COLUMNISTAS
HERENCIA PRO

Los cuatro magníficos

En el círculo más cerrado del poder presidencial sacan número para la sucesión. Prueba piloto de opositores.

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LA GRAN ESPERANZA María Eugenia Vidal | Dibujo: Pablo Temes

Con raspones varios, el cuarteto Macri-Peña-Vidal-Rodríguez Larreta igual se consolida como hegemonía política, una casta alejada del resto. De ajenos y propios. Se ha despegado hasta de la influyente “mesa chica”, hoy disminuida sin explicaciones por retiro o reticencia del empresario Nicolás Caputo, el hermano del alma presidencial, quien triscaba todas las semanas en la Casa Rosada. Ni hablar de la morosa y paralizada oposición, rota como un espejo. Este fenómeno del oficialista plato volador se escapa hasta de la regla geométrica que define los cuadrados: no es perfecto, un lado es más importante que los otros tres, aunque los cuatro personajes coinciden en repartirse el poder en los próximos seis años de la Argentina. Se complementan, se necesitan por conveniencia, uno no puede prescindir del otro, ni siquiera cambiar de feudo. Sobre todo desde que el Presidente lanzó su propia reelección con veinte meses de anticipo, incluyendo en su paquete de oferta a la gobernadora bonaerense, al jefe de la Ciudad y, a más largo plazo, como su sucesor, al jefe de Gabinete (para quien emite deuda por los próximos cien años lo de Peña en el lustro venidero resulta un tímido ensayo futurista).

Estrella.Si alguien guarda reservas sobre este destino manifiesto, hoy puede consultar al funcionario estrella de la Administración, Mario Quintana, quien inició la moda de licitar almuerzos –con observadores, curiosos, técnicos y periodistas– para explicar las bondades del Gobierno, la felicidad consumada si gana el oficialismo en 2019. En suma, la tierra prometida. A partir de “lo bien que estamos”. Claro, si uno se compara hoy con el actor Juan Darthés o en poco tiempo con el sindicalista Hugo Moyano.

Tamaña premura obedece a un mandatario que, al revés de su plácida vida anterior, despliega ahora una actividad infrecuente, agitada, quizás tentado por la atracción del bronce. Aunque permanecer como prócer temporario supone, además, la postergación de amenazas ciertas que suelen planear cuando se abandona la función pública en los países subdesarrollados. Nadie piense, igual, que Macri se ha convertido en un workaholic. Para él, líder del cuarteto ascendente, la página de 2019 ya está escrita. Más difusa, en cambio, es la herencia de 2023, en especial para el jefe de Gabinete y la gobernadora. No los acompaña la historia: nunca desde esos cargos se pudo llegar a la presidencia. Diferente es lo del alcalde, con el antecedente de De la Rúa, aunque Macri lo desafectó en público de su legado, privilegió a los otros dos.

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Sin duda, molestias personales por iniciativas autónomas, como la Ciudad. Para colmo, Rodríguez Larreta puede inscribir a su favor las fuerzas aliadas de Carrió, pero tropieza abiertamente con el turbión contrario del radicalismo. Una diferencia entre socios que no lastima al ingeniero, quien ha seducido a Lilita, y al frente radical lo conserva gracias a Enrique Nosiglia, con quien se reunió hace pocos días. Por lo tanto, puede sumar desde al díscolo Martín Lousteau o facilitar refugio en el distrito porteño a sedientos partidarios, hoy con la nariz contra el vidrio.

Otra curiosidad ameniza a las figuras del cuadrilátero oficial: ninguno tiene un segundo garantizado, hay vacíos explícitos. A Vidal poco le ha significado la compañía del radical Salvador, estimado y querido pero sin peso específico ni divulgación en dos años de gobierno. Rodríguez Larreta, a su vez, discurre sobre la continuidad de Santilli, pero tampoco se jacta de un candidato mejor. Mientras, opinan unos, Macri llevará de nuevo a Michetti como vice, aunque otros suponen que pactará ese puesto con núcleos en lista de espera: sea el radicalismo mendocino de Cornejo o el peronismo cordobés de Schiaretti.

Determinación final que habrá de corresponderle a Duran Barba, quien recomendará perfil y nombre de los elegidos. Hasta puede proponer, por ese rol bautismal que lo caracteriza, a un elemento ad hoc para integrarse en cualquier fórmula: la sugerencia podría corresponder a una mujer –por otra parte, la única figura del PRO con nítido atractivo electoral, según los sondeos–, la actual ministra Carolina Stanley, una pródiga de las ayudas sociales y trato apacible con las organizaciones de ese tipo, casada con un originario del peronismo (el jefe de Gabinete bonaerense, Federico Salvai), dama con apariencia vulnerable y el estilo Heidi que le ha generado dividendos inesperados al PRO. Por otra parte, se le reconoce a Stanley una inclaudicable devoción por el Presidente: dice ser un soldado de Macri y, como ejemplo, ha cumplido en exceso el pedido de ahorro que este les reclamó a sus ministros.
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Otra vereda. Tanta afirmación sobre el futuro político del Gobierno contradice al archipiélago opositor, la entendida versión de que “enfrente no hay nadie”. O, enterrado en el sólido argumento de que “a ella no le alcanza”. Parece que antes del Mundial quizás aparezcan candidatos, ahora células dormidas. Por ejemplo, José Manuel de la Sota, cordobés que busca un referente como Massa en Buenos Aires. Con o sin agua en la pileta, también se arroja Miguel Pichetto, quien empieza a recorrer el país con un cencerro para aglutinar peronistas. Ninguno de los dos debe cosechar en la última minicumbre de San Luis, desde donde se postula Alberto Rodríguez Saá con bendición de la viuda de Kirchner y Boudou, operado por Mariotto. A esa cita no concurrió el hermano Adolfo, se pronunció en contra de la reunión. Además, tampoco lo habían invitado.

El factor CFK excitó en la provincia una grieta impensable: el Alberto se distanció de su hermano Adolfo o, viceversa, luego de setenta años en comunidad de intereses y poder. Ya han dividido bienes, posesiones y hasta interpretan canciones distintas. El condimento femenino también lo aporta Giselle, esposa de Adolfo –de activo proselitismo para cambiar los resultados adversos que el apellido Rodríguez Saá había obtenido en primera vuelta–, quien realiza actos en los que objeta duramente a su cuñado. Mientras, el hijo de este, otro aspirante familiar, para continuar con el nepotismo crítico, bombardea a su tío. Infierno grande: ni Macri imaginaba a su favor tanta violencia doméstica.