Las cosas no estuvieron saliendo como ella esperaba. Empezando por el año electoral.
Unas PASO en las que el Frente de Todos perdió por más de 9 puntos a nivel nacional y cayó derrotado en la propia provincia de Buenos Aires. Seguidas de una carta en la que, según ella, se vio obligada a confrontar públicamente con el Presidente y de un tenso cambio de gabinete nacional y provincial.
Los comicios generales tampoco salieron bien, aunque lograran achicar las diferencias con las primarias.
Incluso el clima “festivo” que esa mejora generó en el peronismo, fue mirado con recelo no solo por la oposición sino por la misma Cristina Kirchner: no entendían qué había para festejar. Para el cristinismo, que decidió sumarse a último momento a la marcha del Gobierno en Plaza de Mayo (sin siquiera llegar para el discurso presidencial), hasta fue visto como un reposicionamiento interno de Alberto Fernández liderando al peronismo territorial, al aparato sindical y a los movimientos sociales.
Las cosas no salen como ella esperaba. Y, ahora, el Presidente le declaró públicamente su independencia
Más sinsabores. Un año que terminaba con un jefe de Estado repentinamente empoderado y una vicepresidenta incómoda ante la nueva situación, se coronó con la entrevista presidencial con PERFIL. Allí, él no dejó de diferenciarse de su socia política, señalando sus errores y avisando que podría ir por la reelección sin pasar ya por su dedo escrutador. En esta edición, es el gobernador de Entre Ríos, Gustavo Bordet, quien confirma ese mensaje al decir que el Presidente es el candidato natural del peronismo y de los gobernadores. La campaña ya tiene sigla: A23.
Un día después de publicada la entrevista, tuvieron lugar dos eventos. Uno en Olivos, entre el bloque completo de diputados oficialistas y el Presidente. Y otro en Pilar, entre cincuenta artistas y periodistas admiradores de la vicepresidenta.
En el primero, se habló explícitamente del reportaje del día anterior con Jorge Fontevecchia y, si bien Máximo Kirchner recomendó su lectura y anticipó que su madre no estaba molesta por lo leído, los legisladores tomaron nota del empoderamiento presidencial. Lo tradujeron como su “declaración formal de independencia”.
En el segundo evento, Cristina les explicó a sus invitados por qué no había sido candidata en 2019: “Entre la dirigente y la madre, elegí la madre”, refiriéndose a la salud de su hija Florencia y dejando abierta la posibilidad de volver a serlo cuando uno de los invitados se lo preguntó específicamente. Como una respuesta a la idea albertista de la reelección, en el brindis algunos artistas entonaron “Cristina 2023”.
De pronto, el liderazgo de la ex presidenta dejó de ser incuestionable dentro de la alianza gubernamental.
Economía y gestión. Los “funcionarios que no funcionan” y que ella se encargó de denunciar en forma reiterada, siguen en sus puestos. Con el agregado de un empoderamiento similar al que observan en Alberto Fernández.
El caso más mencionado en las últimas semanas es el de Matías Kulfas, quien cuestionó en público a Roberto Feletti y echó a Débora Giorgi de la secretaría de Comercio, ambos fieles a Cristina. Incluso, ella está convencida de que el único funcionario que había conseguido “renunciar”, el vocero Juan P. Biondi, sigue en funciones de manera informal.
El otro en su mira fue y sigue siendo Martín Guzmán, alguien que, en lo personal, le cae bien. El problema, para ella, es su modelo económico. Por eso, no le echa la culpa a él, sino al Presidente que lo eligió y lo sostiene.
Cuestiona un exceso fiscalista, que llevó a subejecutar gastos en un año que siguió afectado por la pandemia: está segura de que ése es el principal motivo por el que fueron derrotados en las elecciones. Y no, como le dijo Fernández a Fontevecchia, por culpa de que extremaron la grieta alejando al voto moderado que los siguió en 2019.
El otro cuestionamiento económico es al “empecinamiento por arreglar a lo que cueste” con el Fondo.
Esos dos temas sobrevolaron la sesión en la que la oposición rechazó el Presupuesto. Que un crítico de ambas cuestiones (fiscalismo y FMI) como Máximo Kirchner, haya sido el responsable del duro discurso que antecedió a ese rechazo, hizo pensar que se trataba de un mensaje interno.
A.F.: ¿títere o rebelde? No. Estos no son los funcionarios ni es el modelo económico que ella había soñado cuando eligió a Alberto. Tampoco comparte el “coqueteo” con cierto establishment, la falta de un posicionamiento más duro con la “corpo” mediática y un relacionamiento internacional que considera errático (ahora en manos de otro que “no funcionaba”, Santiago Cafiero).
El “títere” que algunos opositores dicen ver en este Presidente, es el “rebelde sin causa” que desconcierta a CFK.
El “títere” que algunos opositores ven en Alberto F., es el “rebelde sin causa” que a ella lo desconcierta
Tampoco en el plano judicial la vicepresidenta está satisfecha con lo conseguido. Entiende que no se logró terminar con “la mafia de Comodoro Py” y piensa que, a este ritmo, en 2023 seguirá pendiendo sobre ella la espada de Damocles de “causas armadas” para perjudicarla.
Cuando Alberto Fernández asumió, ella enfrentaba expedientes como dólar futuro, pacto con Irán, Obra Pública, Hotesur, Cuadernos, ruta del dinero K, cartelización de obras y subsidios a los trenes. Este año se cayeron los dos más débiles (dólar y pacto) y, hace un mes, un tribunal oral (el TOF 5) la sobreseyó, sin realizar el juicio, en la causa de los hoteles alquilados a un contratista del Estado como Lázaro Báez (lo que en el reportaje con PERFIL el Presidente entendió merecedor de un “reproche ético”).
Le quedan el resto de las causas y cerca suyo temen que, cuando el caso Hotesur llegue a la Corte, el fallo se revierta. Porque entre las cosas que no salieron bien para Cristina Kirchner está la composición del máximo tribunal. Un ejemplo de eso es el fallo que, hace dos semanas y por unanimidad, declaró la nulidad de la reforma de 2006 al Consejo de la Magistratura: ahora volverán a ser más miembros, con menos peso político y la inclusión del presidente de la Corte Suprema, Horacio Rosatti.
La Justicia es otra de las deudas pendientes que le atribuyen al Presidente. Sospechan que Fernández asumió la estrategia de criticar en público el sistema judicial que incomoda a su vice, pero sin hacer nada concreto para ayudarla. Que es, por otra parte, parecido a lo que en privado él dice, alegando la independencia de los distintos poderes.
Una buena. Este año sí tuvo una buena noticia que, de no haber regresado al poder, quizá no la hubiera tenido.
El mes pasado, la Anses desistió de apelar el fallo en el que la Justicia aceptó el reclamo de Cristina para cobrar dos jubilaciones (como ex presidenta más la pensión por su fallecido marido). Son $ 2,5 millones mensuales más un retroactivo estimado en $ 100 millones. Al mismo tiempo, desistió de seguir cobrando su sueldo como vicepresidenta.
Sin embargo, lo que ella considera justo, en su entorno algunos se atreven a cuestionar como un “error político”. No porque crean que es injusto el reclamo, sino por darse en un contexto socioeconómicamente delicado. Para el país y, en especial, para los jubilados.
Dicen que, por momentos, Cristina se arrepiente de no haber sido ella la candidata en 2019. Pero lo cierto es que ella entendió que su imagen negativa le imponía un techo electoral infranqueable. El mismo techo que tendría en 2023, al igual que quienes se vean identificados totalmente con ella.
También sabe que el tiempo de encontrar una solución final para sus causas judiciales, se agota. Y que, con relato o sin él, habrá un acuerdo con el FMI que obligará a profundizar un modelo económico con el que no termina de acordar.
Siempre dijo entre los suyos que, si a Alberto le iba bien, le iría bien a todo el FdT. Hoy, faltando dos años para finalizar el mandato, no está segura de cuál será el resultado de este gobierno.
Ni siquiera está segura de que, aunque al Presidente le vaya bien, qué tan bien le irá a ella.