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2019 y 2022. Hace casi cuatro años, cuando Cristina Kirchner anunció en un video que elegía a Alberto Fernández; y esta semana, autoexcluyéndose de cualquier candidatura. | cedoc

Otra vez. Al igual que en mayo de 2019, cuando anunció que no sería ella misma quien encabezaría la fórmula presidencial que competiría con Mauricio Macri sino que acompañaría a Alberto Fernández como su vice, el martes pasado Cristina Kirchner volvió a conmover el statu quo político anunciando que en las elecciones de 2023 no sería candidata a ningún puesto electivo.

Aun para aquellos que descartaban que ella fuera a ser candidata a presidenta en 2023 porque todas las encuestas indicaban que sería derrotada, e incluso entre quienes hasta les parecía obvio que nunca iba a ser candidata a presidenta porque si no lo pudo ser en 2019 y tuvo que apelar a Alberto Fernández menos podría serlo en 2023, cuando su propia relación con el electorado y la de todo el espacio que ella representa está peor que hace cuatro años, después del desgaste del ejercicio del gobierno, igual los sorprendió que no mantuviera la incógnita por lo menos cinco meses más hasta que el calendario electoral la obligara a definirse públicamente. 

Sobre el análisis anterior vale aclarar primero que las encuestas se vienen equivocando en todo el mundo y que en el casi un año que falta hasta las elecciones las preferencias que reflejan hoy las encuestas podrían cambiar: un año en política puede ser un siglo. Y ninguna encuesta indica que en 2023 Cristina Kirchner no pudiera ser electa senadora por la provincia de Buenos Aires si se decidiera a ser candidata porque, aun si el Frente de Todos perdiera en la Provincia, donde el kirchnerismo tiene su mayor fortaleza, igualmente saldría electa por la fuerza que obtuviera el segundo lugar.

La autoexclusión de cualquier candidatura de la vicepresidenta reorganiza todo el mapa político comenzando por la oposición, que descree de que sea inmodificable la decisión de Cristina Kirchner y sospecha de operativos clamor que terminen haciéndola nuevamente candidata. La primera consecuencia es casi descartar una candidatura presidencial de Mauricio Macri, quien comparte altas negativas en las encuestas con Cristina Kirchner que podrían anularse mutuamente en un eventual ballottage entre ambos. Lógica, como todas discutible: que si ella no fuera candidata tampoco Macri podría serlo.

Como en 2019, Cristina Kirchner volvió a resetear el mapa político con un solo anuncio

En el mismo sentido, otra conjetura es que dentro de la interna de Juntos por el Cambio la no candidatura de Cristina Kirchner podría favorecer a los moderados y no a los halcones, que captan el voto del propio Macri, aunque se debería reconocer que Patricia Bullrich ha hecho esfuerzos por mostrarse autónoma del expresidente y desarrollar característica propias.

Javier Milei adscribe a un análisis similar pero incluyendo a todo Juntos por el Cambio, sosteniendo que “muerto el cuco” del kirchnerismo el electorado opositor no quedará prisionero del voto útil hacia Juntos por el Cambio para evitar que gane el kirchnerismo, y esto beneficiaría a Avanza Libertad agrandando las posibilidades de que sea el propio Milei quien pase a la segunda vuelta.

Desde el Frente de Todos las interpretaciones son tan múltiples como la heterogeneidad de sus componentes. Primero los kirchneristas que participaron junto a Cristina Kirchner del asado en la provincia de Buenos Aires –Ensenada–, la misma noche en que previamente la vicepresidenta había hecho el anuncio de su renuncia, sostienen que insistirán sobre su líder para que revea su decisión y se muestran optimistas en poder lograrlo. Diana Conti, que fue una de las participantes, contó en Radio Perfil que Cristina Kirchner estaba relajada en la cena, muy distinta a la que se vio en su discurso por televisión, “como si se hubiera sacado un peso de encima”, dijo textualmente. 

Quien haga el experimento de volver a ver el mensaje de la vicepresidenta tras ser condenada, como recomienda siempre Jaime Duran Barba, bajando el sonido para solo prestarle atención al lenguaje visual, percibirá una Cristina Kirchner totalmente desencajada en el último tramo de su discurso, justo cuando anunciaba que renunciaba a cualquier candidatura, síntoma que algunos interpretan como señal de que no se trató de una decisión estudiada sino fruto de la emoción del momento. Descarga que podría coincidir con la percepción de Diana Conti sobre el haberse sacado “un peso de encima”, horas después en el asado en Ensenada.

Desde los sectores moderados del Frente de Todos, el Presidente entre ellos (mañana PERFIL publica un reportaje de dos horas a Alberto Fernández), la autoexclusión de Cristina Kirchner como candidata reforzaría la candidatura natural del Presidente a la reelección. Pero si así no fuera, no aparece una figura que represente a Cristina Kirchner lo suficientemente conocida como para ser muy competitiva electoralmente. Wado de Pedro todavía es más reconocido por los interesados en los temas políticos pero no por el gran público, y Kicillof –quien sí tiene niveles de conocimiento en todo tipo de público– preferiría competir para renovar como gobernador en la provincia de Buenos Aires, donde sin ballottage las posibilidades del Frente del Todos son mayores. 

Sergio Massa sería la otra alternativa del oficialismo pero en cualquier caso, si el Frente de Todos propusiera un moderado, un no representante del cristinismo –como dice Milei–, Juntos por el Cambio no podría apelar al voto útil para que no volviera o siguiera “el cuco”, y quienes compitieran por la presidencia tendrían que hablar más del proyecto que llevarían adelante: ideas, más que las emociones de la extrema polarización que genera la grieta.

Final abierto con una Cristina Kirchner que nuevamente apretó un botón y reseteó el mapa político.