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BAFICI: todo lo que tenés que saber sobre la 23° edición del festival de cine. | buenosaires.gob.ar

Es el primer Bafici pospandémico –o casi–, y una pregunta tácita corta el aire de las salas: ¿volverá al público hacia los cines o esperará a que el cine pase por el embudo de los cables?

Lo que se disputa con las plataformas que sirven la ficción en casa no es solo quién obtiene el rédito en la explotación de esa mercancía que es el cine (las plataformas esquivan parsimoniosamente los derechos de intérprete) sino que además hay una guerra por cierta gramática (narrativa, visual) que –por ejemplo– favorece un tipo de planos cortos que se pueden ver en celulares en detrimento de una mirada panorámica del mundo. Un tipo de perspectiva; un tipo de mundo.

Hay cierta gramática que favorece los planos cortos, que se pueden ver mejor en los celulares

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Al menos tres películas que vi en el Bafici necesitaron anotar alguna cosa al pie de este debate. Una fue El Kaiser de la Atlántida, el asombroso documental de Sebastián Alfie, que sigue el intrincado derrotero de la ópera compuesta por Viktor Ullmann en el campo de concentración nazi de Terezin, cuya partitura fue luego rescatada en Londres, reinterpretada en Ámsterdam y ejecutada nuevamente en Madrid hace poquito: vida, muerte y otra vez vida. La historia es apasionante, incluye médiums y milagros, y sospecho que solo por sus dimensiones históricas no entraría cómodamente en una pantallita. Se cuenta que al final de esta ópera con aires de Schönberg y cabaret el público no aplaude; queda en pasmoso silencio un minuto entero. Así lo quisieron ensayar sus productores argentinos, Daniel Rosenfeld y Mariano Nante; trajeron al estreno al violinista Rolando Prusak, quien tras su interpretación sostuvo cuidadosamente el arco del violín en el aire, como una espada, o una guadaña, el mismo tiempo equis que dura el silencio al final de Ullmann, tiempo que tampoco entra en celular alguno.

Las otras dos películas, de la factoría El Pampero, son La Edad Media y Clementina, que complejizan el meollo de los temas que son o no son para el cine. Merecen un análisis pormenorizado, que en esta columna será hoy imposible.