Sería un gran logro para la Argentina poder pensar el mediano y largo plazo para imaginar posibilidades que permitan transitar la segunda década del siglo XXI saliendo del estancamiento secular actual. Sin embargo, la urgencia siempre gana la partida.
Entre caídas y normalizaciones. La urgencia es más urgencia que nunca. En menos de tres meses, el Covid-19 puso literalmente al planeta patas para arriba. El FMI calcula que para este año el PBI mundial se reducirá en 3%, el de América Latina el 4,6%, y el de Argentina cerca de Brasil, por encima del 5%. Por supuesto que los críticos del Gobierno duplican esa cifra en sus proyecciones. Sin embargo, nadie está pensando en cómo terminará el año, sino cómo será la semana que viene. La cuarentena organizada a mediados de marzo desde la cabeza presidencial entró en una etapa más imprecisa, donde los gobiernos locales adaptaron las normas a sus necesidades.
En gran parte del país hay una normalización de hecho, mientras que en grandes ciudades, como Córdoba y la ciudad de Buenos Aires, se comienza a autorizar salidas el fin de semana dependiendo del DNI, así como en la mayoría de las ciudades se autorizó la apertura de los comercios de proximidad con ciertas normas de bioseguridad para entrar, reglas de incierto cumplimiento. En teoría, se puede ir a comprar a una mueblería pero no visitar a un familiar, lo que genera perplejidad en la sociedad. Esta desescalada combina diversas cuestiones: la primera, normalizar las zonas del país que no tienen casos de coronavirus; la segunda, comenzar a activar la industria y el comercio para evitar que la recesión siga remontando, y la tercera, responder a las demandas de un sector que se opone a la cuarentena y presiona para la apertura de todas las actividades.
Extraña militancia. El sector donde “militan” algunos economistas, empresarios y comunicadores sostiene que la población se hartó del ASPO, y que en definitiva la cuarentena es simplemente una táctica política para sostener cierta iniciativa política. El enunciado del hartazgo de la población no es empíricamente sostenible, en todas las encuestas de opinión la mayoría prefiere la seguridad sanitaria a exponerse al virus por las razones que fuera, aunque, claro está, el temor al contagio coexiste con una fuerte preocupación por la situación económica.
Curiosamente, la imagen de que la ciudadanía se cansó de la cuarentena afecta más a Horacio Rodríguez Larreta que a Alberto Fernández. La situación en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA: CABA más 24 partidos del Conurbano) es más crítica que en el resto del país, ya que es la zona donde los contagios no paran de aumentar. Se comprende que esta región contiene un tercio de la población del país y es de hecho un núcleo urbano con gran movilidad, con mucha incidencia de la pobreza estructural. Rodríguez Larreta gobierna un sector del AMBA, pero ya piensa en términos nacionales, agotados sus dos mandatos como jefe de Gobierno, por lo que cada paso que da implica un riesgo para su carrera política (aunque lo niegue con elocuencia). Por eso recibe los dardos de sectores del PRO que lo ven muy cercano al Gobierno, así como de otros espacios de la derecha que apuntan a capturar el voto macrista.
No obstante, con inteligencia Larreta logra maximizar sus logros y disimular sus falencias; un ejemplo de lo primero es su templada presencia en la conferencia de prensa conjunta con Alberto Fernández y Axel Kicillof, lo que se constituyó en una vidriera excepcional en términos políticos. También afirma su alianza con María Eugenia Vidal, que le permitirá mejorar su densidad de cara a las elecciones legislativas. Por el lado contrario, logró contener las discusiones sobre la compra de barbijos a precios exorbitantes que en otro contexto hubiera sido más perjudicial para su figura. Queda por ver cómo reaccionarán los porteños si el aislamiento se debe intensificar. Macri, por su parte, sigue a rajatabla la estrategia cristinista de no hablar; probablemente se proponga ser candidato a diputado por CABA en 2021 y volver como el gran organizador de su espacio, con chances electorales cuando los mediocres resultados de su gobierno hayan pasado al olvido. Claro que para que la estrategia salga redonda debe contar con el derrumbe económico del gobierno de Fernández.
Rayo despolitizador. La preocupación económica de la ciudadanía se trasladó como nunca de la macro a la micro. El recorte de los presupuestos familiares está a la orden del día, lo que también repercute en la venta de los comercios abiertos. Se compra lo estrictamente necesario aun en épocas que literalmente desaparecieron las actividades recreativas y de tiempo libre, como ir al cine o comer afuera. A diferencia de otros tiempos poco lejanos de la “normalidad” argentina, el déficit fiscal o la disparada del dólar blue tienen un impacto muy reducido. El valor del dólar suele correlacionarse con la gobernabilidad, pero en esta época, y momentáneamente, se cambiaron todas las reglas que rigen para las percepciones sociales. La pandemia produce un efecto despolitizador pues se aceptan medidas que en otro momento hubieran causado revuelo, un ejemplo que quienes vayan a trabajar tenga en que tener en forma obligatoria el app CuidAR, lo que también implica la necesidad de portar un smartphone con internet.
En este contexto, la discusión macroeconómica quedó en manos del periodismo especializado y del sector empresarial. Aminorar el hundimiento de la economía y resolver la cuestión de la deuda con la discusión con los bonistas parecen conformar el norte provisional del gobierno de Fernández, aunque es cierto que la oportunidad parece única para realizar algunos cambios estructurales, incluso de carácter ortodoxo. No obstante, el arreglo con los bonistas que daría inmediato aire político al Gobierno sufre de altibajos casi en cuestión de horas, lo que aleja la idea que se tenía en un principio de que el coronavirus iba a impulsar un acuerdo rápido. Esto hace crecer la ansiedad en algunos sectores de la alianza de gobierno que dejan trascender la posibilidad de cambios de gabinete en forma perentoria, lo que parece improbable en tiempos de pandemia.
*Sociólogo (@cfdeangelis).