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Quedarse en casa, privilegio de clase

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FILAS. La gente empezó a formar a la medianoche en zonas del Conurbano. Hubo tumultos y enojo de los clientes, en su mayoría adultos mayores que forman el grupo de riesgo frente al Covid-19. | Juan Obregón - Néstor Grassi - Marcelo Silvestro.

Las colas en los bancos en varios puntos del país, y en especial del conurbano bonaerense, se hicieron interminables. Luego de varios días de estar cerradas, las entidades bancarias abrieron para atender a jubilados y beneficiarios de AUH, los sectores más golpeados por el aislamiento impuesto por el Poder Ejecutivo Nacional para aplanar la curva de contagios del Covid-19. En otras coyunturas históricas los móviles televisivos se habían aprestado en las puertas de los bancos, ya sea para cubrir el amontonamiento de desesperados compradores de dólares (1989) o para seguir en vivo la bronca de los ahorristas que buscaban retirar su dinero con cuentagotas o luego cubrir cómo estos se abalanzaban para martillar con furia las sucursales blindadas con chapa (2001).

El sistema bancario vuelve a estar en el centro de otra crisis en nuestro país: las consecuencias sociales de una medida epidemiológica necesaria, pero con graves efectos para una gran parte de la población. Pero esta crisis, como lo muestran hoy los jubilados y beneficiarios de AUH esperando fuera de los bancos, durante bastante tiempo y en muchos casos rompiendo la distancia social reglamentaria para evitar el contagio, saca a la luz desigualdades que esta vez estallan en la cara de una sociedad que no termina de asimilar en tiempo real lo que está viviendo desde hace tres semanas.

Desde Factor-Data, iniciativa del Instituto de Altos Estudios Sociales de la Unsam, construimos información sobre los tiempos de acceso a diferentes servicios en el Area Metropolitana de Buenos Aires.

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Durante todo el viernes 4 se vieron imágenes de estas colas en muchas zonas del país, como por ejemplo, el partido de José C. Paz. Allí, una gran parte de la población (alrededor del 70%, unas 196 mil personas) se encuentra a más de 20 minutos de un banco. Asimismo, unas 215 mil personas deben caminar más de 20 minutos para llegar a un cajero automático. Mientras que en la zona del centro de José C. Paz, se accede a un banco o a un cajero en menos de 10 minutos, en los barrios periféricos del municipio se puede llegar a tardar 50 minutos, e incluso más.

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Esta situación no es específica de José C. Paz y parece ser un denominador común en muchas otras zonas del conurbano bonaerense, de la misma Ciudad de Buenos Aires y, seguramente, de otros aglomerados urbanos del país.

Así se puede ver en un relevamiento de la distancia a un banco o un cajero en diferentes zonas: González Catán (zona ruta 3), 20 minutos; Recoleta (Aráoz y Santa Fe), menos de 5 minutos; San Isidro (cerca del Hipódromo), menos de 3 minutos; Florencia Varela (zona de la estación del FC Roca), 20 minutos; Belgrano (Echeverría y Crámer), menos de 3 minutos; Villa Soldati (frente a Parque Indoamericano), más de 15 minutos. Estos diferenciales son un indicador que muestra que la población no desarrolla la cuarentena en las mismas condiciones materiales. Y estas diferencias en tiempos de acceso a servicios son una expresión de las desigualdades y las diferentes posiciones que se observan en la estructura social argentina.

El aislamiento necesario para evitar la eclosión del sistema sanitario acelera los efectos de estas desigualdades que, a su vez, provocan efectos sobre el aislamiento. El riesgo que hoy sufrieron quienes buscaron retirar su dinero de los bancos es la consecuencia directa de un sistema bancario que ha invertido lo menos posible en infraestructura pero ha tenido extraordinarias ganancias los últimos años.

La concentración de personas en busca de dinero efectivo en los bancos multiplica las posibilidades de contagio. Las consecuencias sanitarias tienen efectos económicos y los efectos económicos consecuencias sanitarias, un círculo vicioso que hoy se expresó frente a los bancos.

Para muchas personas la decisión entre “salud” y “economía” es un lujo que no se pueden dar y que está reservada para sectores acomodados de la sociedad. El Gobierno, que ha venido conduciendo la situación siguiendo las recomendaciones internacionales, encuentra en esta dificultad el nudo gordiano para continuar gestionando una crisis cuyos alcances y profundidad aún son desconocidos.

 

(*) Investigador Conicet/ Factor-Data Idaes-Unsam.
(**) Investigador Conicet/Decano Idaes-Unsam.