COLUMNISTAS
Cumbre sobre abusos

La Tolerancia Cero del papa Francisco está en marcha y no tiene retorno

La separación de algunos religiosos, que incluye a la del número tres del Vaticano, Geoge Pell, incluirá un "vademécum" de prevención para casos de abusos.

20190227 Cardenal George Pell
George Pell, acusado del abuso de dos menores. Fue el número 3 del Vaticano | AFP

El mundo está enfermo, en una gradual decadencia. Las cosas que suceden no son normales, escapan ampliamente a lo previsible. La sociedad y las instituciones de toda índole, no están exentas de sufrir las más desopilantes situaciones. 

Ante estos desbarajustes, hay anticuerpos que nacen de lo sensato, de lo razonable, de la realidad pura, de las reservas de la humanidad. Hace pocos días hemos sido testigos de algo inédito en la historia de la Iglesia. Un papa Latinoamericano, surgido del fin del mundo, llamó por propia convicción a una “Cumbre contra el abuso de menores en la Iglesia”. Durante décadas, la Iglesia ocultó, encubrió y silenció esta crueldad, mirando para otro lado y negando este inhumano fenómeno. 

El papa Francisco, sin miedo y con firmeza, enfrento el problema, lo asumió y se situó ante él, aceptando “sufrir el conflicto, resolverlo y transformarlo en el eslabón de un nuevo proceso”. 

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De esta forma y con ese sano espíritu, se realizaron cuatro jornadas intensas de trabajo, donde por primera vez en el Vaticano, se oyeron testimonios de víctimas de abusos, hubo expositores religiosos y laicos, entre los cuales destacamos a tres mujeres. En muchas sesiones estuvo presente el papa Francisco, presidiendo una vigilia penitencial, donde los 114 presidentes de conferencias episcopales confesaron su pecado de cara a su Jefe, haciendo una confesión pública asumiendo la responsabilidad por los pecados y crímenes cometidos por religiosos, sacerdotes, obispos y cardenales a lo largo de muchos años.

Finalmente, la Cumbre se cerró con una santa misa presidida por el Santo Padre, quien pronunció una valiente homilía. Hizo un llamado a la lucha contra el abuso de menores, problema que existe no solo en la Iglesia, sino que es a escala mundial. Ninguna sociedad está liberada de estos “crímenes abominables que hay que extirpar de la faz de la tierra”.

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El papa dijo que los consagrados que deben guiar las almas a la salvación, se dejan subyugar por su fragilidad humana, o por su enfermedad, “convirtiéndose en instrumento de satanás. En los abusos, nosotros vemos la mano del mal que no perdona ni siquiera la inocencia de los niños”. 

El papa con gran criterio, tiene una mirada teológica de este gravísimo problema, que lo atribuye al accionar diabólico. Esta mirada contrarresta a la modernidad, que se ha encargado de quitar de la escena al diablo, llegando al disparate extremo de que no existe.

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Es ponderable destacar, que antes de la Cumbre, el papa decidió despojar del estado clerical al cardenal McCarrick, y que dos días después, el 26 de febrero, como consecuencia de la misma, suspendió del ejercicio sacerdotal al cardenal George Pell, que dejó su cargo de prefecto de la Secretaría de Economía. Este 27 de febrero fue declarado culpable y encarcelado por la justicia de Melbourne, Australia, por violaciones a menores cometidas hace dos décadas.  

Como se ve, al papa Francisco no le tiembla el pulso. Están a la vista sus valientes medidas recientes. “La Iglesia nunca intentará encubrir o subestimar ningún caso. Los pecados y crímenes de las personas consagradas adquieren un tinte todavía más oscuro de infidelidad, de vergüenza, y deforman el rostro de la Iglesia socavando su credibilidad”. 

La prioridad hoy la tienen las víctimas, a quienes hay que ofrecerles todo el apoyo necesario. “Escucharlas, «perder el tiempo». La escucha sana la herida, y nos sana también a nosotros mismos del egoísmo, de la distancia, del «no me corresponde»”, dice el papa.  

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Por eso mismo está preparando un nuevo “motu proprio” sobre "la protección de los menores y las personas vulnerables", y un "vademécum" para reforzar la prevención y la lucha contra los abusos y para quebrar el silencio cómplice encubridor. Este es el escenario. La tolerancia cero anunciada por el papa Francisco está instalada y sin retorno. Para conseguir el restablecimiento eclesial el papa invoca el “santo temor de Dios que nos lleva a acusarnos a nosotros mismos –como personas y como institución– y a reparar nuestras faltas, sin caer en la trampa de acusar a los otros, que es un paso hacia la excusa que nos separa de la realidad”.