Los cambios dentro del gabinete de ministros luego de la elección primaria y la batería de anuncios principalmente económicos que auguraban desde el oficialismo mejores expectativas a futuro, no alcanzaron para cambiar el rumbo electoral que se trazó en las PASO.
Algo que no debería sorprender siendo que la campaña estuvo atravesada por la intensidad de la grieta, acusaciones judiciales, debates deslucidos y declaraciones desafortunadas, dejando de lado “la agenda de la gente” y las dificultades que día a día aquejan a la mayoría de los argentinos.
La elección general tuvo varios aspectos que se destacan de otras elecciones. Por un lado, el nivel de participación electoral aumentó, tal como venían marcando las últimas encuestas, aunque quedó por debajo del promedio de las Legislativas al menos de 2009 a la fecha. La participación de esta manera superó al de las PASO de septiembre pasado en un 5%.
Por otro lado, el desempeño de las principales fuerzas políticas con el 91% escrutado hasta el momento. El peronismo si bien se presentó unido, llegó a su piso histórico con el 33% a nivel nacional y en la madre de las batallas, si bien mejoró su performance con el 38%, quedó por debajo de Juntos por el Cambio que obtuvo el 40%. La oposición, de esta manera, mejoró respecto a las PASO, sacando ventaja en los principales distritos y consolidando su poder en el Congreso, en donde el oficialismo pierde el quórum en la cámara alta.
Un condimento no menor se suma: la coalición de gobierno es percibida como en crisis por la opinión pública y ya días antes de la elección nuestras encuestas ponen en cabeza del liderazgo a Cristina Fernández por sobre el propio Presidente. Esta falta de cohesión e incertidumbre puede convertirse en un serio problema de cara a garantizar la gobernabilidad de los próximos dos años de gestión.
En ese sentido, emerge la necesidad de un cambio de dirección y una recomposición de la gestión de gobierno que se dé juntamente con diálogo y acuerdo no solo con otras fuerzas políticas y movimiento sociales, sino también hacia adentro del peronismo. Aquí la encrucijada a la que se enfrenta Alberto Fernández podría cerrarse aún más sobre la base propia a riesgo de no escuchar el llamado de las urnas, o podría abrirse del ala dura implicando una posible ruptura interna con la base política, que lo llevó al poder en 2019.
¿Será capaz Alberto Fernández de buscar acuerdos y diálogo por fuera del núcleo duro? ¿Contará con el apoyo de CFK? ¿Cuál será el lugar y diálogo con el resto de gobernadores peronistas? ¿Cuál será el papel de la oposición en este proceso?».
*Socia Directora de Management and Fit. Doctora en Economía y Empresariales.