Una tensión se observa en algunos países del sur global como resultado de la falta de entendimiento entre los que “teorizan” la política internacional y aquellos que la “deciden o ejecutan”.
Esta división –a veces mutuamente autogenerada–, presenta una profundidad mayor a la hora de analizarla en términos de cómo ha surgido la disciplina de las Relaciones Internacionales y cómo esta ha influido positivamente en el diseño de las políticas exteriores de los países que se convirtieron en potencias medias, regionales o globales.
Un planteo disparador de esta reflexión fue propuesto recientemente por Stacie E. Goddard and Joshua D. Kertzer en su artículo “How to Put IR Theory Into Practice. American Strategists Should Think More Like Social Scientists”.
Esta interdependencia entre la realidad internacional, el pensamiento sobre ella y la acción para cambiarla –o conservarla– no siempre es considerada como la matriz original de las Relaciones Internacionales como disciplina académica.
A su vez, si bien reconocemos la genealogía de su constitución en un entretejido entre la historia, la diplomacia, el derecho internacional y finalmente la ciencia política, en un momento determinado se generaron condiciones contextuales muy específicas para su origen.
Como lo profundiza Goodwin (1951) en “The university teaching of international relations”; fue la pavorosa experiencia de la Primera Guerra Mundial que a su finalización en la Paz de París en 1919 fomentó este nuevo campo de estudio. En este año, se crea la primera cátedra de Relaciones Internacionales en la Universidad de Gales (Aberystwyth). A esto se le suma la fundación del Royal Institute of International Relations de Londres como think tank que influyó en la creación de muchos otros alrededor de varios países del mundo.
En el Reino Unido, se generó una formación disciplinar que en el inicio tuvo un componente fuertemente histórico que fue reforzado y sistematizado por la escuela francesa en autores como Aron, Duroselle y Renouvin. Este último, dejó un legado para esta comprensión en La contribution de la France à l’étude des relations internationales; también analizado por Marcel Merle en Sur ‘la problématique’ de l’étude des relations internationales en France”. Estos autores anticiparon muchas dinámicas del orden internacional, previas a la influencia de la ciencia política norteamericana en la disciplina internacional.
Así, la matriz original como incubadora de su creación se constituía por una realidad ontológica en crisis, una disciplina incipiente localizada en las universidades, la práctica misma de las decisiones en política exterior y la diplomacia, y los espacios de encuentro como tanques de pensamiento que las reunían. Finalmente, una orientación normativa buscaba encontrar respuestas éticas que delineaban los incipientes conceptos de orden, sistema y paz internacional.
Con estos antecedentes y ante un momento actual de entropía sistémica y retrotopía percepcional, se hace imperante un regreso al núcleo matricial de encuentro entre el pensamiento y toma de decisiones.
Se observa que mientras los decisores tienden a centrarse demasiado estrechamente en “los problemas de hoy”, muchas veces los académicos suelen reposar en debates abstractos y endogámicos. Asimismo, los estrategas de política exterior se beneficiarían al pensar más como científicos sociales e historiadores, lo que implica no solo hacer explícitas sus suposiciones paradigmáticas, sino también esforzarse por explicar por qué las perspectivas opuestas podrían estar equivocadas.
Finalmente, para generar conocimiento con base científica. pero aplicada a las necesidades de los países, se requieren más espacios que reúnan a académicos y responsables de la formulación de políticas exteriores. Solo a través de esta dinámica consensual entre reflexión y acción se llegará al camino del desarrollo.
*Profesor de Relaciones Internacionales y política exterior en la Universidad de Buenos Aires y la Universidad Austral.