COLUMNISTAS
Bolsonaro y el continente

La derecha sin vergüenza

Lo que parecía amenazante, autoritario, xenófobo, anacrónico o mesiánico se incorporó a una agenda mundial que se debate entre seguir deteriorando los resortes de una democracia en crisis o fortalecerla y sanarla.

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Lideres. Bolsonaro parece un clon de Trump más exagerado. | afp

Atrás quedaron las reacciones incómodas o adversas que, hasta ayer nomás, Jair Bolsonaro generaba con su lenguaje hostil y prédica guerrera. Su triunfo sacó del rincón “vergonzante” a quienes lo apoyaron entre bambalinas y que hoy lo admiten sin recelos.

Son tiempos condescendientes para el flamante presidente de Brasil, en los que parte del establishment económico, político y mediático se esfuerza por “traduciren clavecivilizada” los dichos aberrantes de un mandatario desbocado, impredecible y aferrado a sus prejuicios. De iguales prerrogativas parecieran gozar Donald Trump, algunos líderes de la ultraderecha europea y varios funcionarios o referentes de la política doméstica. No se trata de nombres o territorios, sino de anteponer intereses a principios.  

Se ha evaporado el asombro, o la mirada ética como ordenadora de ciertos límites. Quizás a fuerza de repetición, lo que parecía amenazante, autoritario, xenófobo, anacrónico o mesiánico se incorporó a una agenda mundial que se debate entre seguir deteriorando los resortes de una democracia en crisis, o fortalecerla y sanarla haciéndola más inclusiva, participativa e incorporando nuevos protagonistas. De eso se trata, finalmente.

Se requiere de malabares sintácticos o altas cuotas de cinismo para “naturalizar” la mentira o el espanto. “El infierno son los otros”, decía magistralmente Sartre a la hora de culpabilizarlos o de intentar justificar la propia indiferencia. Poco importa si se trata de niños muertos en la frontera estadounidense, de barcos atestados de refugiados boyando por un Mediterráneo convertido en tumba, de una desigualdad que crece o de una “civilización” que se repliega en lo peor de sí misma. Bastaron dos años para que el “delirio” de Trump de construir un muro –luego de décadas en que la humanidad se empeñó literal y simbólicamente en derribarlos– hoy parezca una idea poderosa al punto de forzar su aprobación con la paralización del Estado que gobierna.  

En los próximo días, Bolsonaro se encontrará con Macri. Ojalá ambos recuerden al alemán Georg C. Lichtenberg: “Cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen pierden el respeto”.

El ejercicio del poder no ha modificado al mandatario estadounidense, pero sí la mirada de los otros acerca de sus conductas. En América Latina cuenta con admiradores y discípulos. Bolsonaro aparece como su clon más exagerado por el predicamento evangélico y disputa con Mauricio Macri las mieles de una amistad que ambos creen decisiva para su “éxito”.

Todo es posible en el universo político de la antipolítica. Pocos recuerdan que “Jair Messias” accedió a la presidencia al ser “eliminado” el candidato favorito en las encuestas, que Lula lleva arbitrariamente nueve meses preso y que el juez que lo condenó sin pruebas pero con “convicción” es el nuevo ministro de Justicia. Moro, el supuesto “héroe incorruptible”, resultó ser el villano leguleyo, legitimador de la arbitrariedad y el autoritarismo.

Días atrás, The New York Times advertía sobre la intención republicana de suprimir votos de las minorías con triquiñuelas tales como aumento de requisitos, restricción del voto temprano, eliminación de ciudadanos naturalizados de las listas de votantes, entre otras propuestas. No asombra. La elección de medio término consagró al Congreso estadounidense como el más diverso de su historia: 43 latinos, 125 mujeres –incluidas dos musulmanas y otras dos nativoamericanas– y 150 representantes de la comunidad LGBTQ asumieron como representantes.

La versión argentina a la hora de ser “juez y parte” se define en la especulación de “calendarios electorales a la carta”. En una elección complicada para el oficialismo, se intenta confundir a la ciudadanía con desdoblamientos electorales “convenientes”, manipular voluntades, ningunear el poder de la convicción por sobre el marketing y, todo el tiempo, patear la pelota fuera de la cancha.

El politólogo brasileño Martín Eigon Martino define a Bolsonaro como “ la derecha sin vergüenza”. En los próximo días se encontrará con Macri. Ojalá ambos recuerden al alemán Georg C. Lichtenberg: “Cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen pierden el respeto”.

*Experta en Medios, Contenidos y Comunicación. Politóloga.