COLUMNISTAS

La sinceridad de Capitanich

Por Beatriz Sarlo | El kirchnerismo no se desvive por la libertad de prensa. Pero la performance del jefe de gabinete nos indica que los deseos y los impulsos son oscuros.

Capitanich rompe notas del diario Clarín en su conferencia en Casa Rosada.
| Dyn.

Si alguien quisiera ser benevolente podría decir que Capitanich estaba ofuscado. Yo sostengo que es un hombre sincero. Ha actuado según sus convicciones. Cree que, de ser posible, la prensa opositora debería desaparecer. Y puso en acto esa desaparición como performance. Pasó de las palabras a los hechos, en una oscilante línea simbólica y práctica: ya que no es posible destruir todos los diarios que se equivocan porque son malévolos, se conforma con unas cuantas páginas. Con el pretexto de que una noticia es falsa, sencillamente rompe el papel en que fue escrita.

Capitanich puso en escena su deseo como una performance, es decir como un acto sobre la materia misma de aquello que quiere ver roto, reducido a un fragmento ilegible. Se comportó como un hombre intransigente y brutal. No todos nos reflejamos en el mismo espejo en que se refleja Capitanich. No todos tenemos la siniestra sinceridad de trasladar al acto nuestros sentimientos más despreciables.

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Sabíamos que el kirchnerismo no se desvive por la libertad de prensa. Pero la sincera performance del jefe de gabinete nos indica que los deseos y los impulsos son oscuros. Imaginemos que, en lugar de Capitanich rompiendo diarios, esta mañana un opositor enloquecido hubiera destruido en cámara una muñeca que representara la efigie presidencial.

Se me dirá que destruir una muñeca Cristinita y cortar en pedazos un periódico no se encarnizan sobre objetos equivalentes. Voy a sostener lo contrario. Quien destruyera en cámara una muñeca Cristinita estaría amenazando la integridad de un cuerpo que es tan inescindible e intocable como el principio que sostiene la libertad de prensa, de opinión y de pensamiento. La integridad de los cuerpos y el respeto a las libertades fundamentales forman parte de un mismo universo de valores.

La sincera performance del jefe de gabinete nos indica que los deseos y los impulsos son oscuros. 

Capitanich cruzó una línea. Nos reveló no solamente lo que piensa, sino lo que es capaz de hacer. Los impulsos son temibles porque ponen de manifiesto en su desnudez intolerable los deseos que, desde hace muchos siglos, la política se ha esforzado por moderar.

La Presidenta está en China (en todos los sentidos). Hoy está obligada a mandar un mensaje. Hoy debe condenar a su jefe de gabinete. Si calla, será cómplice.