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La verdadera pandemia argentina

Crisis pandémica
Argentina es el único país que frenó su desarrollo y su economía cae desde hace un siglo. | Pablo Temes

Desde hace algunos años se viene intensificando en el ámbito académico un interesante debate acerca del origen de la debacle argentina. Un sector anuncia que la desviación comenzó a mediados del siglo pasado y señala al peronismo como el principal responsable del ocaso económico. Otra vertiente sostiene que la interrupción del desarrollo se produjo en los setenta, cuando el neoliberalismo profundizó sus reformas en el marco del terrorismo de Estado de la última dictadura militar.

Más allá de las notorias diferencias ideológicas entre ambas tendencias, críticos del "régimen populista" y defensores del "campo nacional y popular" coinciden en el diagnóstico: Argentina es el único país del mundo que a principios de siglo XX se encontraba en la elite internacional y tras reiterados desaciertos terminó ubicándose en el siglo XXI en la retaguardia del crecimiento.

Las cifras suministradas por el economista británico Angus Maddison, pionero en la construcción de estadísticas internacionales, no dejan dudas. El profesor emérito de la Universidad de Groningen de Holanda se especializó en historia macroeconómica cuantitativa y construyó la principal base de datos para el análisis comparado. En ese riguroso estudio se destaca el pasado de esplendor argentino y también su decadencia.

En la famosa "base Maddison" se demuestra que Argentina logró convertirse en 1910 en una de las nueve potencias del mundo: con un PBI de 26 mil millones de dólares, sólo era superada por Estados Unidos (460 mil millones de dólares), Alemania (210 mil millones), Gran Bretaña (207 mil millones), Francia (122 mil millones), Italia (85 mil millones), España (37 mil millones), Bélgica (30 mil millones) y Canadá (29 mil millones).

En PBI per cápita, el resultado era aún mejor. En 1910, los argentinos estaban dentro de los ocho ciudadanos más ricos del mundo: con 3.822 dólares por habitante, su poder adquisitivo sólo era superado por Nueva Zelanda (5.316), Australia (5.210), Estados Unidos (4.964), Gran Bretaña (4.600), Canadá (4.066), Bélgica (4.064) y Suiza (4.300).

En 1909, el ingreso per cápita de Argentina era 180 veces más grande que el de Japón. Para 2000, el ingreso per cápita de Argentina fue la mitad que el de Japón. Durante el siglo veinte, el descenso de la economía argentina ha sido el más grande del mundo.

"La República está en paz. Las rentas crecen sin mermas, el comercio exterior marca cifras nunca alcanzadas, las industrias valorizan los productos del suelo, los cultivos se multiplican y el oro fluye como jamás lo hizo, por virtud de nuestra potencialidad", anunciaba el presidente Roque Sáenz Peña en los festejos del Centenario. Eran años de la "Argentina potencia". Pero el sueño, rápidamente, se terminó.

"En 1909, el ingreso per cápita de Argentina era 180% más grande que el de Japón. Para 2000, el ingreso per cápita de Argentina fue la mitad que el de Japón. Durante el siglo veinte, el descenso de la economía argentina ha sido el más grande del mundo", sintetizó Edward Glaeser en ¿Qué le pasó a la Argentina?, aleccionador ensayo publicado por el profesor de Economía de la Universidad de Harvard.

La inestabilidad política e institucional que azotó a la Argentina durante el siglo pasado podría haber sido una de las principales causas de la debacle. Por lo que la recuperación de la democracia, debería haberse erigido como un punto de inflexión para revertir la verdadera pandemia argentina.

Se suponía que tras la dictadura, las discusiones acerca del rol del Estado y la liberalización del mercado, las políticas sobre control inflacionario y tipo de cambio y las decisiones en torno al correcto nivel de inversión, déficit y endeudamiento, podrían saldarse abiertamente en el espacio público para que sean validadas, o no, en un transparente proceso electoral.

Aquella famosa síntesis alfonsinista que anuciaba que "con la democracia se come, se cura y se educa" debería haberse constituido en un faro indiscutible para retomar la senda del crecimiento. Pero, hay que decirlo, la realidad fue muy distinta.

La semana pasada circuló en el establishment político, económico e intelectual un paper que señala la profundización de los problemas argentinos desde 1983. El muy interesante documento se titula El desencuentro entre política y economía. Bases para la recuperación del crecimiento con equidad distributiva y fue escrito por Jorge Remes Lenicov. El ex ministro de Economía, ex diputado y ex embajador también ostenta una profunda carrera académica en la Universidad Nacional de La Plata, donde dirigió el Departamento de Economía, y en la Universidad Nacional de San Martín, donde dirigió el Observatorio de Economía Mundial. Su aporte en este breve, pero contundente, ensayo es muy valioso.

Los datos brindados son alarmantes:
-Desde la recuperación democrática, Argentina creció muy poco, solo 1,6% anual (0,7% per cápita). Y de manera muy volátil: 21 años de crecimiento frente a 16 años de caída. El crecimiento acumulado fue del 80% mientras que el de Chile, por ejemplo, fue del 350%. Solo hubo dos períodos de expansión continua: 1991/1997 y 2002/2008.

-La inflación acumulada en estos 37 años resultó la más alta del mundo, excluyendo a Venezuela. Se trata de una tasa de 20.000.000.000%. Se quitaron 7 ceros a la moneda local y el promedio histórico anual fue del 58% durante casi cuatro décadas.

-Aunque dejó de ser un problema en el mundo desarrollado y también se reduce en América Latina, la pobreza no para de aumentar en Argentina: en 1983 alcanzaba el 16% pero en 2020 trepó al 40%. En tanto que el Indec informó esta semana que la pobreza alcanzó el 42% y uno de cada tres hogares argentinos es pobre.

-Desde el regreso de la democracia, Argentina se volvió poco competitiva: ocupa el puesto 81 sobre 86, en el ranking elaborado por el Foro Económico Mundial. La productividad es baja (30% de la de los países avanzados) y no crece desde 2000.

¿Por qué en 37 años de democracia Argentina creció muy poco, tuvo récords de inflación, duplicó los índices de pobreza, no pudo conciliar el conflicto distributivo y enfrenta graves crisis de gobernabilidad y del sector externo?

Como si todo esto fuera poco, a los datos arrojados por este ensayo hay que sumar el impacto desolador del Covid en la economía. De acuerdo al informe presentado esta semana por el Banco Mundial (BM), el coronavirus produjo su peor legado en América Latina y la economía argentina fue particularmente afectada: se redujo en 2020 un poco más del 10%, el segundo peor registro de la región, solo superado por Perú y sin tomar en cuenta a Venezuela; y se espera que la recuperación pueda llegar recién para 2023, cuando el PBI alcance lo perdido en pandemia.

En su trabajo, Remes Lenicov también plantea algunos interrogantes:

•    ¿Por qué en 37 años de democracia Argentina creció muy poco, tuvo récords en tasas de inflación, duplicó los índices de pobreza, no pudo conciliar el conflicto distributivo y enfrenta graves crisis de gobernabilidad y del sector externo, degradando las instituciones y estableciendo una perturbada vinculación con el resto del mundo?

•    ¿Por qué nunca se pudo consensuar una política para ordenar la macroeconomía y diseñar una estrategia de crecimiento con inclusión, a partir de la democracia representativa, la economía de mercado y un Estado eficaz para crear condiciones para crecer y mejorar la distribución?

•    ¿Por qué casi siempre se opta por alguno de los dos polos que, por la experiencia propia e internacional, nunca terminaron bien? De un lado, el populismo, que descree de las leyes básicas de la economía y considera que el Estado, solo a través de su mayor tamaño y regulaciones, mejorará el bienestar de los más postergados. Del otro, el neoliberalismo, que solo cree en la dinámica del mercado, de un Estado mínimo, y que a partir de la plena libertad de mercado los beneficios del crecimiento "derramarán" sobre toda la sociedad, mejorando su nivel de vida.

•    Si la gran mayoría de los países –respetando las leyes básicas de la economía– crece, tiene estabilidad de precios y baja la pobreza, ¿por qué Argentina, oscilando siempre entre esos dos polos, hace todo lo contrario?

"¿Qué fue aquello que Argentina hizo tan mal? –se preguntó Glaeser en el trabajo antes citado–. Décadas de inestabilidad política han hecho poco atractiva a la inversión. Pero esas malas políticas no fueron sólo mala suerte". Para responder el enigma, el historiador estadounidense suele referirse a la "singularidad argentina": aquella que refleja a un país que tenía todo pero que no tiene nada.
 

*Doctor en Ciencias Sociales. Director de Perfil Educación.