COLUMNISTAS

Lo nuevo como progreso y la moda como política

El PRO debería vacunarse contra el éxito efímero de la moda y las creaciones del cotillón macrista.

MACRI.  Confundir forma y fondo puede ser un boomerang.
| Cedoc

“Se hunden en las llamas de la renovación, reviviendo y cayendo de nuevo, el monótono fluir de un reloj de arena, que se invierte y se vacía eternamente. Lo nuevo es siempre viejo, y lo viejo continuamente nuevo” (Augusto Blanquí, citado por Walter Benjamin en Libro de los pasajes).

La confusión de lo nuevo como progreso era para Benjamin el fraude de la modernidad, algo comparable a esperar que la moda renovara la política, una preocupación oportuna ante la fascinación de buena parte de los argentinos con la estética comunicacional macrista.

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En París, capital del siglo XIX Benjamin escribió: “La novedad es una cualidad independiente del valor de uso de la mercancía. Es el origen de la apariencia, inevitable en las imágenes que produce el inconsciente colectivo. Es la quintaesencia misma de la falsa conciencia, cuyo agente infatigable es la moda. Esa apariencia de la novedad se refleja, como un espejo en otro, en la apariencia de lo siempre novedoso”.

El PRO debería vacunarse contra el éxito efímero de la moda y las creaciones del cotillón macrista

El PRO debería acercarse a estas ideas de Benjamin para vacunarse contra el éxito efímero de la moda, los globos, el baile, el saco sin corbata, Balcarce y otras eficaces creaciones del cotillón macrista para cuando la luna de miel de todo nuevo gobierno comience a dejar paso a lo real.

Un ejemplo del boomerang que resulta confundir forma con fondo (y de lo que puede venir) lo dio hace pocos días Pablo Moyano, independiente del entendimiento de su padre con Macri, durante una protesta de Camioneros frente al Banco Central. Dijo: “Estos boludos se creen que la ecología es ir a laburar en bicicleta, como hacen ellos, a sus despachos” cuando es el ministro de Transporte, Guillermo Dietrich, curiosamente, quien siempre se desplaza en bicicleta.

La semiótica del progreso asociado a la moda esconde “la obsolescencia de lo nuevo” porque “lo que es más nuevo no cambia nunca; esto más nuevo, en todas sus partes, sigue siendo lo mismo”, sostenía Benjamin, pesimista con lo moderno como Nietzsche, quien también descreía de la posibilidad de inventar un futuro que no cayera en el círculo del “eterno retorno” de lo mismo.

Las fotos haciendo compras en supermercados de Juliana Awada y María Eugenia Vidal (en shorts) le sirven al Gobierno para reforzar el vínculo de afecto con sus votantes. Pero no apaciguará a los consumidores que vieron aumentar los precios en las góndolas casi en igual porcentaje que la devaluación, demostrando que no era cierto lo que sostenían los economistas del Gobierno sobre que los precios de noviembre ya tenían implícito el valor del dólar paralelo y no el del oficial. Otro ejemplo de la falta de novedad y repetición de lo mismo, porque el pase porcentual de devaluación a precios actual guarda proporción con el de la devaluación de enero de 2014 del por entonces tándem Kicillof-Fábrega. Todo indica que la inflación de este mes, aunque es menor que la de enero, será el doble de la de febrero de 2015. Y no habrá inventos de Duran Barba que le alcancen al PRO para ganar las elecciones del año próximo si la inflación de febrero de 2017 no llega a ser menor que la del último febrero de Cristina Kirchner.

El texto de Benjamin colocando la moda como mejor exponente de lo nuevo significando valor y de lo nuevo como ilusión falsa de progreso es un útil llamado de atención al PRO a no creerse la aprobación actual que recibe y un aviso para cuando dejen de ser nuevos por el solo efecto del paso del tiempo.

Que una temporada esté de moda determinado color o corte en la vestimenta surge de un acuerdo entre los principales fabricantes mundiales de ropa. El fin, comunicar que el color y el corte ya anterior no son los de esta temporada es imponer lo nuevo.

Por más que los seres humanos confundimos lo que tiene alguna analogía con lo igual (condensación y desplazamiento), la lógica de la moda sirve para ganar elecciones, pero no alcanza para gobernar.

La moda precisa cambiar continuamente. El cambio, idea fuerza con la que Macri ganó las elecciones, puede ser sólo movimiento y, en ese caso, se trataría de un desplazamiento cuantitativo, mientras que el progreso es un desplazamiento cualitativo porque cambia las cualidades, que dejan de ser una moda para convertirse en un clásico.

El cambio puede ser sólo movimiento. El progreso es un desplazamiento cualitativo, porque cambia cualidades

No todo lo nuevo es moda. Aunque insuficiente, lo nuevo es condición necesaria del progreso. Lo que Benjamin criticaba era el falso nuevo, que veía asociado al consumo compulsivo y al capitalismo.

En política, los recursos de la moda en reemplazo de las ideas, del marketing y de las imágenes, de lo nuevo y de lo verdaderamente joven (como Urtubey, Massa, Bossio, Randazzo, etc.) estarán siempre disponibles para que otros seduzcan a los votantes del PRO y, como el flautista de Hamelin, se los lleven con su música de vuelta al peronismo.

El PRO precisa que Macri tenga éxito y produzca verdadero progreso. Pero, además, que tenga una ideología (ver contratapa de ayer: http://e.perfil.com/ideologiaPRO) que le dé sustento sólido y continuo como fuerza política si no quiere que Cambiemos, en 2017 o 2019, signifique cambiar al PRO por otra fuerza.