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La maldición china

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Xi. A su país le toca vivir “tiempos interesantes” por culpa de Moscú. | afp

“Ojalá te toque vivir tiempos interesantes”, reza la antigua maldición china. La invasión rusa de Ucrania en el marco de una transición del sistema internacional iniciada hace un par de décadas, ha obligado a China a vivir “tiempos interesantes” plagados de turbulencias que le imponen decisiones y alineamientos que pueden afectar sus aspiraciones de desarrollo y de proyección global a futuro. La invasión concitó la atención mundial que se focalizó en el escenario europeo como potencial epicentro de la confrontación entre Occidente, encabezado por los EE.UU., la OTAN y la UE, y los nuevos actores del Asia-Pacífico. Las reacciones y las sanciones diplomáticas y económicas occidentales, y las condenas a Rusia en el seno de la ONU y de sus diversas instancias, mostraron que, sin embargo, no existía un repudio unánime de la comunidad internacional a las violaciones del derecho internacional y del derecho humanitario perpetradas por el Kremlin. En el Consejo de Seguridad de la ONU China, India y los Emiratos Árabes se abstuvieron de la condena. La mayoritaria votación a favor de la misma en el ámbito de la Asamblea General evidenció también la posición de un número de países que estuvieron en desacuerdo o se abstuvieron. Lo mismo sucedió con la expulsión de Rusia del Consejo de Derechos Humanos de la ONU la semana pasada, cuando China, junto a otros 23 países, votó en contra de la resolución y 58 países se abstuvieron. 

Para China, la invasión rusa de Ucrania plantea, sin embargo, una serie de retos que un analista caracteriza con el dilema de “estar sentado en dos sillas”. 

Por un lado, el proceso de convergencia estratégica y de cooperación entre China y Rusia iniciado a finales de la década del noventa del siglo pasado y refrendado “firmemente” en el encuentro entre Putin y Xi en febrero de este año en Beijing, alinea y compromete a China con un socio que comienza a perder su capital político a nivel internacional, pero que es crucial en todo alineamiento antioccidental, tanto en Eurasia como a nivel global. 

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Por otra parte, en una coyuntura donde la economía china ha dejado de avanzar con el ímpetu de años anteriores y atraviesa dificultades, la interdependencia económica con Occidente en general, y con los Estados Unidos y la Unión Europea en particular, se vuelve crucial para una pronta recuperación. La amenaza de Biden de aplicar sanciones económicas similares a las aplicadas en Rusia en el caso de que China asista militarmente a Moscú tienen un peso gravitatorio importante en las decisiones chinas, pero también renueva las percepciones centenarias de agravio frente a Occidente en el marco de la disputa geoestratégica, económica y tecnológica con Washington. 

A su vez, Beijing y Bruselas han mostrado claros desacuerdos en materia de derechos humanos y prácticas económicas y la reciente cumbre UE-China terminó sin avances significativos, ya que el Acuerdo Integral sobre Inversiones previsto no se concretó. Ahora, la invasión rusa de Ucrania podría amenazar la posibilidad de cualquier cooperación futura.

En este contexto, China ha mantenido una posición ambigua frente a Rusia, sin romper sus vínculos con Ucrania: por una parte, apela a la necesidad de la paz y del diálogo para resolver la crisis en el marco de su concepción de una “comunidad de destino compartido” de la humanidad, pero por otra, ha mantenido un apoyo tácito a Moscú y desplegó internamente una política comunicacional fuertemente prorrusa. De hecho, Beijing se muestra relativamente neutral en el ámbito externo y claramente prorruso en el ámbito doméstico, una política difícil de rectificar, a juzgar por la información que difunde y promueve dentro de sus fronteras.

Rusia y China

La invasión rusa pone en evidencia que la guerra de Ucrania no es solo una crisis europea y que se extiende al espacio eurasiático en tanto Europa y Asia no constituyen escenarios separados y sin conexión. De hecho, la percepción de que la invasión de Ucrania deja el mundo cada vez más dividido en dos bloques se acentúa y redefine las posiciones y estrategias de los Estados Unidos y de China en su principal campo de confrontación: el Indo-Pacífico. En este sentido, Beijing ha dejado claro no solo que rechaza la ampliación de la OTAN, sino que también plantea que las sanciones económicas internacionales son ilegales, mientras sigue cuidadosamente el desarrollo de la situación ucraniana como un simulacro de lo que podría suceder con Taiwán.

El mensaje antioccidental de Beijing convive con su defensa de la neutralidad, pero la OTAN considera a China un “desafío a la seguridad” global y recluta socios en el Asia-Pacífico para frustrar la alianza entre Beijing y Moscú, en el marco de una convergencia estratégica sino-rusa que no se asume como una alianza militar, pero que es importante para China.

Las opciones chinas en este contexto,  y sin sumar otras consideraciones comerciales, financieras y geopolíticas que lo complejizan aún más, son difíciles de establecer, tomando en cuenta no solo la tradicional cautela diplomática de Beijing sino también los plazos temporales en juego si la guerra se prolonga, particularmente ante la necesidad de Xi de revalidar un tercer mandato en el próximo Congreso del PCCh y de mantener un curso de acción sostenido en su política económica y en su política exterior. 

En suma, sin detentar la exclusividad, para China la “maldición” parece estar más vigente que nunca al plantearle la guerra en Ucrania retos y dilemas que pueden afectar su estrategia de largo plazo.

 

*Analista internacional y Presidente de Cries.