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agitación bonerense pre electoral

Peronistas disparan contra Kicillof

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Casi juntos. Juan Manzur difundió la imagen de una reunión con Axel Kicillof. Al gobernador bonaerense le llueve el fuego amigo. | prensa Jefatura de gabinete

Sintomatología del desconcierto: habrá un San Perón de doble efecto, con jornada no laborable en dos días. El Gobierno prepara un acto para el 17 de octubre en recuerdo del General y, al día siguiente, la CGT –histórica columna vertebral del peronismo– promueve marcha y homenaje semejantes. Nadie se explica la razón por la cual esas dos concentraciones, con una misma finalidad e interés electoral, no se realizan en una misma jornada. Justo, además, cuando las dos partes simulan ser mas coincidentes que nunca: el gremialismo sosteniendo al Gobierno y, a su vez, la Casa Rosada devolviendo parte de los fondos retenidos de las obras sociales.

En este último caso, como diría el candidato Gollan, la “platita” ha logrado un pegamento amistoso, un instrumento de unidad. Aun así, no pueden acordar la celebración en un mismo día, a pesar de que los Fernández han pedido que se reúnan las fuerzas en el tradicional 17. Pero los pacíficos “gordos”, el díscolo Moyano y su familia, también cuanta línea interna se imagine en la central obrera, quieren mostrar su propia capacidad de movilización, el gentío al que son capaces de aglutinar. Como en los viejos tiempos.

Ambos proyectos, el del Gobierno y el de la CGT, son riesgosos y no garantizan votos: por un lado, aún sin disturbios, ese tipo de movilizaciónes gigantescas provoca inquietantes alertas en la población y, por el otro, en tiempos de pandemia, con el temor de una eventual propagación de la Delta –cuyas advertencias han empezado a observarse– resulta peligroso incentivar esas citas masivas. Claro que la necesidad de cambiar los resultados de las PASO obliga a tamañas aventuras.

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En el jocoso asado de Granados, hasta Manzur se permitió ser duro con el favorito de CFK

Tema concurrente al partido de fútbol entre la Primera y la Segunda sección electoral, con asado posterior, que se organizó en la quinta de Alejandro Granados, el ex intendente de Ezeiza y hoy aspirante al trono de Seguridad en la provincia de Buenos Aires. Con asistencia de intendentes y bajo la batuta del jefe de Gabinete Juan Manzur, Máximo Kirchner y Martín Insaurralde.

Jarana colectiva, social, con un Manzur gracioso, sonriendo inclusive sobre el gobernador Kicillof, objeto de la mayor parte de las bromas. Y de las críticas del conjunto. Se le reprochaba que tenía $ 35 mil millones de subejecución –como objetó Cristina por carta a Alberto– y la presunta razón por la que se le atribuye decir “Axel no sabe gobernar”. Se cuestionó su falta de tacto con los intendentes, el desprecio implícito y la verborragia que lo domina: no se le entiende, parece que habla en chino. Recordó Manzur que ni él, cuando era ministro con Cristina, le entendía en las reuniones de Gabinete.

En sus jocosas intervenciones, Manzur señaló que en Tucumán como gobernador no tenía la presión de los custodias que lo tutelan en el gobierno nacional. “No puedo hacer nada sin compañía”, se quejó, “tener intimidad o tomar un helado”. Hubo indirectas contra el ausente Sergio Massa, nadie comprendía la amenaza de María Eugenia Vidal para reemplazarlo el frente de la Cámara de Diputados cuando –por más mal que le vaya al oficialismo en los comicios– carecerá de votos suficientes para poner uno propio. Mas bien parece una acción de la ex gobernadora para darle relevancia a Massa. Siempre (gracias a Horacio Rodríguez Larreta) tuvieron un envidiable vínculo político.

Choque entre Berni e Insaurralde: el ministro de Seguridad se irá tras el 14-N

Estuvo amable Máximo con varios intendentes, novedosa actitud en su etapa de relaciones públicas, siempre de la mano con Insaurralde y alabando el acceso del jefe comunal Nardini al gabinete de Kicillof. Obvio: es agradecido con quien le cedió el cargo de director en Aysa para un amigo suyo cuando se lo pidió por teléfono. Al menos resulta curiosa esta aproximación del hijo de Cristina con los barones del Conurbano luego de años en que su agrupación, La Cámpora, despotricara contra ellos. Inclusive, hace 48 horas, en una reversión de sus actos, Máximo asistió una cumbre de esta organización con Andrés Larroque, en la que formularon arengas sobre la militancia irreductible contra las burocracias.

En lo de Granados, discretos, se soslayó una prioridad de los invitados: el momento en que se eliminará la restricción para que los intendentes se puedan reelegir luego de dos mandatos. Ya se sabe que no podrán cambiar la ley antes de las elecciones del 14 de noviembre, pero se entiende que hacia fin de año habrá una interpretación sobre la norma que habilitará, al menos, otro mandato a los que caduquen. En ese propósito no están solo los peronistas: comparten la idea radicales y los del PRO.

Como el dueño de casa quiere reemplazar a Sergio Berni, hubo comentarios diversos. Insaurralde acompaña esa iniciativa, casi no se habla con el actual funcionario y discrepan por La Salada, el juego y otras menudencias. Berni se irá después de las elecciones por voluntad propia –lo repite en diversos lugares–, siente que quienes hoy gobiernan en la provincia no lo representan y Cristina lo ha pensado como un hombre que hasta podría ganar la buena voluntad del electorado porteño.

A propósito de esta porfía entre Insaurralde y Berni, hubo un diálogo jugoso sobre el reproche que el jefe de Gabinete provincial le hizo al titular de Seguridad:

—Sergio, no entiendo la razón por la cual le entregaste 35 patrulleros a Bahía Blanca, un territorio donde no nos quiere nadie.

—Simple, allí hay mucho delito (replicó Berni).

—Mejor hubieras repartido uno o dos patrulleros entre los nuestros, en donde nos votan.

El asado no merece otros comentarios.