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El aniversario de la muerte de Keynes es propicio para retomar su teoría de reactivación económica en tiempos de crisis.. | Pablo Temes

En medio del feroz impacto de la segunda ola de Covid en la Argentina, que arrojó un dramático récord de muertes diarias, se cumplieron esta semana 75 años del fallecimiento de John Maynard Keynes. El aniversario representa una ocasión muy propicia para recuperar la trayectoria y, fundamentalmente, el legado del economista más influyente de la historia reciente, que contribuyó con sus ideas a reactivar economías en tiempos de crisis.

En Teoría general del empleo, el interés y el dinero, un magistral ensayo publicado en 1936 para dar respuesta a la Gran Depresión de 1929, Keynes impulsó una revolución en el Estado, al proponer que se enfrente la recesión mediante una formidable inyección presupuestaria del sector público. Las ideas keynesianas fueron retomadas con éxito por Franklin Delano Roosevelt, que ya había implementado el New Deal, para que Estados Unidos pudiera experimentar una época dorada del capitalismo a mediados del siglo pasado.

Durante la posguerra, las recetas keynesianas triunfaron en todo el bloque occidental con el objeto de ofrecer una respuesta capitalista de asistencia social frente a la seducción del socialismo soviético. Los Treinta Años Gloriosos, el largo periodo de crecimiento de los países desarrollados tras el triunfo de los Aliados sobre las potencias del Eje, representaron el reinado de Keynes: la consolidación del Estado benefactor que brilló por décadas, hasta que en el último cuarto del siglo veinte mostró síntomas de agotamiento y fue destronado por el neoliberalismo de Ronald Regan y Margaret Thatcher.

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El keynesianismo reinó en la era dorada del capitalismo de posguerra, hasta que el neoliberalismo lo destronó. Pero la pandemia obliga a repensar estrategias. Frente a una nueva crisis global, Keynes no ha muerto: larga vida a Keynes.

Pero la pandemia obliga a repensar estrategias. Y, frente a una nueva crisis global, Keynes no ha muerto: larga vida a Keynes.

En Estados Unidos el principal keynesiano es Paul Krugman. Desde sus columnas en el New York Times, este docente de Economía y Asuntos Internacionales de la Universidad de Princeton se encarga de respaldar las decisiones de Joe Biden para impulsar la política fiscal y hacer frente a la recesión postcovid.

Krugman sostiene que la bideneconomics consiste en un aumento de la inversión pública a gran escala, que será financiado con gravámenes altamente progresivos. El economista y ganador del Nobel anuncia que el presidente demócrata desarrollará un programa de infraestructura que no tiene precedentes desde las megaobras realizadas por Roosvelt y que el estímulo estatal sobre el PBI alcanzará récords gracias al aumento de impuestos para los más ricos y para las corporaciones de altos ingresos.

Cruzando el Atlántico, la herencia keynesiana es retomada en Europa por el francés Thomas Piketty. Luego de especializarse en el estudio de las desigualdades y su relación con el desarrollo y la distribución de la riqueza, el autor de El capital en el siglo veintiuno viene cabalgando a favor de una cada vez mayor presencia del Estado para contener los desajustes provocados por la pandemia.

Hace dos semanas, Piketty publicó ¡Viva el socialismo!, un desafiante libro que recoge artículos que el economista escribió para Le Monde en los últimos años. En este ensayo, que todavía no se ha publicada en Argentina, el director y profesor de la Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales de Francia reclama un “socialismo participativo y descentralizado, federal y democrático, ecológico, mestizo y feminista” que permita reactivar la economía en pandemia sin desatender la justicia social.

Sería bueno escuchar en Argentina más voces que retomen a Keynes. En 2020, el Gobierno evitó que aumentara la pobreza con intervención estatal. Pero ahora ese estímulo no está presente. Y es una señal de alarma.

Sería bueno escuchar en Argentina más voces que retomen a Keynes. Es que en el primer semestre de 2020, el Gobierno llevó a cabo una serie de medidas sin las cuales el flagelo social hubiese sido aún mayor. Pero ahora ese estímulo no parece estar presente. Y eso representa, hay que decirlo, una preocupante señal de alarma.

Un paper del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec) publicado a fines del año pasado señaló que los ingresos transferidos a titulares de programas sociales, sumados al IFE y el ATP, permitieron evitar en el primer semestre de 2020 que la pobreza aumentara 2,6 puntos porcentuales, lo que hubiera significado un récord del 43,5% de la población. Según el informe titulado Impacto social del Covid-19 en la Argentina, el Estado impidió que casi 1,2 millones de personas cayera en la pobreza.

Pero en este 2021 el apoyo estatal no parece repetirse: frente a las recientes medidas anunciadas por el Gobierno para contener al rebrote del coronavirus no se vislumbra una gran impulso fiscal del sector público. El bono de 15 mil pesos anunciado por Alberto Fernández no parece ser suficiente para contener el aumento de la pobreza en tiempos de coronavirus.

Por ejemplo, si el foco se concentra en la calidad educativa, algo tan presente en el debate local de esta semana, el panorama es desalentador. Un reciente informe realizado por UTEP y elaborado por Barrios de Pie es contundente: solo el 14% de los estudiantes en barrios vulnerables puede acceder a clases por zoom, solo el 17% tiene notebook o celular propio y el 75% tiene graves problemas de conectividad a internet. El resultado de la encuesta realizada a 16 mil estudiantes fue publicado por Página/12 y es tan contundente que debería ser leído, y entendido, más allá de cualquier tipo de grieta.

Keynes decía que “lo inevitable nunca sucede; siempre aparece lo inesperado”. Qué decir, entonces, de este imprevisible desafío llamado Covid, frente al cual el mundo se volvió keynesiano. Pero en Argentina nadie se se percató.

Sin embargo, el rol del Estado como articulador de la economía en tiempos de crisis no parece ahora tener respaldo. Falta un Krugman o un Piketty en la Argentina.

Como el propio Keynes solía decir, “lo inevitable nunca sucede; siempre aparece lo inesperado”. Y qué decir, entonces, de este imprevisible desafío llamado coronavirus, frente al cual el mundo entero se ha vuelto keynesiano.

Un neoestado benefactor ha nacido en la era del Covid. Pero en Argentina nadie se percató.