Confirmando el saber popular sobre que el pez por la boca muere o que se es dueño del silencio que se guarda y esclavo de las palabras que se pronuncian, dos frases condenan a Macri al terminar este 2018, su annus horribilis. Su promesa de pobreza cero en campaña junto al pedido de ser juzgado por la reducción de la pobreza en su primer discurso ante el Congreso, el 1º de marzo de 2016, y cuando dijo que la inflación era lo más fácil de resolver antes de ser presidente.
El contraste entre esas dos afirmaciones y la realidad encuentra explicación para algunos en la insolencia de la ignorancia de quienes, habiendo ido a buenas universidades, ignoran que ignoran con mayor petulancia, mientras que otros lo atribuyen al típico cinismo de la mentira habitual en la mayoría de los políticos, que buscan conseguir resultados en el presente esperando que la mala memoria de la audiencia o los éxitos en otros campos contribuyan al olvido o a la disculpa.
Qué tenía Macri en la cabeza cuando decía lo que dijo sería inescrutable hoy hasta para él mismo porque, después de tres años de gobierno, debe ser una persona distinta a la que era en 2015. Y dado que la ignorancia se corrige más fácil que el cinismo, es más útil discutir sus carencias cognitivas que las éticas.
Probablemente Macri o los asesores que le fueron dando letra deben haber leído la ponencia del Premio Nobel de Economía Robert Lucas, de la Universidad de Chicago, quien en 2003 dijo: “De las tendencias más dañinas para la economía sólida, la más seductora y, en mi opinión, la más venenosa es enfocarse en las cuestiones de la distribución de la renta (...) El potencial para mejorar la vida de las personas pobres mediante diferentes maneras de distribuir la producción actual no es nada comparado con el potencial aparentemente ilimitado de incrementar la producción”.
Eso es lo que hizo China, dedicar más esfuerzo al crecimiento futuro que a la distribución del presente, el logro más asombroso donde centenas de millones de personas fueron erradicadas de la pobreza en poco más de una generación. China no se concentró en combatir la desigualdad sino que hasta la fomentó mientras fuera útil para aumentar la producción.
Que Macri apostara a la inversión como tractor en el aumento de la producción podría ser coherente con la idea de bajar la pobreza. El problema no fue que sus ideas no pudieran reducir la pobreza sino que no supo cómo aumentar la producción, y así implementarlas. El aumento del asistencialismo, con su consecuencia en el aumento del déficit fiscal del Estado y de la deuda externa, necesaria para financiarlo, tenía lógica si se trataba de una muleta transitoria en el proceso de cambio de un modelo económico de distribución a otro de acumulación de capital para que luego esa parte de la población tuviese una salida laboral.
Círculo vicioso: al no bajar la inflación, no baja la pobreza ni atrae inversiones, que bajarían la inflación y la pobreza.
Como bien repite siempre el senador Pichetto: “No conozco a nadie que haya progresado ni salido de la pobreza cobrando planes de asistencia social”.
También, al no haber podido aumentar la producción, le fue más difícil bajar la inflación porque, aunque la inversión inicialmente, durante la etapa de instalación de nuevas fábricas, es inflacionaria, luego, cuando suma una mayor oferta de productos al mercado o baja los costos logísticos de los productos, reduce la inflación.
Pero hay quienes piensan que, a diferencia del aumento de la pobreza, la inflación fue querida por el Gobierno para tratar de inflar el crecimiento de la economía y así ganar las elecciones, sin comprender que bajar la inflación es su mejor negocio electoral, y en este caso habría habido al mismo tiempo mentira e ignorancia.
Otro ejemplo es Trump que, también a dos años de las elecciones en las que buscará su reelección, está haciendo su propio 28D, por el día del año pasado en el que Marcos Peña, junto a los ministros del gabinete económico, anunció públicamente el fin de la independencia del Banco Central. En el caso de Estados Unidos, acusando a la Reserva Federal de ser “el único problema de nuestra economía” y proponiendo remover a su presidente, Jerome Powell, con argumentos similares a los de Argentina en 2017: “No se puede tener la política fiscal con la calefacción y la monetaria con el aire acondicionado”.
Y hay quienes piensan que al gobierno argentino, de cara a las elecciones de 2019, pareciera no haberle alcanzado con la experiencia del último año y, preocupado por la consecuencia electoral de la actual política monetaria recesiva, dice que va a emitir 2% de la base por mes cuando el tipo de cambio toque el piso de la banda y, en vez de buscar una inflación de un dígito con tasas de interés muy altas, prefiere una inflación del 25%/30% sin recesión para “garantizar” la reelección de Macri. O sea: un poco de inflación “anaboliza” y, de ser así, no sería que no supo sino que no querría cumplir con su promesa de 2015.
No luchan contra la inflación porque temen más a las consecuencias electorales de sostener una prolongada recesión.
Pero si la falta de crecimiento de la producción no contribuye a reducir la pobreza, peor aún, el aumento de la inflación la agrava demostrando la lógica sistémica de la economía que interrelaciona todas la variables: si hubiera bajado la inflación, tendría más inversiones y volvería a bajar la inflación. Es muy difícil invertir en un país con la cuarta mayor inflación del mundo, solo superado por Venezuela, Irán y Sudán, en una época en que la mayoría de los países tiene baja inflación.
Otro ejemplo que podría asociarse a la insolencia de la ignorancia es que Macri no suspenda sus vacaciones para ir a la asunción de Bolsonaro en Brasil el 1º de enero. La ciudad de Brasilia es fea, queda lejos de Villa La Angostura, y Bolsonaro ya dio señales de poco aprecio por Argentina y el Mercosur. Pero se debería invertir energía en seducir al principal socio económico de la Argentina y revertir su mala predisposición.
En eso Macri demuestra falta de una de las principales habilidades de los políticos: la empatía y la seducción.
Continúa con: “¿Oportunidad o amenaza? Brasil, camino a ser un nuevo Chile”