COLUMNISTAS
la mancha de la corrupcion

Indignacionitis de cuadernos y flanes

Minorías ruidosas no expresan la misma ira sobre una investigación judicial o una demanda social

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Casero, creador de la teoría del flan. | CAPTURA DE TV.

De manera exasperada y simultánea, la Argentina asiste por estos tiempos a dos procesos revulsivos. Por un lado, una megainvestigación por corrupción con pruebas y testimonios en cantidad y calidad inéditos, que afecta al poder político, económico y judicial. Por otro, un frenazo recesivo de la economía con incalculables consecuencias sociales, en especial en los principales suburbios urbanos, ya bastante golpeados por altos índices de pobreza.

Minorías ruidosas de la población no expresan la misma ira sobre ambas cuestiones. Esta suerte de indignacionitis tuerta, constitutiva de nuestra idiosincrasia, viene siendo alimentada desde hace años por diferentes sectores, incluso mediáticos, que exacerban los enojos y la intolerancia. Ahora, casi peor que nunca.

Ante el Cuadernogate, unos cuestionaron que se tratara de fotocopias, como si las pruebas posteriores y los testimonios de arrepentidos no significaran nada. O que ese aporte fuera de un chofer, obviando declaraciones de dueños y ejecutivos de varias de las empresas más importantes del país y de ex funcionarios claves. O que la investigación la desarrollen un juez y un fiscal cuestionados, como si ellos no hubieran ejercido el poder con esas mismas magistraturas y no hubiera otros eslabones revisores.

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El flan vendría a ser la deamanda excesiva ante la tierra arrasada que dejaron los K o lo mal acostumbrados que quedaron vastos bolsones de la población por culpa de la demagogia del pasado

O que, como en teoría pasa con Lula, todo es producto de una conspiración contra ellos por haberse rebelado contra los poderes fácticos, en otro alarde de etnocentrismo. O que es un invento para disimular la crisis económica y la corrupción actual, como si fueran excluyentes. La más reciente es que todos los arrepentidos de esta causa mienten para no ser encarcelados (el abogado de un empresario detenido admitió que le recomendaría eso a su cliente presuntamente inocente).

Ante la crisis financiera que devino económica, los otros azuzan la teoría del flan. Vinculan, claro, los actuales problemas con lo que se robó durante los doce años de kirchnerismo. Ello no solo simplifica irregularidades estructurales del vínculo Estado-privados y del manejo de lo público que excede a los K, sino que además minimiza la responsabilidad del macrismo por su mala gestión, en un área donde en teoría era fuerte.

“En momentos de visibilidad del estancamiento económico y la corrupción transversal, surge la tentación de ligar uno con la otra para justificar los magros resultados. Lamentablemente son dos déficits (y dos desafíos) distintos a la hora de explicar nuestra trampa del desarrollo”, explicó el economista Eduardo Levy Yeyati, que no es precisamente un opositor.

Lanzado como provocación por Casero, comido por Macri, enarbolado por oficialistas y aupado por muchos de las decenas de miles que se congregaron el 21-A en diferentes lugares del país, el flan vendría a ser la demanda excesiva ante la tierra arrasada que dejaron los K o lo mal acostumbrados que quedaron vastos bolsones de la población por culpa de la supuesta demagogia del pasado. Pareciera haber más comprensión con los casi tres años de Macri que con el aumento de pobres y excluidos, que deberían arreglárselas.

Con poco espacio para intentar entender lo demás y a los demás, los unos y los otros extreman las diferencias y multiplican el autoritarismo, con la indignacionitis como su expresión más popular.