COLUMNISTAS
¿Aprobación de gestión?

Otra vez vamos por todo

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Espert. “Puso las cosas en blanco y negro y dijo: “no puedo garantizar que termine bien”. | NA

Cristina Kirchner en febrero 2012 luego de haber vencido  en primera vuelta por 54% de los votos, dijo su famoso “vamos por todo.” Entre otras cosas, fue Papel Prensa, por la estatización de YPF y un oculto intento de Reforma Constitucional. Esto último no pudo ser al perder las elecciones en 2013.  

Las voces de la oposición se hicieron oír, el frente interno se quebró. La opinión pública empezó a darle la espalda. Era el tiempo en que la oposición la acusaba de autoritaria, antirrepublicana, de convertir al Congreso en una escribanía. Macri, que apenas superó los 51 puntos en segunda vuelta, en cuanto pudo nombró a jueces por decreto, del que como sabemos debió retrotraerse. La Justicia y el Congreso lo frenaron.

La Constitución no distingue ideologías. Al iniciar su período de gobierno Cristina Kirchner, Mauricio Macri, Alberto Fernández registraban niveles de aprobación de gestión superiores al porcentual de votos que habían obtenido.

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Es lo que suele ocurrir, que un sector de quienes no votaron al ganador se sumen, pero no es lo que está sucediendo con el Presidente Milei. A menos de  dos semanas de iniciar su mandato, según nuestras mediciones obtenía 52% de aprobación de gestión con 4 puntos debajo de su performance electoral. Y entre quienes lo votaron hay señales de alerta. Cuatro de cada diez dicen que esperarán hasta seis meses para ver si su situación económica mejora.

El peronismo no logra recomponerse y no puede reivindicar su gestión de gobierno

El indicador de mejora es que baje la inflación. Asimismo, la mitad de sus adherentes se definen como críticos, es decir hay medidas y propuestas que gustan y otras que no. Obviamente, apoyan las referidas a la disminución de gastos del Estado, terminar con burocracias  inútiles, reducir ministerios, liberación de mercados, pero no las vinculadas a jubilaciones, obra pública, reversión del  impuesto a las ganancias, aumento de  tarifas, privatizaciones.

Todo eso es discutible, hace ruido. Por eso el tiempo corre y no justamente a favor del gobierno. No en vano el Presidente se apura y pide la aprobación del DNU y de la ley Ómnibus de un modo imperativo. “Denme la delegación de poderes”. “Yo sé lo que es bueno para el pueblo argentino”. “Si no me lo aprueban, llamo a un plebiscito.” El  Presidente tiene debilidad política en el Parlamento, pero cuenta con algunas ventajas. La mitad de los electores por ahora, confía en él, y la oposición está atomizada, confusa: carece de voces autorizadas, y un discurso unificado.

El peronismo no logra recomponerse y no puede reivindicar su gestión de gobierno, como contracara a las propuestas Liberal Libertarias. Y lo que era Juntos por el Cambio, está hoy disperso en múltiples bloques,  tironeado entre apoyar algunas de las propuestas con las que concuerda, pero las formas antirrepublicanas de delegación de poderes son, sobre todo, para el radicalismo y un sector de expalomas del PRO un problema difícil de tragar.  Hay toda una discusión allí. Eso es lo que puede unificar a la oposición.  

También la opinión pública da señales de que prefiere el Parlamento al decretazo. El apoyo al DNU es menor al de la gestión  presidencial y el electorado espera que  los opositores discutan las leyes, sin aprobar nada a ciegas.

Todos están en la mira, los políticos y la Justicia si no están a la altura. El gobierno si esto sale mal. Milei parece consciente de que eso puede suceder cuando refiere el relato de la caverna. “Si estás adentro no comés, si salís o te comen o tenés la oportunidad de cazar”.

Como vemos para el gobierno o es todo o es nada. Quizás Espert puso las cosas en blanco y negro cuando dijo: “no puedo garantizar que esto termine bien”, refiriéndose a que quizás con la inflación disparada haya que iniciar un nuevo ciclo volviendo a devaluar el peso. Eso sería fatal.

*Consultor y analista político.