Para muchos, es una consecuencia inesperada de la guerra. Para otros, un fenómeno natural de la interdependencia en la era de la globalización: un conflicto armado que ocurre a más de 13 mil kilómetros de distancia y sin embargo tiene la capacidad de generar efectos imprevisibles en nuestra región, entre los que se encuentran no solo acercamientos y negociaciones entre adversarios ideológicos, sino también cambios en la provisión de recursos y hasta un fuerte impacto en las elecciones locales.
En América Latina las consecuencias de la guerra en Ucrania no se hicieron esperar. Si bien todas las miradas están puestas en las causas geopolíticas de la invasión rusa y la crisis humanitaria que ya provocó que más de 3 millones de ucranianos huyeran de su país, nuestra región también es testigo de los efectos del conflicto armado más importante en territorio europeo desde la Segunda Guerra Mundial.
En primer lugar, la consecuencia más imprevista pero también más llamativa ha sido el acercamiento entre los gobiernos de Estados Unidos y Venezuela. Las épocas en las que la administración norteamericana desconocía la legitimidad de la presidencia de Nicolás Maduro parece haber quedado atrás. En las últimas semanas, ante la necesidad de garantizar el suministro de energía a la Unión Europea y Estados Unidos después que éste último prohibiera las importaciones de petróleo y gas ruso, el gobierno de Biden retomó un diálogo con Venezuela que había quedado trunco tras el fin de las relaciones diplomáticas en 2019. Sin embargo, desde el gobierno bolivariano fueron muy claros: la única forma de que Venezuela retome el comercio de petróleo a Estados Unidos será si la administración de Biden levanta las sanciones que le impuso al país latinoamericano y reconoce a Nicolás Maduro como presidente legítimo. Y si bien es posible que esto nunca suceda y que además Venezuela mantenga su postura cercana al Kremlin, cobra relevancia este acercamiento entre dos enemigos ideológicos de hace décadas en un contexto en donde el precio del gas y del petróleo ha subido considerablemente después de la invasión a Ucrania. Al mismo tiempo, a esta novedad se suma un gran interrogante: en caso de que Washington y Caracas lleguen a un acuerdo, ¿podrá PDVSA lograr el abastecimiento que necesitan Estados Unidos y la Unión Europea después de que los malos manejos en la empresa redujeron al mínimo histórico la producción de petróleo venezolano?
Incluso, este nuevo escenario tuvo un fuerte impacto no solo en las relaciones diplomáticas sino también en la política interna de la región. En el caso venezolano, el acercamiento entre Maduro y Biden descolocó a una desorganizada oposición bolivariana que había sido siempre respaldada por el país norteamericano y que hoy ve diluirse las vagas esperanzas que aún quedaban de que Juan Guaidó pudiera llegar a ser reconocido como presidente legítimo de Venezuela. Pero además, las negociaciones entre Estados Unidos y Venezuela afectan también la realidad interna en Colombia. Como es sabido, la administración de Iván Duque se ha mantenido muy cercana a Estados Unidos a tal punto de permitirle a Trump el desplazamiento de tropas norteamericanas a la frontera entre Cúcuta y Táchira en 2019 con el fin de forzar a Nicolás Maduro a dejar el poder. Hoy Duque, un presidente que llega al fin de su mandato muy desgastado, ve que su principal aliado negocia con su enemigo y observa cómo se desvanece su objetivo de imponer un cerco diplomático a Maduro. En la misma línea, el candidato izquierdista Gustavo Petro ha tenido que adaptar su discurso de campaña para evitar explicar esta nueva reconfiguración de alianzas de poder en la región. En caso de que Petro efectivamente llegue a la presidencia colombiana en mayo quedará por conocer cómo serán las nuevas relaciones con Estados Unidos, un país que lo asiste en temas de seguridad en un contexto problemático ante el rumor creciente de una vuelta a la actividad guerrillera de las FARC y sus disidencias.
Pero además, la invasión rusa a Ucrania afecta a toda la región en términos productivos. El aumento internacional de ciertas materias primas puede traer como consecuencia un incremento de la recesión y la inflación, en un momento en el que el mundo parece encaminarse hacia el fin de una pandemia que provocó un fuerte estancamiento en muchas economías a nivel global. Y para la región puede resultar un problema aún más sustancial que en otras naciones del mundo debido a que los escenarios internacionales prevén que América Latina va a tener el crecimiento más lento del mundo. De esta manera, no solamente nuestro continente podría observar un aumento de la pobreza y de la desigualdad sino también un posible proceso de descontento social, en un momento en donde preocupa especialmente los niveles de disconformidad con la democracia según el último informe de Human Rights Watch. Y esto podría ser especialmente un desafío para aquellos países con gobiernos cuyos presidentes asumieron hace relativamente poco como Castillo en Perú o Boric en Chile, o aquellos regímenes que tendrán elecciones presidenciales como en Brasil o Colombia.
*Licenciada en Ciencias Políticas (UCA). Investigadora del Centro de Estudios Internacionales (CEI-UCA).