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Filosofía y política (II): grieta y pluralismo comprometido

Congreso, símbolo de democracia.
Congreso, símbolo de democracia. | Pablo Temes

Continúa de ayer: “Filosofía y política (I): Malthus y los precios congelados”

 

Los reportajes largos de este domingo en PERFIL a dos de los más importantes filósofos norteamericanos actuales inspiraron las columnas de ayer acerca de Malthus, los países productores de materias primas, el aumento de precio de los alimentos y su congelamiento en Argentina; y la de hoy sobre la grieta y el pluralismo comprometido. Thomas Pogge, en el caso de la de ayer, y Richard Bernstein, la de hoy.

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Bernstein es el mayor representante del pragmatismo, línea filosófica que se desarrolló en Estados Unidos en los años posteriores a la Guerra Civil, momento de mayor polarización y grieta de su sociedad, y encontró su cura en El Club Metafísico, que unía a un grupo de destacados intelectuales como Charles Peirce y William James, pero también a quien llegaría a ser uno de los más grandes integrantes de la Corte Suprema: Oliver W. Holmes. “Sus ideas cambiaron la forma en que pensaban y continúan pensando los norteamericanos acerca de la educación, la democracia, la libertad, la justicia y la tolerancia. En consecuencia, cambiaron la forma en que viven los norteamericanos, la forma en que aprenden, el modo en que expresan sus puntos de vista, la manera en que se entienden a sí mismos y la forma en que tratan a la gente diferente de ellos. Aún vivimos, en gran medida, en el país que estos pensadores ayudaron a crear”, escribió Bernstein.

Conocer no es solo contemplación. Conocer es experimentación y resolución de problemas. Es una actividad

El sentido vulgar del término pragmatismo deriva peyorativamente en aquello que no tiene principios. Pero rechazar la idea misma de la existencia de un fundamento absoluto, algo ya comprobado empíricamente en sus reiterados fracasos (en nuestro caso lo que se anuda alrededor de los significantes “neoliberalismo” y “populismo), no implica caer en el relativismo. El pragmatismo puede ser, a la vez, antifundacionalista y antiescéptico, comprometido (o sea intenso) y falibilista. Wilfrid Sellars describió así el falibilismo: “La ciencia es racional, no por poseer un fundamento, sino por tratarse de una empresa susceptible de autocorrección, capaz de poner en duda cualquier posición que se enuncie, si bien no todas a la vez”. 

La convicción sobre que la dicotomía (fundacionalista) era dañina, porque “esa oscilación entre estos dos extremos insatisfactorios distorsiona y oscurece los reales problemas sociales, políticos y personales que confrontamos”, impulsó a Bernstein a escribir Mas allá de dicotomía entre objetivismo y relativismo. Él define el pluralismo comprometido como “la voluntad genuina de escuchar a los demás y a reconocer que yo mismo debo aceptar algunas cosas que están en mi contra, aunque nadie más me obligue a hacerlo”. Para él la democracia es “más que una forma de gobierno, es un esfuerzo práctico continuo” que “resulta el antídoto más eficaz contra la búsqueda de absolutos y la mejor manera de alcanzar soluciones”.

 Su oposición tanto al relativismo como al fundacionalismo –entendiendo este último como la comprensión intelectual de formas eternas– lo llevó a profesar el falibilismo, que en sus palabras es “la creencia de que cualquier afirmación de conocimiento, incluidas las afirmaciones morales y políticas, está abierta a un examen, modificación y crítica continuos. Todo científico serio hoy sabe que nuestras hipótesis y teorías actuales probablemente serán modificadas e incluso abandonadas a la luz de investigación y evidencia adicionales”.

Publicó veinte libros; Encuentros pragmáticos, de 2016, resume sus conferencias y los párrafos siguientes son una selección de ellas:

  • “El pluralismo es importante no solo para la filosofía sino para la sociedad y la política”.
  • “El pluralismo comprometido implica mucho más que la tolerancia pasiva de aquello que nos resulta extraño y diferente. Requiere un esfuerzo serio para alcanzar una comprensión mutua”. 
  • “Aceptar un pluralismo falibilista y comprometido donde, a pesar de estar comprometidos con nuestro propio estilo de pensamiento, estamos dispuestos a escuchar al otro sin negar o intentar suprimir la otredad del otro. Esto implica estar en constante vigilia ante la doble tentación de, por un lado, rechazar lo que los otros están diciendo, escudándonos detrás de una de esas estratagemas desde la que lo otro es condenado como oscuro, vago o trivial, o por el otro lado pensar que podemos traducir fácilmente lo extraño a nuestros propios vocabularios familiares. Significa aprender cómo expandir nuestros horizontes aun cuando esto pueda ser doloroso”.
  •  “Hay –y siempre habrá– sorpresas y conflictos en la vida humana. Los pragmatistas asumieron la contingencia y el azar como las características básicas del universo y la vida humana. Nunca podemos controlar completamente lo que sucederá, ni incluso predecirlo. En consecuencia, el ideal de los pragmatistas es cultivar aquellos hábitos y virtudes que nos pueden preparar para contingencias y conflictos inesperados”.

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Los filósofos, finalmente, son como los poetas: exploradores que abren nuevos caminos en lo desconocido. Ojalá los políticos lean más y se dejen guiar en la salida del laberinto de la grieta.

Un amigo de Richard Bernstein y filósofo que podría considerarse pragmático pero del otro lado del Atlántico y fuera de la cultura filosófica anglosajona, Gilles Deleuze, termina su libro Lógica del sentido con un apéndice titulado “Zola y la grieta”: “Lo hereditario no es lo que pasa por la grieta, sino la grieta misma: fracturas y roturas imperceptibles. En su verdadero sentido, la grieta no es un lugar de paso para una herencia mórbida; es, por sí sola, la herencia y todo lo mórbido. No transmite nada, salvo a sí misma”.

Bernstein cita a otro de sus amigos del otro lado del Atlántico, Hans-Georg Gadamer, quien acuñó la figura “fusión de horizontes”, usada en hermenéutica para describir el “choque de perspectivas culturales” que se produce cuando un individuo es expuesto a otra clase de conocimiento.

Democracia no es una forma de gobierno, es un modo de vida donde todos contribuyen y participan. Es una ética

El presidente electo en 2023, para los más optimistas, incluso el actual presidente y la vicepresidenta, después de las elecciones del 14 de noviembre tendrá que producir una plena fusión de horizontes haciendo propias estas palabras de Bernstein: “Ha llegado el momento de reconocer que ha habido un atraso ideológico. (...) Ha llegado el momento de sanar las heridas de estas batallas ideológicas, de reconocer cuán miope y estéril resulta pensar en términos de la división”.