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Ensayo

Ideas del joven Marx

Sobre Lenin y Marx (Editorial Gorla) reúne dos estudios del búlgaro Lukács, uno de los pensadores que más renovó el marxismo. Son textos que conservan plena vigencia, por sus méritos intrínsecos y por la trascendencia de las figuras a las que están consagrados. Aquí, un fragmento del análisis de la evolución del pensamiento filosófico del joven Marx, confrontada con las de los otros intelectuales revolucionarios de la primera mitad del siglo XIX.

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Desde los años 20, la evolución del joven Marx se tornó accesible para la ciencia gracias a la publicación de importantes manuscritos de su período de transición; pero aún los marxistas no hemos elaborado detallada y exhaustivamente todas las vías y fases de la evolución de Marx desde el neohegelianismo radical hasta la fundación del materialismo dialéctico e histórico. Lo que, ante todo, falta hasta el momento, es una monografía en la que aparezcan expuestas en forma minuciosa las diversas etapas que recorrió la superación de la dialéctica idealista de Hegel realizada por el joven Marx. Para nuestra tentativa de síntesis, esta deficiencia entraña grandes dificultades. También este trabajo tiene que limitarse a destacar algunos puntos esenciales, a los que es preciso atender cuando se trata de estudiar la historia del surgimiento del marxismo, en lo que respecta a las cuestiones filosóficas. Desde la publicación de los escritos juveniles de Marx realizada por el instituto Marx-Engels-Lenin de Moscú,1 la vía evolutiva del filósofo se nos ha hecho visible, cuando menos en sus líneas fundamentales. Hoy percibimos la fisonomía intelectual del joven Marx mucho más clara y plenamente de lo que era posible a partir de la edición de los escritos póstumos hecha por Mehring. Vemos que, en Marx, los rasgos de carácter intelectual que luego se revelarán decisivos ya han aparecido de manera precisa en su primera juventud: ya desde el comienzo es intenso el impulso hacia una apropiación y elaboración universal del patrimonio científico de la época; incomparable es la posición crítica con la que aborda en cada oportunidad el material intelectual existente. Además, se distingue por la resolución y la franqueza –sumamente excepcionales en la historia de la filosofía– a la hora de comprender los problemas centralmente importantes que elabora a partir de un complejo de cuestiones que le había sido legado por sus predecesores en un estado intrincado, confuso, desprovisto de claridad. Al mismo tiempo, le es propio un impulso apasionado hacia la omnilateralidad, un inconformismo fáustico al reconocer los múltiples aspectos de los fenómenos; también una incansable dedicación a la investigación, que no se da por satisfecha en tanto el problema no ha sido captado en toda su profundidad, ni ha sido formulado y respondido en forma adecuada.

A eso se añade que, en el joven Marx, la pronta, decidida aparición de todos esos rasgos del carácter intelectual es mucho más que la simple precocidad de un gran genio. Existen pocas personalidades, en el plano de la historia universal, en las que puede observarse –como en él– tal coincidencia íntima de la evolución individual y la social general. El proceso consistente en superar el hegelianismo, en avanzar más allá de Feuerbach, en fundamentar la dialéctica materialista, coincide, en el devenir de Marx, con la evolución que va desde la perspectiva de la democracia revolucionaria al socialismo consciente. Ambas líneas constituyen una unidad necesaria, pero el íntegro proceso se despliega, y esto no es en modo alguno casual, en aquel período de la historia alemana en que –después de la llegada al trono de Federico Guillermo IV en Prusia, después del giro romántico-reaccionario que asume la política interior prusiana– se inicia un fermento político e ideológico general dentro de Alemania: el período preparatorio de la revolución democrático-burguesa de 1848. Y aun cuando Alemania, desde una perspectiva capitalista, en aquella época quedó muy por detrás de Inglaterra y Francia, este período es, al mismo tiempo, aquel en que súbitamente surge el movimiento obrero revolucionario alemán. No es una azarosa coincidencia que la clarificación y consolidación de la visión del mundo socialista coincida, en el joven Marx, con la primera emergencia revolucionaria del proletariado alemán, con la sublevación de los tejedores de Silesia, que tuvo lugar en 1844.

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Naturalmente, esta evolución tiene lugar bajo formas alemanas. También en el plano ideológico. Incluso en el fundador del socialismo científico internacional, la visión del mundo de la revolución proletaria aparece en primer lugar bajo una forma nacional. Esto quiere decir, concretamente, que el punto de partida político es el radicalismo democrático-revolucionario del Vormärz alemán; el camino ideológico se inicia con la crítica y reestructuración de la dialéctica idealista de Hegel, y alcanza su fin con la inversión materialista de dicha dialéctica. Este es, ante todo, un desarrollo en el interior de la filosofía alemana; también el viraje hacia el materialismo se consuma bajo la influencia de un pensador alemán: Ludwig Feuerbach. Las otras dos fuentes del marxismo destacadas por Lenin se añaden sólo en el ulterior desarrollo de la evolución y, por cierto, de manera tal que, en la crisis inicial del democratismo revolucionario del joven Marx –a partir de 1843–, son en primera instancia los logros de los historiadores de la Restauración francesa, así como el patrimonio intelectual del socialismo utópico y las experiencias de su disolución –ante todo, en sus formas de manifestación francesas– los que ejercen influencia, y sólo a partir de la profundización y consolidación definitivas de la nueva visión del mundo –a partir de 1844– comienza a producir efecto sobre él la economía clásica de Inglaterra.

Estos son los factores relevantes, en el plano de la historia mundial, dentro de la evolución del joven Marx. En la gran carta a su padre del 10 de noviembre de 1837, ha proporcionado informaciones acerca de cómo –después de una breve pero dura lucha– llegó, a la edad de 19 años, a apropiarse de la filosofía hegeliana y a vincularse con los neohegelianos radicales. El análisis de su Sturm und Drang poético-filosófico, de su búsqueda romántica en la poesía y las bellas letras, de la transitoria influencia que sobre él ejerció el idealismo subjetivo de Kant y Fichte, cuenta entre las tareas que atañen a una exposición biográfica de su vida. Su desarrollo estrictamente filosófico se inicia con la apropiación de la filosofía hegeliana. Con ello comienza el curso de su vida que resulta significativo desde la perspectiva de la historia mundial. Es característico de la personalidad de Marx que éste encuentre dicho fundamento filosófico –la teoría de Hegel– en una edad tan temprana, pero también que la elaboración mediante escritos de esta visión del mundo recientemente conquistada tome un tiempo largo, cargado de duras luchas intelectuales. Ya a comienzos de 1839, Marx trabaja en su tesis de doctorado. La copia que nos llegó de este trabajo corresponde, sin embargo, a una versión formulada aproximadamente dos años después, a comienzos de 1841. La finalización fue impuesta, también en esta oportunidad, antes bien por una presión externa. El resultado –y, una vez más, esto es representativo en Marx– a causa de su genialidad produce sorpresa en el lector todavía un siglo después de su realización; sin embargo, no satisfizo plenamente al propio autor, de modo que éste no pudo decidirse a publicarlo bajo esta forma.

Esto resulta tanto más característico de la disposición marxiana para la autocrítica, cuanto que, a partir de muchas declaraciones posteriores (entre otras, a partir de algunas cartas a Lassalle), podemos percibir que aun durante el período de madurez consideraba correcta la línea fundamental de su disertación, el método allí aplicado para el abordaje de problemas pertenecientes a la historia de la filosofía en general, y el método de exposición de la visión del mundo epicúrea en particular. La ardua y lenta gestación del trabajo de doctorado marxiano se encuentra en estrecha relación con la originalidad de su punto de vista, con la llamativa madurez y la magnífica riqueza intelectual de sus exposiciones. El neohegeliano Koeppen denomina al joven Marx un “almacén de pensamientos”; ve en él a aquel compañero que constantemente influye sobre todos –Koeppen, Bauer, etc.– y los enriquece. Pero el joven Marx no sólo supera a los demás hegelianos radicales por la riqueza y profundidad de los pensamientos, sino ante todo porque, ya en su primera publicación, se adelanta algunos importantes pasos a todos sus contemporáneos en la cuestión decisiva para la evolución ideológica de la Alemania de entonces: en la crítica de la filosofía hegeliana. Esto debe entenderse desde una doble perspectiva: Marx supera a los otros neohegelianos tanto en el plano político (en cuanto al democratismo radical) como en el filosófico (la profundidad del –provisorio– desarrollo crítico de la filosofía hegeliana).

*Filósofo.