Cuando tu hijo mayor cumple 13 años, empezás a permitirle que salga al mundo, y así comienza a ir y venir del colegio, del club o dar algún paseo cerca de tu casa, corresponde.
A los tres meses que tu hijo sale al mundo, cerca del colegio, ya lo abordan en la calle con un arma y le dicen “me das el celular o te mato”, y por suerte tu hijo abre la mochila y entrega su celular, y por suerte el pibe que le robó le “perdona” la vida.
Esto sabemos que pasa a diario, pero cuando nos toca en primera persona se pone más densa la cosa. Y cuando empezás a compartir esta noticia y te enterás que sus compañeros y muchísimos adolescentes de otras escuelas cercanas padecieron lo mismo, sentís que esto no para. Y cuando elegís un colegio para tus hijos en un barrio porteño donde la inseguridad no parece ser un problema de grandes dimensiones, sentís que toca donde toca, en todos lados.
Cuando el ladrón que le roba a tu hijo le dice al irse “perdoná pibe”, sentís que la sociedad está rota, en mil pedazos.
Hace muy pocos días escribí en este mismo diario sobre la obsesión por hacer campaña que tienen nuestros dirigentes políticos cuando faltan un año y cinco meses para las próximas elecciones, más de un tercio del tiempo de lo que dura un mandato presidencial.
El gobierno porteño ya estuvo haciendo campaña en las PASO legislativas, hace dos años y dos meses, presumiendo como su candidato Diego Santilli estaba hiper calificado para el primer puesto de diputado de la Provincia de Buenos Aires (PBA) por haber enfrentado con tanta eficacia el problema de la inseguridad en la ciudad porteña.
Y Horacio Rodríguez Larreta nos cuenta con frecuencia, como a diferencia de la PBA, donde la inseguridad es un problema terrorífico (que lo es) en la ciudad porteña lograron reducir ostensiblemente dicho flagelo. Pero uno sale por las calles de la ciudad porteña y también observa o vive a diario robos violentos.
Las banderas de “escuelas abiertas” fue el mejor spot de campaña de Rodríguez Larreta incluso antes de que empiecen las PASO legislativas, en medio de la pandemia por coronavirus, momento en que el enfrentamiento se mostró feroz con el gobierno nacional. Y ocurrió de verdad que Rodríguez Larreta pedía una vuelta a la presencialidad en las escuelas y el gobierno nacional pedía que nos quedemos en casa.
Pero también pasa que hace quince años que gobierna el PRO en la Ciudad de Buenos Aires (con Mauricio Macri dos gestiones y Rodríguez Larreta, aun gobernando, otras dos), y una gran cantidad de escuelas públicas (que son las que administra el gobierno porteño), no contiene desde hace mucho más tiempo que en pandemia, a una enorme cantidad de niños y adolescentes, y no cuenta con infraestructura digna, ni con los insumos básicos necesarios, ni con libros ni computadoras, ni comida suficiente para el comedor.
Recién a partir de las PASO legislativas últimas, celebradas como se dijo hace dos años y dos meses, varias escuelas públicas porteñas empezaron a recibir mágica y afortunadamente computadoras y libros también de lengua y hasta un librillo donde aparecen algunos capítulos de ciencias sociales y naturales (antes de esa fecha, de quinto a séptimo grado solo estudiaban con un libro de matemática y las pocas computadoras que existían eran del año 2007, cuando empezó a gobernar el PRO la ciudad).
Y pregunten a los dirigentes políticos de la ciudad porteña si sus hijos, nietos o sobrinos van a la escuela pública que ellos administran hace 15 años, o no pregunten nada porque ya conocen la respuesta.
Que, en la Provincia de Buenos Aires, gobernaba por décadas por el peronismo, la exclusión, la desintegración social y la inseguridad sean monstruosas no neutraliza que cantidad de niños y adolescentes hace varios años no son parte del sistema escolar en la ciudad porteña tampoco, y vagan por las calles, y muchos empiezan a ser cooptados por la industria miserable de la droga y el robo.
Luego de que mi hijo mayor fue atacado con un arma por otro chico que le robó el celular y lo amenazó con matarlo llegó la noche en nuestro hogar. 2 grados de temperatura hacía esa noche y mis hijos decidieron dormir juntos, para hacerse compañía luego de un día horroroso, y su mamá, yo, les prendí la calefacción y los miraba dormir, y pensaba y lloraba y pensaba y lloraba y pensaba “mis hijos están bien y durmiendo plácidamente, pero hay millones (literalmente) de chicos que no están bien ni durmiendo plácidamente”.
Y cuando tenés la capacidad de sentir esto, incluso si tu hijo fue atacado, es porque aun pensás que la responsabilidad de toda esta mierda que vivimos no la tienen los pibes que vagan por las calles.
*Politóloga y profesora (UBA)