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El coronavirus obligó a cerrar escuelas en todo el mundo. | Pablo Temes

La determinación de Alberto Fernández de cerrar las instituciones educativas en el área metropolitana hasta fin de mes, apunta a contener los embates de la feroz segunda ola de coronavirus que rompe récords diarios de muertes y contagios en la Argentina. Pero la decisión no parece explicarse en base a la realidad empírica que reflejan investigaciones académicas realizadas desde que se inició la pandemia: el problema no está en las escuelas

No se trata, hay que decirlo, de un debate exclusivo de la Argentina: según la Unesco más de 1.500 millones de menores de todo el mundo se vieron afectados por el cierre de escuelas desde que se expandió el virus, mientras que 1.300 millones no pudieron continuar con sus estudios.

Esta organización de las Naciones Unidas especializada en educación realiza un monitoreo global de escuelas cerradas por Covid y en base a ese trabajo el mes pasado se elaboró un informe presentado por Argentinos por la Educación donde se detalló que 76 países (48,7%) permanecía con sus escuelas totalmente abiertas, 60 países (38,5%) las mantenía parcialmente abiertas, mientras que solo 20 países (12,8%) las había cerrado por la pandemia.

Para Unesco evitar el cierre de escuelas es una prioridad porque se trata de una medida que afecta a los sectores más perjudicados por la pobreza y la indigencia, a la vez que representa "un problema vital para los grupos vulnerables", ya que las escuelas no solo educan sino que también ayudan a "proteger contra la violencia y las desigualdades sociales".

Cerrar las escuelas apunta a contener los embates de la feroz segunda ola del Covid. Pero la decisión no se condice con la realidad que reflejan investigaciones académicas realizadas en el mundo desde que la pandemia afectó a la educación.

La pandemia educativa que produjo el Covid es aún difícil de cuantificar en nuestro país. Pero no hay dudas de que los más castigados serán los sectores de más bajos recursos. Un paper elaborado por la Universidad Católica Argentina (UCA) a fines del año pasado estimó que el déficit educativo por el impacto del virus será alarmante en 2021. El trabajo se realizó en base al entrecruzamiento de información sobre el índice de pobreza que establece el Observatorio de la Deuda Social y los datos de comportamiento educativo obtenidos a través de una encuesta nacional.

El resultado es dramático: este año crecerá el porcentaje de la población escolar que habrá abandonado la escuela o, en su defecto, asistirá en calidad de repetidor. Ambas condiciones son producto de los desajustes causados por efectos directos del Covid. Según el informe presentado por la UCA el déficit escolar será de un 6% en el nivel inicial, un 4% en nivel primario y 5% en nivel secundario.

Es cierto que la movilidad urbana aumenta cuando estudiantes y docentes se trasladan a las escuelas y esto permite una mayor circulación del virus. Esa puede haber sido la razón para justificar el cierre de colegios en el AMBA.Y también es verdad que las cifras de infectados aumentó desde que se inició el ciclo lectivo en forma presencial. Pero el nivel de contagios en centros educativos es realmente bajo.

A esa conclusión llegó el Ministerio de Educación en la última reunión del Consejo Escolar que encabezó Nicolás Trotta hace dos semanas frente a funcionarios educativos de todo el país: la plataforma Cuidar Escuelas analizó 5.296 instituciones que estuvieron dictando clases presenciales en 2021 en Argentina y sostuvo que el nivel de casos positivos fue solo el 0,16% entre estudiantes y el 1,03% entre docentes y no docentes.

Este año crecerá el porcentaje de la población escolar que habrá abandonado la escuela o, en su defecto, asistirá en calidad de repetidor por efectos del Covid. El déficit escolar será de 6% en el nivel inicial, un 4% en nivel primario y 5% en nivel secundario.

El relativamente bajo nivel de contagios en el sector educativo representa un fenómeno que se repite en otros países. Por caso, Jonas Vlachos, Edivn Hertegard y Helena Svaleryd publicaron Los efectos del cierre de escuelas sobre el Covid entre padres y maestros, donde analizaron el impacto de la pandemia en el sistema escolar de Suecia y señalaron que el aumento de infectados por la apertura de las escuelas fue muy limitado entre familiares de estudiantes (1,32%) y entre docentes (1,67%).

A la misma conclusión se arribó en Transmisión del Covid en entornos educativos australianos: un estudio de cohorte prospectivo, realizado por diez investigadores liderados por Kristine Macartney, en el que se demostró que los niños y los maestros de Australia no contribuyeron a la transmisión del coronavirus a través de la asistencia a clases presenciales.

Mientras que en Incidencia y transmisión secundaria de infecciones por Covid en las escuelas, una investigación liderada en Estados Unidos por Kanecia Zimmerman, que rastreó la transmisión de coronavirus en 11 distritos educativos con asistencia presencial durante nueve semanas y fue publicado en Pediatrics, dictaminó que las infecciones dentro de las instituciones fueron muy raras. El paper concluyó que las escuelas pueden abrir de manera segura si se respetan protocolos.

A ese resultado también llegó una reciente investigación publicada por el New York Times titulada "¿Es seguro abrir las escuelas?". La mayoría de los 175 expertos en enfermedades infecciosas pediátricas con experiencia en salud pública consultados para este informe advirtió que las clases presenciales deberían continuar, incluso si aumenta la curva de contagios. A la vez que recomendaron que sólo se deberá iniciar una cuarentena si se infecta alguno de los estudiantes o los docentes afectados a una burbuja específica.

El Ministerio de Educación analizó 5.296 instituciones que estuvieron dictando clases presenciales en 2021 en todo el país y sostuvo que el nivel de infectados fue del 0,16% (estudiantes) y del 1,03% (docentes).

Similar conclusión parece arrojar un trabajo publicado en Inglaterra, uno de los países más afectados por el virus. La investigación Infección y transmisión del Covid en entornos educativos: un análisis prospectivo y transversal de grupos de infecciones y brotes en Inglaterra, publicado por Sarif Ismail, junto a un grupo de expertos en pedagogía y salud, demostró que allí tampoco impactó el virus en la apertura de escuelas: el trabajo destacó que las infecciones y los brotes de coronavirus fueron poco comunes en los entornos educativos ingleses.

El caso británico también fue analizado recientemente en The Lancet con una investigación titulada La reapertura de escuelas sin una sólida mitigación contra el Covid corre el riesgo de acelerar la pandemia que fue realizada por la epidemióloga Deepti Gurdasani de la Universidad Queen Mary de Londres.

El trabajo se basó en datos de la Universidad de Warwick y del Imperial College de Londres para advertir sobre los peligros que conlleva no respetar protocolos para evitar contagios dentro del aula, y presenta una serie de recomendaciones (inmunización e higienización constante, testeos regulares, distancia social, uso de barbijos, correcta ventilación, apoyo psicológico a docentes) para permitir que "las escuelas sean más seguras" y para que "permanezcan abiertas".

Sin embargo, el flamante paper que acaba de ser publicado por la prestigiosa revista científica fue citado esta semana por medios oficialistas en la Argentina porque allí también se advierte que las clases presenciales aceleran los contagios de coronavirus y coloca a las escuelas como lugares de alta transmisión comunitaria que "probablemente contribuirán a una velocidad de contagios" si no se respetan los protocolos adecuados.

El estudio de Lancet sobre escuelas británicas en tiempos de Covid se ha convertido en un caso paradigmático porque demuestra que la ciencia aporta datos comprobables que, a su vez, pueden ser distorsionados en el marco de una discusión política.

La educación obliga a salir de ese laberinto porque afecta al presente, pero fundamentalmente, al futuro de la Argentina.