COLUMNISTAS
Megáfono segunda parte: A economistas opositores

Miedo escénico de técnicos de JxC

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Megáfono. | Shutterstock

Viene de “Qué, cómo y para qué” del domingo pasado.

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Varias veces en estas columnas citamos el axioma de Jaime Duran Barba sosteniendo que en ninguna parte del mundo, nadie ganó una elección prometiendo ajuste. La primera parte de la columna “Megáfono al PRO” del domingo pasado concluía diciendo: “Los precandidatos del PRO tienen que convencer a la sociedad que su plan no solo viene a instalar orden y crecimiento, sino también redistribución, si solo hablan de desarmar el Estado y no de hacer del Estado una herramienta eficiente para reducir la desigualdad podrán ganar elecciones, pero para lograrlo serán muy dependientes de los errores de sus oponentes.” Ésta de hoy está dirigida a los economistas de Juntos por el Cambio.

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 Los candidatos a presidente de Juntos por el Cambio, tienen visiones sobre la realidad diferentes, mientras que sus economistas parecen haber atravesado un proceso de homogeneización del pensamiento llamativo. No importa que sean radicales de Gerardo Morales o de Facundo Manes, del PRO de Rodríguez Larreta o de Patricia Bullrich, entre los economistas de Juntos por el Cambio pareciera haber solo halcones.

Para ellos, la economía argentina de este año terminará con una caída del producto bruto del 5%: tres menos por la sequía, sumado a los dos menos que ya habían pronosticado a fines de 2022. Ya el año pasado se pasaron gran parte de los meses pronosticando una bomba que estaba por estallar con hiperinflación e hiperdevaluación.

Para que el producto bruto de este año caiga 5% después de haber tenido un primer trimestre con crecimiento del 1,5% los restantes trimestres deberían significativamente o alguno de los trimestres, caer el 10%; algo comparable con la crisis del primer trimestre de 2002, que derivó en el mayor colapso social de la historia argentina, y para que algo así se produjera debería generarse una devaluación con un salto inflacionario que lo realimente, escenario que no deja de ser posible, pero no es el más probable. 

Los pronósticos de crecimiento para 2023 antes de la sequía eran de entre 2 y 3 por ciento de crecimiento, la sequía quita 3 puntos, no es improbable esperar una caída del uno o dos por ciento. ¿Por qué entonces los economistas de Juntos por el Cambio pronostican una caída del cinco por ciento?

Esta columna tiene una hipótesis: sabiendo que es muy probable que les toque administrar la economía del país, frente a un triunfo de Juntos por el Cambio, con el antecedente de haber fracasado en el período anterior, los técnicos de Juntos por el Cambio tendrían miedo escénico. Frente a ese temor abren el paraguas, convencen a sus políticos y le avisan a los votantes, que los ajustes que habrá que hacer a partir del 10 de diciembre próximo, serán muy importantes y, peor aún, que en 2024 no se verán los resultados, por lo que habrá que atravesar un desierto prolongado de protesta social intensa.

Con esos consejos Patricia Bullrich anticipó que, de ser electa, está dispuesta a perder las elecciones de medio término de octubre de 2025 para que los ajustes que haya que realizar no sean contaminados con un calendario electoral. Lo que lleva la percepción sobre las mejores a 2026. Y Horacio Rodríguez Larreta, también en el caso de ser electo presidente, hasta evaluaría anunciar desde el primer día que no se presentaría a la reelección en 2028 y que cumpliría solo un período, para que quede claro su disposición a estar dispuesto a pagar el costo político que fuera y soportar  las resistencias que fueran.

Magnificarían si el déficit fiscal que dejara el gobierno de Alberto Fernández fuera del 3,5 por ciento del producto bruto, uno por ciento a causa de la sequía, situación que no se repetiría en 2024, ya que la situación sería mucho más fácil que en 2015 cuando el déficit fiscal que dejó Cristina Kirchner a Macri era del 7 por ciento, el doble. Y aunque repetido, el gasoducto funcionando, Vaca Muerta a todo vapor, más la minería (el cobre aun más que el litio) que tampoco estaban en 2015.

La sobreactuación de las dificultades podría tener un origen psicológico, todos coinciden como un mantra, típico del pensamiento de tribu que se mimetizan unos con otros, en que el error en 2015, fue no haberle dicho a la gente “la verdad” y ahora creen que deben dejar los riesgos claros al punto de decir en reuniones con el círculo rojo, que el plan que instrumentarían solo tiene un 50 por ciento de posibilidades de acierto.

Ese miedo escénico encontraría su manifestación en distintas acciones: 1) pronosticar un 2023 pero, creyéndolo cierto pero escondiendo inconscientemente el deseo de que se produzca una devaluación, así el costo de parte del experimento no recae todo sobre sus hombros; 2) reducir las posibilidades de tener que conducir la economía en 2024 reduciendo las posibilidades de un triunfo de Juntos por el Cambio en las elecciones asustando a los votantes, 3) y si aún así votan a Juntos por el Cambio, quedarse tranquilos de que les avisaron a todos que sería muy duro y que podía fallar.

Un proceso de interpenetración cognitiva donde se influencien mutuamente entre ellos, sorprende especialmente en los economistas radicales. Mientras Facundo Manes tiene la posición más progresista de los candidatos de la coalición y en Inglaterra se junta a conversar con el economista coreano Ha Joon Chag, el “Stiglitz joven” y la estrella mundial de los economistas de la tercera vía, sus economistas argentinos tienen posiciones que el célebre economista coreano consideraría neoliberales, además de pasadas de moda. Mañana PERFIL publica un extensísimo reportaje a Ha Joon Chang.

Juntos por el Cambio si realmente pretende ganar las elecciones, más aún, si pretende luego gobernar con éxito, debería abandonar la ideas económicas, financieras y monetaristas que caracterizaron a la presidencia de Macri y elaborar un plan heterodoxo que combine la estructura no recesiva del Plan Austral con las reformas que luego lo consoliden, sin generar en la población ajuste, y por el contrario, generando rápido alivio.

No es imposible, el solo hecho de contar con el capital político inicial de todo gobierno que comienza teniendo cuatro años por delante, sumado a las objetivas mejoras que producirá en las exportaciones con el agregado de energía, minería y no sequía, podrían permitir hacer las correcciones que permitan ingresar a un círculo virtuoso.

Un plan así, anunciado el lunes 14 de agosto, inmediatamente después de las PASO por el candidato de Juntos por el Cambio que haya resultado ganador de la interna los ayudaría a mejorar sus posibilidades electorales, porque tanto  Rodríguez Larreta como Patricia Bullrich vienen de familias de clase alta y son esperables sujetos de desconfianza de clase por la mayoría de la población que no integra el sector socioeconómico al que sus familias pertenecen por varias generaciones.

La economía está muy especialmente influida por la percepción de futuro, si los economistas sostienen que habrá tempestades, de haberlas las agrandarán y de no haberlas las podrán producir. 

En 2015 fracasaron porque tuvieron mala praxis y no por culpa de resistencia de la población o de la oposición. De hecho, contaron en 2016 con la aprobación de todas las leyes, hasta con la aprobación de los miembros de la Corte Suprema que primero había designado por decreto, la no beligerancia de la CGT (Cristina Kirchner acusó a la CGT de no saber si apoyaba a Macri en 2016) y hasta con paz de las organizaciones sociales de la mano de Carolina Standley.

Un miedo escénico de los economistas de Juntos por el Cambio tendría un gran costo para el país y para los propios candidatos a presidente de la coalición opositora.