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La historia de esos bancos

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escenario. Rompían los asientos para tirarlos a la policía. | Cedoc Perfil

Entre los periodistas, hay una especie de axioma que dice que “Avión que llega no es noticia”,  afirmación que se hace real en casi todos los medios.
Un caso análogo en otras circunstancias, es el motivo de estas líneas. En estos días se cumplen diez años de la colocación de bancos en la Avenida de Mayo, y como un homenaje a ese aniversario, hubo escenas patéticas con algunos energúmenos rompiendo con entusiasmo los asientos inocentes. Lo hacían con el propósito de obtener trozos de buen hormigón para arrojarlos a la policía.
Algo análogo sucedió en diciembre último, pero esta vez, como vivo en lo profundo la emoción de celebrar diez años de un operativo que me enorgullece, pude ver cómo se mutilaron muchos asientos, sin lograr destruir ninguno, tan sólidos y tan bien construidos están.
Entonces, honrando la frase del comienzo, apenas se vieron los asientos mutilados en la Plaza del Congreso, recibí el llamado de un noticiero de TV. Solo se habla del avión caído.
Historia. Asumí el cargo de director general del Casco Histórico de la Ciudad de Buenos Aires en enero de 2008. El ingeniero Hernán Lombardi me honró con esa designación y, pese a no haber sido nunca funcionario, me entusiasmaba una tarea que incluía los barrios de San Telmo y Montserrat.
Una de las primeras decisiones adoptadas, con los precedentes de mi prédica de larga data, fue dotar de asientos a esa legendaria Avenida de Mayo. Les expliqué a colegas y vecinos que una peatonal importante como son las anchas veredas de la Avenida, no podía carecer de lugares de descanso y contemplación.
Es una estampa conocida la imagen de mesas pobladas por célebres personalidades en la vereda del Tortoni. Mi argumento era que la preocupación se centraba en el peatón cansado o el turista que quiere observar el paisaje edilicio o consultar el mapa. Y no desean tomar nada ni gastar en ello.
Con estos antecedentes y con la pericia de Diana Cabeza para diseñar mobiliario urbano, se pudo dibujar dos unidades con y sin respaldo para ver su próxima instalación en las veredas.
Hubo reparos: el arquitecto José María Peña, un adalid del Casco Histórico que acumulaba larga experiencia allí, me dijo que no arriesgara recursos con ese fin, porque él había colocado bancos que fueron robados al poco tiempo. Por su parte, el entonces presidente de la Asociación de Amigos de la Avenida, don Manuel Pérez Amigo, pronosticó que el destino de esos asientos era ser usados para dormir por borrachos y linyeras.
Por suerte no se cumplió ninguno de esos pronósticos. Los bancos, de líneas suaves y armoniosas, son de hormigón armado y vibrado. Tienen una superficie lisa y brillante, un color arena que los asimila a las fachadas del entorno y la resistencia para soportar el vandalismo normal de la calle.
Fue notable comprobar dos cosas: era raro verlos vacíos, y la gente los veía como si estuvieran allí desde siempre. Su presencia se identificaba con el paisaje urbano sin llamar la atención de los numerosos viandantes que caminan por las veredas.
Un dato infrecuente hasta entonces, una constante en el Gobierno de la Ciudad a cargo del hoy Presidente, era el corto lapso desde la idea hasta la concreción de más de cien bancos a lo largo de la Avenida. Un plazo que incluyó el relevamiento de las ocho cuadras para ubicar las paradas de transporte público, los aún existentes teléfonos públicos y otros obstáculos para su colocación. Después se eligieron los lugares para sentarse: frente a edificios emblemáticos y bellos, como el del diario La Prensa o el Palacio Barolo, o La Inmobiliaria, lo mismo que otros importantes frentes de la Avenida que ahora pueden contemplarse con comodidad.
Creo que es pertinente exponer algo no resuelto en Buenos Aires: salvo raras excepciones, no hay bancos en las peatonales que se diseñaron en el Centro de la Ciudad. ¿Es comprensible que la calle Florida no tenga un solo asiento a lo largo de todo su trayecto?
Quien haya leído este escrito podrá opinar que se trata de una crónica autorreferencial. Y tendrá razón al decirlo, porque no tuve otro recurso para aclarar a los ciudadanos de la Reina del Plata, el origen y la historia de esos bancos que se dieron a conocer solo cuando se los usó como cantera para obtener cascotes proyectiles. Es una pena.

 *Arquitecto.