La vida que tendrán los cuatro principales protagonistas de la política argentina el año próximo es una absoluta incógnita. En 2016, Massa, Macri, Scioli y Cristina Kirchner pueden estar de alguna forma jubilados de la política o en vías de estarlo. Pero también llegar a ser la persona más poderosa del país o seguir siéndolo.
Aún estamos en la prehistoria del futuro del próximo ciclo presidencial. Y que todavía sean posibles escenarios diametralmente opuestos –a pesar de estar a sólo cinco meses de la elección– demuestra que la existencia de dos Argentinas no es sólo producto de una grieta construida exclusivamente desde lo discursivo, sino que se sustenta en causas mucho más reales y antiguas.
Para la oposición, en estas elecciones se vota “república o mafia”, y para el oficialismo, se vota “pueblo o garcas”. Más allá de cómo cada sector construye sus categorías, al tratarse de un otro excluyente, podría ingresar a su ocaso político aquel que saque 40% de los votos en una segunda vuelta (o hasta en la primera, si fuera que las PASO terminan siendo una virtual primera vuelta, convirtiendo la primera en una segunda vuelta).
Los escenarios son:
Macri presidente vs. Macri jubilado. La gran apuesta del PRO es convertir efectivamente las PASO en una virtual primera vuelta y que los votantes de Massa, al ver a su candidato tercero, decidan pasar a votar utilitariamente como oposición eligiendo candidatos del PRO. Dado que parte de los votantes de Massa también podrían pasar a votar por Scioli, esa estrategia del PRO requiere que Scioli (más Randazzo) no llegue a las PASO con más votos que Macri y/o que los votantes de Massa que pasaran a votar por Macri lo hicieran en una proporción lo suficientemente mayor como para compensar esa diferencia.
De no ser así, podría ser Scioli quien resultara electo en primera vuelta y el gran partido de la oposición parlamentaria volvería a ser el radicalismo, confinando al PRO a gobiernos locales. Como Macri tiene casi nula vocación legislativa y ya gobernó el cuarto distrito del país durante ocho años, no sería tan improbable que pudiera ir desmotivándose progresivamente de la política.
Scioli presidente vs. Scioli jubilado. Es el mismo caso anterior amplificado porque, de perder las elecciones presidenciales, a Scioli no le quedaría, como a Macri, territorio propio donde recostarse y mantener ejecutivo al sciolismo. Aquel chiste entre Macri y Scioli en el que se dijeron “si ganás vos yo quiero la embajada en París” (y viceversa) podría dejar de ser un chiste. Al igual que Macri, Scioli tenía una vida antes de la política y pretende tener otra vida también después de ella. Distinto de Massa y Cristina Kirchner, que nunca tuvieron otra ocupación que no haya sido la política.
Pero si Scioli fuera presidente, a diferencia de Macri, por la misma falta de una estructura territorial propia se presentarían dos formas de serlo: el caballo de Troya del kirchnerismo (“Scioli al gobierno y Cristina al poder”) cumpliendo el papel de Dmitri Medvédev, quien presidió Rusia entre 2008 y 2012 para que Putin siguiera gobernando cuando después de dos períodos precisó un mandato para poder volver a ser reelecto. O, al revés, un Scioli como el conde de Montecristo, que una vez electo presidente se venga uno por uno de cada sapo que los kirchneristas le hicieron comer durante estos 12 años y construye su propio liderazgo en el peronismo.
Cristina jefa del Gobierno vs. Cristina jubilada. Es la contracara del escenario anterior: una Cristina que, a lo Putin, lograra que Scioli, siendo electo presidente, fuera un obediente y fiel ejecutante de sus decisiones.
Y otra Cristina que fuera pasada a retiro por un Scioli tan dominante que consiguiera cooptar tanto a La Cámpora como a los principales dirigentes kirchneristas, tal como hizo Néstor Kirchner con la mayoría de los duhaldistas y menemistas.
Cristina jefa de la oposición vs. Cristina jubilada. Para esta hipótesis, la oposición debería ganar las elecciones. Y que Cristina quedase como jefa de la oposición o pasase a retiro dependería de que el peronismo aceptase continuar con su liderazgo a pesar de la derrota o se fragmentase no reconociendo su autoridad, para atravesar un período de transición a la búsqueda de un nuevo cacique, como sucedió entre 1983 y 1989.
Massa jefe de la oposición vs. Massa “Bordón joven”. Las encuestas vienen mostrando extrema volatilidad en las últimas elecciones en varios países, donde primero Marina Silva le ganaba a Dilma y a Aécio Neves en Brasil para terminar sin entrar siquiera al ballottage, luego con Gabriela Michetti aventajando a Rodríguez Larreta en la Ciudad para concluir en el resultado inverso, o en Inglaterra con un empate entre conservadores y laboristas para alcanzar una marcada derrota de los laboristas. Pero nadie duda respecto de la acelerada pérdida de posibilidades de Massa de acceder a la segunda vuelta. Salvo un espectacular cambio de tendencia, la gran apuesta de Massa sería que no ganase Scioli y, bajo una presidencia de Macri, lograr convertirse en el jefe del peronismo y de la oposición.
Mientras, su fantasma es evaporarse, como le sucedió a Bordón tras las elecciones de 1995, cuando después de haber sido derrotado por Menem y a pesar de haber obtenido el 30% de los votos y duplicado al radicalismo, que salió tercero, su frente PAIS terminó siendo absorbido por el Frepaso y el propio PJ.
Aún las cartas no están echadas.