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PROYECTO DE REPARTO

¡Opositores argentinos, uníos!

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¡Unanse! es un extendido reclamo a los líderes opositores para acabar con el ciclo kirchnerista. Ahora bien, existen dos aspectos cruciales a considerar: primero, nada hace prever hoy que el oficialismo pueda triunfar en primera vuelta y es el casi seguro perdedor del ballottage; segundo, parece que ninguna fuerza tendrá mayoría propia en el Congreso y habrá necesidad de un gobierno de coalición.

Si estas premisas son correctas, ¡Unanse! debería referir no sólo a las próximas elecciones sino también al gobierno que será consagrado.

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A mi juicio, no existe aun necesidad de una primaria que incluya a varias fuerzas opositoras a menos que antes del cierre de la constitución de frentes (julio) se advierta un riesgo de que el oficialismo alcance 40% de los votos. No parece que dicho oficialismo esté haciendo las cosas correctas para ello. Por lo tanto, no veo mayor problema en que cada fuerza concurra a las primarias con su propia identidad y al mismo tiempo acuerde competir en un mismo frente si más adelante se evalúa que ello es necesario.

En relación con un futuro gobierno de la oposición que contemple a fuerzas opositoras que no ingresaron al ballottage, difícilmente los acuerdos programáticos necesarios para cimentar esta gran coalición puedan ser completados durante el período preelectoral; los temas a tratar son de envergadura y su debate puede llevar un tiempo considerable para fructificar en acuerdos sólidos. Por ello, más que un acabado acuerdo previo lo que se necesita es una voluntad firme de concertar y comenzar ya la tarea.

Muchos se preguntarán si tradiciones tan disímiles en las fuerzas opositoras no conducirán a un gobierno de coalición frágil que termine en los fracasos del pasado. Es posible que esto suceda, pero la probabilidad de fracaso no es mayor a la de una fuerza triunfante que rechace coaligarse.

Tres son las tradiciones políticas de nuestra sociedad: en primer lugar, el populismo proveniente del peronismo con base en los sectores más pobres, con rasgos autoritarios y clientelistas; en segundo lugar, la tradición liberal-democrática expresada por el panradicalismo, respetuosa de las instituciones republicanas pero débil a la hora de gobernar por falta de apoyos sólidos en ambos extremos de la escala social. Por último, el liberalismo conservador, asociado tanto al autoritarismo como a la democracia,  preocupado por los logros económicos pero sin sensibilidad hacia la situación de las mayorías.

Si un opositor triunfa en las elecciones tendrá el rol central en el gobierno que venga, pero debería convocar a los líderes derrotados para que ellos y lo que representan sean parte de su gobierno. Así, un eventual triunfo del liberalismo conservador podría hacerlo más sensible al bienestar de las mayorías, el del populismo menos autoritario, clientelista y cortoplacista y el del liberalismo democrático, más fuerte para realizar las transformaciones institucionales tan necesitadas (las de las fuerzas de seguridad e inteligencia en primer lugar). Y el resultado final podría brindar algo bastante parecido a un capitalismo socialdemócrata moderno.

Esta oportunidad puede ser el surgimiento de un gobierno capaz no sólo de reparar los muy graves desaguisados del kirchnerismo sino, y muy especialmente, de realizar las transformaciones que el país precisa: una democracia republicana transparente, un Estado de bienestar que garantice una calidad de vida básica a todos sus habitantes y una estrategia de crecimiento económico e inserción internacional que potencie las posibilidades del país.

Un hecho político de esta naturaleza tendría el impacto de las grandes transformaciones argentinas como las realizadas por la generación del 80 a fines del siglo XIX y por el primer peronismo a mediados del pasado siglo y podría abrir finalmente las puertas para que la Argentina alcance un lugar en el mundo desarrollado como el que debería haber logrado hace tiempo.

*Sociólogo. (www.aldoisuani.com).