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Moral de la violencia

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Marcha de las antorchas. El grupo extremista Revolución Federal, con antorchas tipo Ku Klux Klan frente a la Casa de Gobierno, donde llevó también una guillotina. | cedoc

Moral deriva de mos, costumbre. Se suelen utilizar indistintamente las palabras moral y ética pero tienen significados distintos. Una moral tienen también la mafia (códigos), las bandas y cualquier organización delictiva. La ética es el estudio de las morales y su orientación por la correcta (la útil). La palabra moral se utiliza como adjetivo: “lo moral es bueno”, “lo inmoral es malo”; cuando lo que hay son buenas y malas morales. Lo inmoral o amoral para un grupo no necesariamente lo es para otro, y lo que significa cumplir con el deber cambia en cada tribu.

Entender el orden mental de Fernando Sabag Montiel y Brenda Uliarte como el de los integrantes del grupo Revolución Federal comienza por comprender que hay un orden moral en ellos, y no se trata solo de irracionalidad o locura sin sentido.

“La acción del sujeto no ocurre en el vacío, sino en el interior de determinada trama que le da sentido a lo que hace”, dijo, refiriéndose a la violencia de las barras bravas, el sociólogo Pablo Alabarces, quien dicta Cultura Popular en la Facultad de Ciencias Sociales, en la Universidad de Buenos Aires.

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La fascinación con la violencia de los grupos totalitarios es porque encuentran satisfacción psicológica

“Siempre hace falta un marco moral dentro del cual la acción se vuelve aceptable y legítima. No es una patología de un sujeto que decide violar la norma, sino que hay una trama cultural dentro de la cual esa violación de la norma o del mandato de ‘no matarás’ se vuelve posibilidad”, continuó diciendo, entrevistado en Radio Perfil.

“No se trata de un loco suelto. Porque esa figura patologiza al sujeto, y acá no hay enfermedad, no es un tipo incapaz de comprender las características de su accionar. No es un sujeto aislado, hay un grupo que comparte cierto punto de vista que pasa por diversos campos de lo moral y cultural dentro del cual el crimen político se vuelve aceptable”, concluyó Pablo Alabarces, quien en 2014 ya había publicado el libro Héroes machos y patriotas, en el que escribió: “No hay acción sin causa y sin sentido” y “si no producimos interpretaciones rigurosas y adecuadas, no podremos entender de qué se trata” esa violencia.

El violento actúa convencido de que lo asiste la lógica, el mejor ejemplo en el caso del atentado contra Cristina Kirchner es lo que Brenda Uliarte le escribió a su amiga el 27 de agosto: “Hoy me convierto en San Martín, voy a mandar a matar a Cristina. Me pudrí que hablen y ni hagan nada. Yo sí voy a hacer. Se metió el espíritu de San Martín en mi cuerpo”.

Entender qué alimenta esas lógicas y estructura esas morales es condición necesaria para tratar de corregirlas y defenderse de las consecuencias de sus acciones. La percepción de un odio generalizado hacia Cristina Kirchner es, en el imaginario distorsionado de los agresores, una de las formas de legitimar un acto de violencia contra ella. 

¿Si desde los constructores de subjetividad (políticos, periodistas, influenciadores, etc.) no se hubiera alimentado la imagen diabólica de la vicepresidenta, el atentado contra su vida no se hubiera realizado? Es discutible pero en cualquier caso es recomendable no incentivar las pasiones negativas de terceros.

En Sobre la evitabilidad o inevitabilidad de la violencia, José Luis Aranguren escribió: “¿En qué se diferencia la violencia del poder? En el comienzo de la implantación de todo régimen el poder es pura y simplemente –visto desde una situación anterior– violencia. Pero el régimen, una vez establecido, se autolegitima. Con ello la violencia desnuda primaria y elemental deja de ejercerse, pues el poder legitimado se considera purificado de violencia y cada día aparece pura y simplemente como enforcement de la ley, como defensa del orden público”.

En Reflexiones sobre la violencia, Georges Sorel sostiene que la violencia es un medio y no un fin, y desarrolla su teoría sobre la “fascinación con la violencia” de los grupos autoritarios, que encuentran en ella “una satisfacción psicológica, la satisfacción del poder”.

La violencia no es solo física: hay violencia económica, ideológica, mental, etc. “Algunos filósofos han considerado que en el lenguaje corriente hay términos que expresan violencia”. Los libros Violatives Modes and Themes of Violence, de John O’Neil, y Reason and Violence, Philosophical Investigations, de Sherman Stanage, se refieren a “términos violativos”.

Hay violencia mental,  económica, ideológica, oral, etc. Para ciertos filósofos, existen “términos violativos”

No tiene el periodismo de tono beligerante la responsabilidad de haber construido la lógica que llevó a Fernando Sabag Montiel y Brenda Uliarte a justificar el intento de asesinado de Cristina Kirchner. Ni tampoco los libertarios como Milei y Espert de la furia de los escraches de Revolución Federal, cargados de enorme violencia simbólica (guillotina, antorchas estilo Ku Klux Klan). Pero una buena profilaxis aconseja suprimir los “términos violativos” del discurso periodístico y político.

A la violencia no se la vence con más violencia, de esa forma solo se sucumbe a ella.

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 Recomiendo la lectura de www.revista anfibia.com/revolucion-federal-que-tengan-miedo-de-ser-kirchneristas/