A escasas horas del cierre de alianzas electorales -lo que ocurrirá este miércoles-, era esperable que una serie de anuncios políticos se volvieran trending topic, no sólo en Twitter, sino también en las conversaciones de los más diversos lugares del país.
El sociólogo estadounidense Elihu Katz -especialista en efectos persuasivos y medios de comunicación- sostenía que, con frecuencia, los votantes tienden a ver en la campaña lo que quieren ver. Este sesgo perceptivo es habitual en nuestro vínculo, no sólo con la política sino incluso con el resto del entorno social. En este sentido, quien hoy en el anuncio de Miguel Ángel Pichetto como candidato a vicepresidente de Mauricio Macri “quiso” ver un gesto de apertura por parte del líder de Cambiemos hacia el peronismo, puede hacerlo. Quien, por otro lado, “quiso” ver el último gran error del Presidente, también lo puede hacer.
Los cruces más picantes entre Miguel Pichetto y Cristina Kirchner
En la catarata de comentarios que circularon como productos de reflexiones intempestivas en torno a la candidatura, vale la pena detenerse a repensar tres frases:
1. “Pichetto no suma un voto”.
La primera frase de la tríada que seleccioné es tramposa. Primero, porque obliga a pensar cuántos votos le adjudicaban las encuestas -hasta hoy- a Pichetto y, por ende, pensar que mañana por la mañana se les podría sumar a Macri. Lo cierto es que ese es un primer error. Como se ha señalado en otra oportunidad, los votos no se suman por la mera voluntad de los dirigentes.
La segunda trampa de la frase es el no permitirnos pensar si Pichetto está en la fórmula para otra cosa y no para sumar votos. Pues bien, por aquí va la cosa. El flamante candidato a vicepresidente de Macri, al igual que Alberto Fernández junto a Cristina Kirchner, no está en la fórmula presidencial para sumar votos; o por lo menos no por ahora. El rol de ambos candidatos es otro y tiene que ver más con ser un vínculo con otros referentes políticos, que el de emocionar los corazones del electorado.
Si mi argumento es acertado, esto tendría coherencia con lo que la academia y los especialistas en campañas electorales suelen identificar como la etapa de “precampaña”. En este recorte temporal, el objetivo central no consiste en persuadir a los electores, sino que la prioridad es apuntalar la “infraestructura política”, es decir las alianzas, los gestos (apertura), el territorio, la repartición de futuros cargos, los militantes, la fiscalización, etc.
2. “El radicalismo quedó desplazado”
Si bien la frase es cierta, lo es también que el radicalismo nunca estuvo en el centro de la toma de decisiones ejecutivas durante la presidencia de Macri. Si bien, como diría Borges, la función de la memoria no es sólo recordar, sino también olvidar, cabe hacer el esfuerzo.
Uno de los motivos que desató la crisis política -tras la crisis económica alimentada por la disparada cambiaria de abril del 2018- fue la tensa relación que el PRO sostuvo con el radicalismo. Así, las jornadas en las que los correligionarios fueron convocados a Olivos para barajar un nuevo esquema de gobierno concluyeron en abundantes promesas, pero escuetos en resultados. Lo único que cambió aquella vez fue la configuración en la Jefatura de Gabinete, pero, una vez más -y siendo algo constante en la presidencia de Macri- el radicalismo se quedó sin nada.
El curioso y premonitorio video de Pichetto al hablar sobre la silla del vicepresidente
3. “Debería haber sido una mujer y joven”
Quizás esta frase sea una de las más interesantes. De alguna manera, da cuenta de lo que el sociólogo Anthony Giddens señaló como la capacidad que las personas tienen de aprender sobre aquello que otros –los especialistas- estudian sobre ellos. A medida que se conocen los resultados de focus groups o encuestas, los electores parecen modificar su percepción y propuestas sobre los candidatos. Siguiendo lo que indica el manual de estilo del PRO, acuñado por Jaime Durán Barba y basado en estudios cualitativos y cuantitativos, hoy los electores que se expresaron concluyeron en que, dos hombres, promediando los 60 años, identificados con el mundo de la política y de evidente escasez afectiva respecto al trato con los demás, no suma votos.
Si bien esta habilidad es meritoria, lo que pasa desapercibido en la frase “el compañero de fórmula de Macri debería ser una mujer y joven” es que no se necesita ser candidata a vicepresidenta para hacer campaña como tal. El antecedente inmediato de esto es el rol que tuvo María Eugenia Vidal en la contienda legislativa de 2017. Tras la debacle en la performance de campaña de Esteban Bullrich, fue la misma gobernadora quien, aún sin ser candidata y pudiendo resguardarse en la casa de gobierno, decidió asumir la campaña como propia.
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Resultaría apresurado descartar que, en esta nueva contienda, Vidal aparezca como rostro de campaña, sin ser candidata a vicepresidenta. Sobre todo sabiendo que, si ella logra concentrar la atención del electorado en su persona, y no en la tenue imagen personal y de gestión de Macri, todos se benefician.
Si bien aún restan algunos nombres y alianzas, la contienda electoral parece haber establecido quiénes son los candidatos principales de las dos fuerzas más convocantes. Sin embargo, Cambiemos y Unidad Ciudadana priorizaron emitir un gesto para la política, pero (aún) no para los electores. Hoy comienza la campaña.
(*) Politólogo y docente (UBA). En Twitter: @leandro_bruni