COLUMNISTAS
opinión

Falaz uso de la bella palabra libertad

2023_10_29_libertad_eugene_delacroix_cedoc_g
| La libertad guiando al pueblo de Eugène Delacroix

Cuando le realicé el primer reportaje largo a Javier Milei en septiembre de 2021, me sorprendió que desconociera el texto de Isaiah Berlin Dos conceptos de libertad. La libertad negativa por la cual no existe un poder externo que impida o restrinja mi acción (a la que mayormente se refieren los libertarios y neoliberales), y la libertad positiva, que es aquella que crea las condiciones para poder ejercer la anterior, incluso hasta para tener conciencia de ella, como haber tenido la posibilidad de acceder a la educación y a la salud (y a la que mayormente se refieren los liberalsocialistas o socialdemócratas). La libertad “para” (positiva) y la libertad “frente a” (negativa). Isaiah Berlin es autor de otro texto imperdible, El erizo y el zorro, del que se desprendió una repetida frase que podría ser aplicable a la relación de Milei con Macri: “Muchas cosas sabe el zorro, pero el erizo sabe una sola y grande”. 

Pero la célebre conferencia de Isaiah Berlin al asumir la cátedra de la Universidad de Oxford sobre Filosofía Política, en 1958, tenía un antecedente mucho más fundacional del origen del liberalismo, del probablemente primer padre del liberalismo, John Stuart Mill, en su canónico libro Sobre la libertad, ya reconocía la diferencia entre “la libertad como la libertad de actuar y la libertad como la ausencia de coerción”. Y nuevamente en el siglo XX tres años antes del texto de Isaiah Berlin, Norberto Bobbio en Política y cultura, y años después De Hobbes a Marx agregó un tercer concepto de libertad: la libertad negativa libertaria, la libertad democrática o autonomía y la libertad positiva social. La creatividad de Bobbio, iniciador en la Italia de posguerra del movimiento liberalsocialista que se oponía tanto al comunismo como al capitalismo conservador, describió la síntesis del concepto democrático moderno de libertad que combina ambos en proporciones cambiantes dependiendo las épocas y condiciones de posibilidad pero donde el irrestricto enarbolamiento de cualquiera de ellas como única tiende al totalitarismo del Estado si solo prevalecen las libertades positivas que, en su fin de igualar todo, aplasta todo, y a la anarquía si solo prevalecen las libertades negativas con la autodestrucción de la sociedad y el regreso al estado de naturaleza.

Hay otro célebre texto sobre los diferentes conceptos de libertad aún más pretérito que el de John Stuart Mill, escrito por Benjamin Constant, líder de la oposición liberal a Napoleón, conocidos como los “independientes”, titulado De la libertad comparada de los antiguos frente a los modernos. Distinguía del concepto de libertad de las originales de las repúblicas griegas y romanas donde los hombres libres convivían con los esclavos y los libres de la plebe tampoco decidían. 

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

Para Constant aquella libertad de los aristócratas de la antigua Grecia y Roma era un ejercicio y responsabilidad mientras para los modernos el concepto de libertad estaba más asociado al goce, y también ya antes de Stuart Mill mencionaba la libertad como derecho a hacer algo (positiva) de que no existan impedimentos que otro ejerza para ejercer su derecho de libertad (negativa). Las libertades en los anciens regimes de quienes tenían la potestad de decidir estaban más asociadas a las cuestiones de Estado, la guerra con vecinos siempre latente, mientras  que las libertades modernas están más asociadas al comercio y la independencia en la vida privada.

Años antes de Constant, el autor intelectual de la Revolución francesa, Jean-Jacques Rousseau, escribió “El hombre nace libre, pero en todos lados está encadenado”. Paradójicamente los libertarios consideran a Rousseau como el primer socialista (comunista en su jerga), ahora que pretenden rescatar al ala no yrigoyenista del radicalismo considerando a Leandro N. Alem el primer liberal, ¿considerarán a Mariano Moreno, introductor de las ideas del Contrato social de Rousseau a la Revolución de Mayo, también, yrigoyenista, socialista protocomunista? Con la reaparición de Macri por momentos se extraña a Marcos Peña con sus billetes con animales.

Pero volviendo a Constant y De la libertad comparada de los antiguos  frente a los modernos no se puede obviar que la etimología de la palabra libertad, liber del latín solo se la comprendía en su origen por la existencia de la palabra esclavo, que era la más habitual de las condiciones de la mayoría de la población en las primeras repúblicas del mundo grecolatino previo al cristianismo. Fue la Iglesia católica la que comienza a popularizar el concepto de libertad interior común a todos los seres humanos (el libre albedrío de Aristóteles ), pero  llevó casi dos mil años abolir la esclavitud formal.

Por tanto, no sería lógico hablar de la palabra libertad sin unirla a liberación. ¿Liberarse de qué, tanto en el sentido positivo y negativo de la libertad? Lo que en cada época puede ser diferente: de la dictadura en 1983, ¿de la “casta” en 2023? ¿O de la grieta que venimos sembrando aceleradamente desde nuestra crisis 2002 y tiene sus reminiscencia de los vetustos años 70? De elegir bien de qué liberarse dependerá el futuro próximo de nuestra patria.

El  interesante nuevo libro de Enzo Traverso (entrevistado por PERFIL en 2021 antes de su aparición), actual profesor de la Universidad de Cornell en Nueva York (una de las ocho del prestigioso Ivy League junto a las universidades Brown, Columbia, Dartmouth, Harvard, Pensilvania, Princeton y Yale), se titula Revolución y su capítulo quinto lo dedica íntegramente  a “Entre la libertad y la liberación”.

Comienza citando a Robespierre, el “incorruptible” líder de los jacobinos en los albores de la Francia republicana de 1873: “La revolución es la guerra de la libertad contra sus enemigos”. La relación entre libertad y liberación cuando se la plantea como alguna forma de revolución siempre es conflictiva, Rosa de Luxemburgo en los albores utópicos de la Revolución rusa dijo: “Libertad solo para los partidarios del gobierno, por números que puedan ser, no es libertad en absoluto; la libertad es siempre y exclusivamente para el que piensa diferente”. Años después en la ex URSS millones de personas fueron enviadas a cárceles y campos de concentración por “crímenes contra el dogma de la infalibilidad”.

Traverso reflexiona sobre que la palabra libertad es una de las más ambiguas y polisémicas de nuestro léxico político: “Todo el mundo la pronuncia, pero nadie le da el mismo significado”, en muchos casos incompatibles.

Benito Mussolini escribió en 1932: “El fascismo representa la libertad y la única digna de tener, la libertad del Estado y del individuo dentro de él”. También en el otro extremo, el del imperio de solo libertades negativas, tampoco se necesita democracia. 

Como bien anticipaba Benjamin Constant un siglo antes sobre la contraposición de las libertades antiguas con las modernas más relacionadas con individuos atomizados y el goce, se promueve una sociedad de mercado donde la libertad es la libertad de comercio y libertad es sinónimo de propiedad, como lo expuso Friedrich Hayek en su libro Camino de servidumbre de 1944, donde  la democracia redistributiva “no era infalible”  y podía llegar a ser “tan opresiva como la peor dictadura”. “Una sociedad de mercado autorregulada al entrar en un conflicto insuperable con la democracia decidirá resolver la contradicción mediante la destrucción de esta misma”, escribe Enzo Traverso.

Volviendo a Rousseau y la crítica de los libertarios al protocomunismo de su Contrato social, en su Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad de los hombres, escribió: “El primer hombre a quien tras cercar un pedazo de terreno se le ocurrió decir ‘esto es mío’ y encontró gente lo bastante simple para creerle fue el verdadero fundador de la sociedad civil. Cuántos crímenes, guerras, asesinatos; cuantas miserias y horrores habría ahorrado el género humano que sacando las estacas del cerco y cubriendo la zanja hubiera gritado a los semejantes: ‘Cuidado de escuchar a este impostor. Estarán perdidos si olvidan que los frutos de la tierra pertenecen a todos y que la tierra misma no es de nadie’”. 

Aquellos alambrados o zanjas de Rousseau en el siglo XVIII son las actuales patentes extensas que remuneren muy excesivamente la investigación y la creatividad, los monopolios y los abusos de posición dominantes, efectos secundarios negativos del capitalismo arcaico sobre el que se avanzó en su corrección durante la primera mitad del siglo XX  desde la ley anti Trust en Estados Unidos hasta los aportes de John Maynard Keynes, avances que los libertarios rechazan y consideran retrocesos. Comprensiblemente consideran a Rousseau el primer socialista. 

Hubert Marcuse escribió: “El llamado a la libertad bajo la opresión tiene potenciales emancipatorios y críticos; en una sociedad libre tiende a convertirse en una retórica vacía o una justificación conformista”, aplicable al uso de la palabra libertad adornando con nobleza a muchos movimientos de derecha de Europa y también Argentina.

“En las sociedades ricas –agregó Marcuse en El hombre unidimensional (1965)– la satisfacción del placer se convierte  en una forma de ‘sublimación represiva’ o ‘tolerancia represiva’, en la medida en que crecen la gama de goces socialmente admitidos y orientados, que generan sumisión. Bajo el imperio de una totalidad represiva puede hacerse de la libertad un poderoso instrumento de dominación”.

Para Foucault, la libertad “no es un reino de lo ontológico sino más bien una forma de vida socialmente producida y, como tal, no se opone sino que, al contrario, se inscribe en el poder a través de múltiples tensiones y prácticas. Hay ‘prácticas de la libertad’ que transforman las relaciones sociales, modifican las jerarquías consolidadas y afectan estructuras de los aparatos estatales dominantes, con lo cual actúan dentro de la ‘microfísica’ de un poder difundido, rizomorfo y omnímodo”. 

“La libertad no puede ‘conquistarse’, es preciso construirla mediante la introducción de prácticas de resistencia en las relaciones de poder; es el resultado de un proceso, la consecuencia de la construcción de nuevas subjetividades. Por ejemplo, la sexualidad no puede ‘liberarse’ sino, recibir nuevas formas de ‘tecnologías del yo’ apropiadas; de nuevas prácticas de existencia, hechas deseos, fuerza, resistencia y movimiento, por medio de las cuales los sujetos puedan construirse”. Para Foucault la libertad “no puede simplemente proclamarse o establecerse por un acto de fe”.

 

Continúa en: ¿Viva la libertad, carajo?