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Actitudes para la política

Mundial de gestos

Lionel Messi besando la Copa del Mundo
Lionel Messi besando la Copa del Mundo | cedoc

El campeonato mundial que ganó nuestra selección ha puesto en las pantallas una serie de gestos que se multiplicaron en cada plaza, en cada calle, trabajo, hogar.

El “Topo Gigio” de Messi, el impulsivo festejo del Dibu Martínez al recibir el trofeo de mejor arquero, las miradas al cielo en los penales, ensayando urgentes plegarias. Sumemos los índices apuntando arriba de Leo, agradeciendo a Dios, su mano imitando un pico en movimiento, evidenciando como bocón a un DT, o el corazón dibujado en los dedos de Di María.

Cada partido es un conjunto de gestos, manos en la frente y ojos cerrados ante alguna oportunidad perdida, empujones, aplausos de aliento, besos, abrazos que buscan eternidad, coreografías de De Paul o el Papu Gómez, muecas, el cuadrado en el aire del VAR, los pedidos de tarjeta.

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Cada año que empieza se va cargando de palabras. Arranca con el gesto del brindis y la palabra “salud”. De inmediato, la necesidad de comunicarnos va haciendo que el año se llene de palabras.

Oraciones, gritos, excusas, secretos, explicaciones, afectos. Hablan los políticos, los periodistas, los panelistas, los grupos de chateo, los tuits, los trolls, las fake news increíbles, pero que queremos creer.

También comunican los gestos. Guiñar un ojo, un “puchero” anunciando el llanto, una sonrisa amable, el montoncito de dedos desconfiado.

El argentino/a habla con el cuerpo, viene con lo latino y contagia. El “más o menos” de manos bamboleantes, los hombros que se encogen, el garabato en el aire pidiendo la cuenta, la “C” manual para el café, las palmadas. Gestos de aprobación o para insultar. Gestos loables y gestos dañinos.

Se espera que los dirigentes hayan visto el mismo mundial, la de un plantel sin interna

Cuenta un pasaje bíblico que los israelitas se enfrentaban a una batalla y Moisés, desde un monte, observaba con su bastón. Cuando el profeta tenía los brazos en alto, los israelitas prevalecían, mientras que, cuando los bajaba, por cansancio, dominaban los enemigos.

Los dos acompañantes de Moisés decidieron sostenerle, cada uno, un brazo en alto y así resistieron hasta la puesta del sol, ganando, finalmente, la contienda.

Son tiempos de intelectualizar a la selección, a Messi, de sacar enseñanzas para nuevos paradigmas. Los goles se festejan con los brazos en alto, se gana cuando no se bajan los brazos, y, si alguno los colgaba, Leo, empecinado, lo sostenía en su talento y perseverancia, y cada compañero lo aguantaba a él. En la vuelta olímpica lo llevaron en andas. A todo esto, alrededor, estaban las familias, los amigos, conviviendo con el grupo y la hinchada.

Los argentinos/as estamos levantando las manos, abrazando al conocido y al desconocido, queriendo sostenernos y levantarnos con el de al lado. Que las grietas frías queden fuera de nuestras canchas y aparezcan los gestos cálidos.

Los mayores, como una deuda, anhelábamos que la generación nacida bajo la democracia viviera una fiesta grande, propia, argentina, de nuevos líderes encarnando renovados ideales. Pasar al descanso en paz a los viejos caudillos, como recita la letra propuesta por los jugadores al final de la canción Muchachos.

Navidad, Año Nuevo. El mundial parece haber sido inusual, pero oportuno. Una saludable previa para este tiempo de propósitos personales y colectivos, de recuerdos para los que están lejos, están mal o no están. Época de gestos y de buenos deseos. Hace rato que en Argentina se le piden gestos, en medio de tanta estrechez, a la política.

La sociedad espera que los dirigentes hayan observado el mismo mundial que hoy, multitudinariamente, festejamos, la de un plantel sin internas cuando hay objetivos colectivos. La realidad está a la vista de todos, siempre está ahí. Llenemos el año de buenos gestos. Las virtudes, como en el fútbol, requieren entrenamiento. Que el año electoral que se viene no impida que se mire lo importante. Si en el brindis decimos felicidades, hagamos felicidades.

*Secretario general de la Asociación del Personal de los Organismos de Control (APOC).
Presidente de Fundación Éforo.