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ELECCIONES EN EE.UU.

Flor de iglú

Alaska tiene una bandera parecida a la de la UE. Es azul con ocho estrellitas, no alineadas en círculo sino reproduciendo un asterismo: la Osa Mayor. En realidad, el estandarte de la UE es parecido al de Alaska, siendo que el segundo fue diseñado por un niño de trece años, cuando los primeros comenzaban a coquetear con la idea del circulito blanco y la svástica negra del diseñador austríaco A. Hitler.

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Alaska tiene una bandera parecida a la de la UE. Es azul con ocho estrellitas, no alineadas en círculo sino reproduciendo un asterismo: la Osa Mayor. En realidad, el estandarte de la UE es parecido al de Alaska, siendo que el segundo fue diseñado por un niño de trece años, cuando los primeros comenzaban a coquetear con la idea del circulito blanco y la svástica negra del diseñador austríaco A. Hitler. El azul de la bandera de Alaska representa los cielos septentrionales y la no me olvides alpina, flor oficial del estado desde 1949. Es bueno que los estados tengan una flor. Seguramente Santa Cruz, en la Patagonia, también tiene la suya. La Osa Mayor representaba para los árabes una caravana, y también para los escandinavos. En algunos idiomas eslavos le llaman el Gran Vagón y en Finlandia, Otava, nunca supe bien por qué, pero después de Botnia confío ciegamente en los finlandeses y lo que digan es palabra santa. Los nativos de América del Norte creían ver en esas estrellas un cucharón, pero eso puede haber tenido que ver con el abuso de peyote y las hambrunas; mientras que los antiguos romanos creían reconocer bueyes donde los griegos una osa. Ahora que lo pienso, la idea de lo “septentrional” tiene que ver, precisamente, con el número de estrellas en esa configuración que un niño de trece años diseñó en 1927 para enarbolar junto a la de las franjas y las estrellas en un territorio que recién iría a incorporarse como estado en 1959. Desde 1906 la capital es Juneau, a la que sólo puede accederse por mar o avión, y en Juneau una calle que se llama Main Street, donde tiene asiento el Alaska State House, un edificio de seis pisos de ladrillos y cemento armado. El pórtico ofrece la vista de cuatro columnas de mármol traído de la muy vecina isla Prince of Wales. El edificio es modesto, sin jardines suntuosos ni domo. Por momentos parece un lugar donde la gente trabaja, una oficina. De hecho, es allí donde tiene su despacho Sarah Louise Heath Palin, candidata a la vicepresidencia de los Estados Unidos.
La candidatura de Palin escandaliza a demócratas, que hartos de escuchar hablar de la inexperiencia de Obama ven en la esquimal oportunidad para devolverle favores a los republicanos. Y en esas andamos: que vos me dijiste, que el otro no tiene, que no puede ni pudo, que quiso y no supo, que supo y no pudo, que el iglú de tu hermana y la iglesia del mono. Por momentos uno tiene la idea de estar presenciando una campaña de publicidad en la que los sujetos son poco más que productos diseñados para complacer las pretensiones de una audiencia desesperada por muestras gratis. Como en la finita combinación de figuras que las civilizaciones vieron en aquellas siete estrellas, cada uno ve lo que quiere en los candidatos que se conjuran. Por momentos siento que en todo esto y en las observaciones periodísticas hay algo de la búsqueda de los oráculos hurgando en las entrañas del ave. ¿Qué importancia tiene saber a qué iglesia iba Obama? ¿Sirve de algo preguntar quién se volteó a la hija de Palin? Honestamente, no lo sé. Todo pareciera demasiado frágil; los cuestionamientos, frívolos. Dos años de campaña son demasiados. Supongo que hay otras maneras, por ejemplo: nominar candidata a la esposa del presidente en ejercicio. Y por más que lo pienso no me sale en el nombre de la flor de Santa Cruz. Flor de… ¿Será posible? No me sale.
“Country First”: lo dijo Obama en la Convención Demócrata y Liberman (demócrata) en la Republicana. Tal vez nos sorprenda un presidente negro viniendo a modificar las relaciones de poder en Washington, tal vez la sorpresa sea un veterano de Vietnam con agallas que recurrió a una mujer en Alaska para garantizarse el apoyo de las bases demócratas desilusionadas con la derrota de Clinton. Resulta interesante eso de que haya mujeres que necesitan votar por mujeres. Las mujeres son una fuerza extraña a las que de vez en cuando hay que tirarles un hueso. Las cuotas son un invento que garantiza que en un país como la Argentina una mina como María Lenz (¿usted la conoce?) llegue a diputada porque hay que completar el cupo. Los cupos, ese es el problema, los cupos. En cualquier momento me ocupo. El caso es que la sucesión presidencial de los Estados Unidos está asegurada en sus vicepresidentes, y los vicepresidentes, como supone el comandante Cobos, importan. Después está en cada uno ver en las estrellas lo que complazca su inconsciente: un cucharon, una caravana en el desierto, una yunta de bueyes. Cuando veo a Sarah Louise Heath Palin la imagino desplegada en el centerfold de Playboy, con los mismos anteojos y ese collar de perlas que me vuelve loco.

*Escritor y cineasta, desde Nueva York.