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Defensor de los Lectores

¿Perfil hace periodismo profesional o periodismo militante anti-Milei?

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Militantes o profesionales. Con todos los gobiernos, Perfil evitó la oficialitis. | cedoc

El olvidado diario La Tribuna fue el más importante de Buenos Aires en la segunda mitad del siglo XIX. Era de la familia Varela, la principal dinastía periodística en esa época, formada por los hijos de Florencio Varela, editor antirrosista asesinado en Montevideo en 1848. En esas décadas todos los diarios eran militantes.

Por eso, uno de los hermanos Varela tuvo que renunciar al diario. No podía ser que hubiera opiniones contradictorias sobre el presidente, que era Domingo Faustino Sarmiento.

– “Un principio de la física nos enseña que dos fuerzas iguales, al enfrentarse, neutralizan su efecto. En política sucede lo mismo y, cuando esto pasa en un diario, nuestro deber es destruir una de esas fuerzas”, dijo uno de los hermanos Varela.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
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Otro de los diarios, La Discusión, publicó también opiniones opuestas en una misma edición, y luego pidió perdón por “esas contradicciones en su propaganda política”. Se suponía que eso confundía a los lectores.

En el siglo XX la gran novedad fue el periodismo profesional, pero la tensión militante fue permanente. El caso más famoso fue posiblemente el de Rodolfo Walsh. Quizás no hubo un periodista en nuestra historia que combinara con tanta calidad tres competencias profesionales decisivas: la capacidad de investigar, el arte de narrar y la pericia tecnológica. Hemos tenido grandes narradores, grandes investigadores y grandes tecnólogos. Pero cuesta encontrar las tres coronas en una sola persona. Luego su militancia en defensa de la dictadura cubana y por la lucha armada le ganó al periodismo. “Da un poco de vergüenza estar aquí sentado frente a una máquina de escribir”, escribió impaciente tras la muerte del Che.

EL PERIODISMO ES POLÍTICA. Otras veces la transición del profesionalismo a la militancia es una barrera borrosa, que se pasa sin darse cuenta. Se rompe el espejo: nos vemos como profesionales, pero somos militantes. Agraviamos y pensamos que solo criticamos. De hecho, es habitual que muy buenos periodistas hagan esa transición.

Víctor Hugo Morales puede ser uno de los mejores relatores deportivos de nuestra historia y hoy es un reconocido periodista militante. Jonathan Viale deslumbró rápidamente con su capacidad de análisis y hoy es un referente de una opinión muy definida. Lo mismo se puede decir de Gustavo Sylvestre –flamante Martín Fierro de Oro– y de Eduardo Feinmann, quienes llevan varias décadas de destacada carrera y en la actualidad representan polos de opinión militante opuestos. Horacio Verbitsky fue el gran iniciador del periodismo de investigación en nuestra recuperación democrática destapando corrupción durante el menemismo y, cuando el kirchnerismo llegó al poder, quedó claro que entendía al periodismo como militancia.

Todos estamos tentados de que nuestra militancia le gane a nuestro profesionalismo. Es una sutil transición de rol. Y cada rol está ligado a lentes específicos para ver la realidad. El rol profesional busca humilde, y con dudas, la verdad; el rol militante busca una victoria política.

Cuando sentimos que es muy valioso lo que está en juego, el atajo del periodista militante es mutilar información, no dar espacio a voces que nos contradigan, y olvidarse de los matices, porque lo que buscamos es dar un golpe rotundo, no reconocer la compleja verdad. La enfermedad infantil del periodismo militante es el ventrilocuismo: elegir las fuentes que digan lo que uno quiere. Y la tentación suprema es la de organizar la oposición al gobierno, en especial en un sistema de partidos tan fragmentado.

Igual este defensor recomienda no perder tiempo separando al periodista de la política. Es imposible. El periodismo es siempre, además de otras cosas, un actor político. Las acciones periodísticas inciden en el escenario público de mil formas, y los diferentes actores políticos son afectados por esas acciones.

PERFIL Y LOS LECTORES MILEÍSTAS. Por eso, si bien es difícil separar cuánto de nuestra acción periodística es militante o profesional, es útil la siguiente pregunta: ¿PERFIL perdió el equilibrio? Que Javier Milei milita contra la editorial Perfil ya lo dijimos en una columna anterior, “Operación asfixia”. Pero, ¿Perfil milita contra Milei?

Solo en la web, Perfil produce más de ocho mil notas por mes, por lo que es un universo donde prácticamente todo se dice. Además, el ADN de Perfil es su pluralidad. Pero revisé las notas principales y los columnistas de noviembre y encontré muy pocas notas favorables a un gobierno votado por casi diez millones de personas, muchas de ellas lectoras del medio.

Perfil tiene la vocación de incluir como audiencia a todas las personas que estén dispuestas a un debate honesto y crítico, más allá de a quién voten. Pero los lectores mileístas de Perfil tendrán razón si ven subrepresentadas sus opiniones.

Esa baja presencia de voces oficialistas no convierte a Perfil en un medio militante, porque siempre está abierto a incluir las voces de todos, y es difícil que un sector o protagonista se sienta excluido de su agenda. Argentina se ha poblado de medios con una visión única que no nos enorgullece. Mire TN, LN+ y C5N en el horario pico, y verá un torneo por la indignación del día.

Perfil es otra cosa. Ha sido crítico de todos los gobiernos. Eso hace que los partidos sean ‘amigos’ de Perfil cuando están en el llano y luego ‘enemigos’ cuando llegan al poder.

Como dice Gustavo González, director general de la empresa, “la principal herramienta del periodista es la duda”. Perfil no tiene un enfoque túnel. Y ha probado ser un medio dispuesto a que la realidad contradiga sus hipótesis. “Nuestra actitud crítica no surge de una línea ideológica, sino de un comportamiento profesional”, dice González.

La Editorial Perfil busca sostener sus estándares de calidad. Esta defensoría es uno de sus mecanismos para eso. Y la vocación de este medio de ser también independiente de la audiencia no implica desatender lo que parte de esa audiencia piensa, para acercarse desde allí y comunicarse con ella.

Combatir a Milei es una obsesión para muchos periodistas. Varios lo ven como un riesgo para la democracia. Tiene una violencia discursiva y una orientación ideológica que les resulta antagónica. Pero el periodismo de interés público no es activismo encubierto. El periodismo tiene como norte a la verdad, y esta no cae siempre del mismo lado.

El medio más profesional y más poderoso es aquel en el que la comunidad se habla a sí misma, y eso implica no escaparles a las conversaciones difíciles. Además, un medio monocorde es aburrido tanto para los afines como para el resto.

Si, ante sucesivos gobiernos, Perfil fue una alerta para que el periodismo no caiga en oficialitis, este defensor sugiere evitar también el riesgo de la oposicionitis.