Viene de: "Los medios y la democracia. Qué indican Brasil y EE.UU. de lo que pasa en el mundo(I)"
El gurú de Bolsonaro, el filósofo Olavo de Carvalho, escribió su ópera prima, El jardín de las aflicciones, como un libro de ética crítico de Epicuro (quien se reunía con sus discípulos en el jardín) y del materialismo que desde el filósofo griego derivaría hasta llegar al marxismo. Olavo de Carvalho comienza su libro obligado a ser autorreferencial, y también yo deseo aclarar a los lectores de estas columnas cuál es mi posición al escribir sobre él, diciendo primero que simpatizo con Epicuro (rendí libre Etica en la Facultad de Filosofía, aprobando con 10 al criticar la simplificación de reducir Epicuro al hedonismo). Y acerca del marxismo y la defensa de la derecha que realiza Olavo de Carvalho, aclarar que mi subjetividad puede estar influida porque hoy se cumplen cuarenta años de cuando fui secuestrado por la dictadura militar y llevado al campo de detención El Olimpo. Es probable que una dictadura militar tanto peor en Argentina que en el resto de Latinoamérica nos haya vacunado a nosotros de otros Bolsonaro, como también es probable que el gobierno de Salvador Allende haya vacunado a los chilenos de marxismo.
Pero tantas disidencias a priori, y ser parte en mi caso de lo que Olavo de Carvalho denomina “marxismo cultural” no me impiden reconocer en el padre de la derecha brasileña agudeza y cierto genio en sus posiciones contraculturales y su forma de provocar a lo Nietzsche (salvando las diferencias).
Olavo de Carvalho fue afiliado al Partido Comunista en los años 60 en Brasil, y la decepción con su fracaso le pudo haber inspirado una vocación opuesta con la fe del converso pero mantuvo la alegría de su pluma como buen periodista que fue. Chesterton escribió: “Cuando el hombre ya no cree en Dios, no es que no crea más en nada: cree en todo”; con esta cita comienza Olavo de Carvalho el primer capítulo sobre Epicuro, cuyo tema central son los imperios, cómo se recrean siempre a lo largo de la historia de la humanidad disimulando con falsedades su verdadera motivación por el poder y la conquista, así como la política es el resultado de la cultura. Después de El jardín de las aflicciones, Olavo de Carvalho escribió varios libros, más vendidos, como el Imbécil colectivo –que vendió medio millón de ejemplares–, donde critica a los intelectuales que aparecen en los medios. Pero El jardín de las aflicciones mereció hasta una película, que se financió con crowdfunding de los seguidores individuales de Olavo de Carvalho (se puede ver en iTunes: http://bit.ly/jardimiTunes y en Google Play: https://play.google.com/).
El gurú de Bolsonaro cree que el "marxismo cultural" se infiltró en el Vaticano a través de la Teología de la Liberación.
La tesis de Olavo de Carvalho se centra en que, siguiendo las ideas de Antonio Gramsci, el socialismo/comunismo infectó al periodismo y las universidades para cooptar la mente de los intelectuales y producir la revolución sin la lucha armada, después de haberla perdido por las armas. Y sus ideas construyeron el relato de Bolsonaro, cuyo diccionario base, según bien describe la revista Veja, se conforma de los siguientes significantes:
Para Olavo de Carvalho, el problema del mundo está en el paso de la conciencia individual a la colectiva (la opinión pública), que comienza con la Revolución Francesa. El gurú de Bolsonaro se fue a vivir a Estados Unidos cuando en Brasil asumió el gobierno del Partido de los Trabajadores. Lo explicó así: “Brasil estaba tan loco que si me quedaba terminaría volviéndome loco”. Vive en Virginia, a una hora de auto de Washington, donde enseña en la universidad local y conduce sus cursos de filosofía a distancia (www.olavodecarvalho.org). Hasta allí fueron los hijos de Bolsonaro a participar de sus conferencias y fotografiarse con él. Rechazó ser ministro de Cultura de Brasil pero dos de sus discípulos son los estratégicos ministros de Relaciones Exteriores, Ernesto Araújo, y de Educación, Ricardo Vélez, cuyas intervenciones ya comenzaron a generar controversias.
A diferencia de la Iglesia Católica, los evangelistas de Brasil y los demás protestantes de EE.UU. impulsan el capitalismo
El canciller de Brasil, junto su par de Estados Unidos, dijo que luchará contra los países bolivarianos, que no lee ni mira medios progresistas norteamericanos como The New York Times o la CNN y que admira a Italia, Hungría y Polonia por ser gobernados por la ultraderecha. En la asunción de Bolsonaro, quien pasó primero a saludarlo, solo después del canciller norteamericano, Mike Pompeo, fue el presidente de Hungría, Viktor Orbán, ultraconservador, nacionalista, que promueve “un estado antiliberal” y dijo que “a los musulmanes no los vemos como refugiados sino como invasores”. Un ejemplo de que no se trata de fenómenos aislados: George Soros tiene la fundación filantrópica más grande del mundo, Open Society, y su primera central estuvo en Hungría porque Soros nació allí. El propio Viktor Orbán pudo estudiar en Harvard de joven con una beca de la fundación de Soros, la que ahora tuvo que cerrar en Hungría por el combate que le desarrolla Orbán, quien promovió en el Congreso hasta una ley llamada Stop Soros, porque las ideas que él promueve de una sociedad abierta (open society) son la antítesis del nacionalismo húngaro. Orbán también criticó a Obama y a Hillary Clinton. Soros fue el mayor aportante a la campaña del Partido Demócrata en las últimas elecciones contra Trump y Olavo de Carvalho criticó a Soros en el video que difundimos ayer junto a la columna precedente.
Lo que está pasando en el mundo en el siglo XXI, se podría decir, es resultado del definitivo reacomodamiento de la política ante la inexistencia del comunismo como alternativa real, lo que caracterizó todo el siglo XX y luego dejó vaciada a la izquierda mundial, como bien explicó Slavoj Zizek en el extenso reportaje publicado por PERFIL en septiembre pasado. Además del fin de la Guerra Fría, con el impacto de violencia que tuvo en Latinoamérica, con guerrillas y golpes militares, y su sustitución por la guerra comercial con China como potencia capitalista.
Orbán en Hungría, como Andrzej Duda, el ultraderechista presidente de Polonia, o Matteo Salvini, de la Liga Norte, de derecha, quien declaró que “el fascismo hizo muchas cosas por Italia”, al igual que Bolsonaro defendiendo logros de la última dictadura de Brasil o Trump, todos comparten un escenario propicio para la disrupción: el fin del mundo bipolar del siglo XX, donde la palabra libertad, con prensa y Justicia independientes, estaba asociada a las palabras democracia y capitalismo versus lo opuesto del comunismo, mientras que en el ingreso al siglo XXI, donde reina el capitalismo con distintos grados de los otros componentes, se dinamitó ese orden. Sumado a la reducción del mundo físico por la revolución que produce la masificación de lo digital con todas sus oportunidades y alteraciones que genera
en la política y las relaciones humanas.
Escribí estas columnas desde Gran Bretaña, adonde la fundación Open Society tuvo que mudar su central al cerrar la de Hungría, y donde el 29 de marzo comenzaría a aplicarse el Brexit, haciendo que probablemente
el país pierda una de sus tres naciones, Escocia, ya que en los anteriores referendos estuvo cerca de conseguir su independencia pero ahora, con la posibilidad de ser parte de Europa y no de Gran Bretaña, puede ganar el separatismo. Es decir, un mundo donde las categorías recientes implosionaron.
Un mundo que Macri no alcanza a comprender y que lo dejó perplejo en 2017, cuando el dólar pasó de 17,35 pesos de mediados de diciembre a 40 en pocos meses. Y sigue no comprendiendo al declarar desde Villa La Angostura que “no puede arreglar setenta años de fiesta en tres” cuando la mayoría se pregunta a qué fiesta se referirá, si a la de su familia. O cuando dice no entender por qué lo critican por estar de vacaciones tres semanas seguidas, algo que no ya los gobernantes sino los CEO exitosos no se permiten cuando están en batallas importantes.
Así como en parte por el contexto internacional subieron el riesgo país y el dólar, ahora bajan por lo mismo. Como se dijo en columnas anteriores, Bolsonaro y el propio Trump son una impredecible amenaza y a la vez una oportunidad para Macri.
Cofundador de Editorial Perfil - CEO de Perfil Network.