Ni el vesánico Putin dispone de tantas garantías de impunidad en su invasión bélica a Ucrania. Era necesaria demasiada imaginación para suponer que el frente opositor en el Congreso le obsequiase el permiso para matar al 007 argentino: Alberto Fernández.
En apenas diez días, diputados y senadores le ceden esa licencia literaria para diezmar viejos o jóvenes, clase media o ricos, chacareros o jubilados. Lo que se le antoje. Una patente inverosímil como la de James Bond, aquel agente liso de Ian Fleming.
En su ambigüedad confesa, al Presidente le hubiera gustado encarnar a otros personajes de la novela policial, atrapantes como Sam Spade (Hammet) o Philip Marlowe (Chandler). Pero hoy, en cambio, el Parlamento le regala la fantasía frívola de convertirse en el superficial Bond, de entregarle una autorización impensada de letalidad sin castigo, en lugar de personificar aquellos notables de la serie negra que describían la miseria humana del poder.
Dos muestras de mezquindad partidaria:
1) El Gobierno de los Fernández pretendía la pegajosa complicidad de la oposición para conseguir más plata del FMI y aplicar un plan de ajuste; compartir culpas sobre medidas indeseadas para cualquier político.
2) A su vez, Juntos reconoce postrarse para evitar el default, pero se niega a acompañar el paquete que ofreció Guzmán para firmar con el organismo internacional.
Saldo: los opositores se prescinden de participar en la aplicación de instrumentos económicos, pero finalmente autorizan a que el Gobierno proceda del modo que mejor le plazca para su entendimiento con el FMI, asumiendo que esas decisiones provocarán disgustos populares, la pérdida de adhesiones.
Es decir, le entregan a James Bond el permiso para matar. O para ejercitar en la carnicería lo que vendrá como el mayor impuestazo de la historia económica de la Argentina (sin pasar por la aprobación legislativa), según revelan algunos especializados en el tema.
Y como al FMI, a pesar de no ser un banco sino un conjunto de países para auxiliar a otros estados con dificultades, poco le interesa si se suben o no los impuestos, lo que le importa es recuperar parte de lo que ha prestado. Más: hasta es capaz, como ocurre hoy en España, que presione al Gobierno para subir la carga tributaria sobre la población como mecanismo de ordenamiento económico.
Inestable. Mucho solaz por el descalabro interno del Gobierno a partir de las diferencias ante el FMI, la fractura entre Cristina y Alberto, y la competencia por saber quién de los dos había sido beneficiado. Sobre todo, ante lo que viene: cambio de Gabinete, de ministro de Economía, de quita de las cajas a los ávidos de La Cámpora.
Crece en sectores de Juntos la intención de armar una fórmula 2023 Larreta-Morales
Sin seguridad de nada, pero nombres como el del ex ministro Rossi figura en todas las agendas para emerger, la posible salida de Manzur (para él, ya cumplió su misión con el acuerdo y requiere volver a ordenar su terruño, Tucumán) y, como alternativa a Guzmán, quien ha logrado juntar las mismas rabias del cristinismo y de Alberto, se barajan candidaturas de fieles como Todesca o Marcó del Pont para cumplir con el género, mientras algún empresario de primera línea empuja la aspiración de Álvarez Agis, hoy conocido entre sus pares como uno de los economistas más entretenidos en sus exposiciones: cambia todas las semanas.
Muchos también se preguntan por alguien que chatea en forma esporádica con Cristina, no es de su coleto, pero se especializó en mensajes para contribuir en irritar la relación entre ella y Guzmán. Esto circula en el albertismo, movimiento político que no termina de amanecer, como el bebé del propio Alberto. Difícil momento para el Gobierno: el Presidente no se consolida y el cristinismo se extravía.
Temblores. Tanta concentración en el vaivén oficial parece olvidar los devaneos en la oposición, que la semana pasada habilitó la reaparición pública de Enrique Nosiglia, después de 30 años de silencio, en un logro de Carlos Pagni por TV. La referencia es al periodista, ya que el ex ladero de Alfonsín produjo poco, salvo la insistencia por cuestionar a Mauricio Macri. Parece que estaba ofendido porque el ex presidente se reunió con Lousteau y Yacobitti sin consultarlo ni convocar a su hijo Juan. También, se sabe, hay molestia entre Nosiglia y Angelici, pegado a Macri, quien le ha robado algunos de sus peones capitalinos.
No todo es rencor: con Horacio Rodríguez Larreta crece la amistad y la intención de combinar la fórmula presidencial con Gerardo Morales, el gobernador jujeño tan apegado a las determinaciones de la gestión Fernández.
En ese plano de surgimientos, habrá que anotar la vuelta de Ernesto Sanz a la cúpula del radicalismo y anotar la postulación de Jorge Macri a la Jefatura de Gobierno porteño, una novedad debido a que antes parecía bloqueado por su propio primo, Mauricio. Se reconciliaron. Quizás por la inminente boda de Jorge. Como se sabe, la familia es lo primero, aunque esa imposición no haya sido prioridad en los Macri.
Es lo que debe molestar a María Eugenia Vidal, quien no figura ya ni en el elenco de Larreta. Al revés de Patricia Bullrich, inscripta como futura rival en la interna, convencida de que no solo le hará frente. Siempre y cuando, claro, Mauricio lo consienta.