado en demasía, este tramo indispensable de elaboración de lo pensado por otros (porque se piensa, en definitiva, con y contra lo pensado por otros). Actualmente, sin embargo, es otro el problema que acucia: se imparte a los estudiantes, desde las más altas estructuras estatales, el temor a las ideas. Se intenta hacerles creer que ellos son frágiles y un tanto huecos, y que quedan por ende a merced de las ideas que otros (por lo pronto, los docentes) quieran “meterles”. Se los quiere persuadir de que, carentes por definición de recursos para afrontar lo que se les diga, precisan ser protegidos (como si se tratara de radiación o de algún foco infeccioso) de la exposición al pensamiento. Así es que, en consecuencia, y en lo concreto, se apunta a que sus docentes enseñen sin decir qué es lo que piensan, y por lo tanto sin dar a pensar; y tanto mejor si, para no correr riesgos innecesarios, consiguen directamente dar clase sin pensar nada.
Para tal fin, se induce a los estudiantes a denunciar a los docentes que piensen o que digan lo que piensan. Activada la denuncia, el Estado procederá a reprimir. Ya hubo casos.