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Paradoja amo y esclavo: Cristina y Alberto

Alberto Fernández y Cristina Kirchner.
Alberto Fernández y Cristina Kirchner. | NA

Viene del sábado: Doble Oxímoron

El doble oxímoron al que me referí en la columna de ayer (que Cristina Kirchner sea absuelta en los tribunales o condenada y presa por corrupción) es la versión potenciada del empate hegemónico argentino del siglo XX  que describió Juan Carlos Portantiero: la existencia de dos fuerzas de capacidad de daño comparable que ninguna logra superar definitivamente a la otra, perpetuando ese statu quo.

El doble oxímoron coloca a Alberto Fernández como  fusible entre los medios más críticos que le reclaman romper con Cristina Kirchner, y su vicepresidenta, que le exige soluciones judiciales. Sin considerar la posibilidad de que les haya prometido a ambos lo que sabía incumplible para cumplir su propio propósito: ser presidente en 2019 más su sueño secreto de ser reelecto en 2023. Que la debilidad que le asignan por no contradecir públicamente a Cristina Kirchner y declarar un día una cosa y al siguiente lo opuesto, calificándolo como alguien sin rumbo, no tenga en cuenta la posibilidad de que su itinerario sea llegar adonde pueda independizarse con el menor costo.

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Que la oposición ni siquiera especule con la posibilidad de que Alberto Fernández tenga un plan propio podría ser fruto de la ceguera paradigmática que genera la grieta de la que también son víctimas. La actitud inicial de la oposición sobre la vacuna rusa, como ahora al colocar a Chile como modelo, omite que la vacuna china que se aplica en Chile nunca publicó la fase tres en The Lancet o The New England Journal of Medicine que tanto se reclamaba para Sputnik V. Claramente las pasiones impiden medir con la misma vara y en su desequilibrio pueden terminar engañándose a sí mismos.

No se critica que la vacuna china que aplica Chile no haya publicado en The Lancet como se le pedía a la Sputnik V

Lo mismo puede sucederles al ver una Cristina Kirchner todopoderosa y un Alberto Fernández títere. ¿Qué podría hacer Cristina Kirchner: desestabilizar a Alberto Fernández y asumir ella? ¿Cuánto duraría su gobierno sin riesgo de implosionar en un caos? Y más allá de que no pueda, además es muy probable que tampoco quiera porque la tarea de presidir el país obliga a un desgaste que prefiera delegar en un representante.

Ya lo explicó Hegel en Fenomenología del espíritu y luego fue ampliado en sus clases por Alexandre Kojève: cuando un amo delega en un esclavo una práctica, progresivamente perderá las capacidades que requieren su cumplimiento hasta llegar a invertir los roles. Cuando el esclavo es quien tiene el saber, pasa a tener el poder.

Alberto Fernández declama apoyar proyectos como elecciones anticipadas en el PJ bonaerense para que Máximo Kirchner sea presidente ¿sabiendo que no sería viable? Se contradice al decir que subirá las retenciones y días después negarlo frente a los ruralistas, ¿o es una forma de negociar? Lo mismo con Cristina Kirchner: dejar que la vicepresidenta parezca una peligrosa amenaza ¿no termina engrandeciendo su papel de barrera de centro contra el embate extremista de su propia coalición? 

Es posible que Alberto Fernández sea un pusilánime ejecutor del mandato de su vicepresidenta, pero sorprende que desde la oposición se compre acríticamente el discurso de los medios más críticos que presentan a una Cristina Kirchner gigante y un Alberto Fernández enano, en parte también porque esa dramatización genera una trama de novela que atrae público.

También llama la atención que dentro de la propia coalición gobernante, del kirchnerismo al massismo, asuman sin sospechar la versión de un Alberto Fernández que rechaza la creación del albertismo para competir por el poder. Cuando faltan siete meses para las elecciones de octubre ya se comienza a leer en artículos periodísticos conversaciones con Alberto Fernández donde se especula con su reelección. Un ejemplo es la nota de Román Lejtman en Infobae este miércoles que comenzó diciendo: “Las cuentas electorales de Alberto Fernández son fáciles de explicar: para ganar los comicios de octubre, y soñar con la reelección en 2023, necesita recuperar el voto blando que apoyó al Frente de Todos desilusionado con Mauricio Macri. Y el Presidente cree que ese porcentaje del padrón –18%– puede regresar en un número importante si funciona la vacunación contra el covid-19, suben los salarios y las jubilaciones, y acuerda una paz política con los sectores más dinámicos de la economía que estuvieron bajo fuego durante los dos mandatos de Cristina Fernández de Kirchner”. Luego la nota continúa con textuales de Alberto Fernández.

Después de 12 años de presidentes frontales y con visiones estrictas, como Cristina Kirchner y Mauricio Macri, pareciera que los medios y los políticos se desacostumbraron a presidentes que dicen una cosa por otra y avanzan en zigzag. No hay peor pecado para un estratega que subestimar al adversario y no hay mejor estrategia que pasar desapercibido para los rivales volando bajo su radar.

Tener que contradecirse para conformar a unos y otros o colocarse en la posición de quien recibe “las cachetadas” de una aliada para disimular las ambiciones de poder no es el mejor papel al que aspiraría a representar quien tuviera otras opciones. Sin dudas, Alberto Fernández es un presidente con un poder político limitado en comparación con Macri o los Kirchner, pero que no surja una mirada crítica a las simplificaciones “Cristina: ama, Alberto: esclavo” es un síntoma de la oposición y los medios más críticos.

Enceguecidos por la disputa no sospechan de un Alberto Fernández que pueda ser más hábil de lo que imaginan 

Probablemente ambos sigan los deseos de una audiencia que prefiere ver esa realidad y al Gobierno como un conjunto de inútiles que terminará mal. En los medios es más entendible porque el papel de contrapoder del periodismo justifica un sesgo negativo, más allá de los diferentes estilos y la mayor o menor elegancia con la que cada uno ejerza su profesión. Pero que la oposición y quienes tengan aspiraciones presidenciales en 2023 dentro del Frente de Todos asuman sin prevención un Alberto Fernández enclenque y absolutamente inconsistente puede ser un error tan costoso como no haber previsto en 2019 que el peronismo y el kirchnerismo podían unirse en una sola fórmula presidencial para derrotar a Macri en primera vuelta.